«El camino de la orquídea» de y con Alejandro Juárez-Carrejo, sobre los derechos de personas intersexuales.

La otra escena

– Miguel Ángel Quemain – Sunday, 23 Jul 2023 08:47Compartir en Facebook Compartir en Google

Juárez-Carrejo, por el camino de la orquídea

El camino de la orquídea, unipersonal de y con Alejandro Juárez-Carrejo, es una puesta en escena que marcará un antes y después en el tratamiento escénico de un problema que permanecerá en la discusión, el arrebato y la tensión durante muchos años entre nosotros, pues no hay evidencia de que tengamos un avance significativo para apropiarnos de un punto de vista que promueva, ante todo, el respeto y la defensa de los derechos humanos de las personas intersexuales.

Parece que, desde el psicoanálisis más convencional, los feminismos (muy ocupados algunos por entender el tema trans tan estigmatizado), las políticas públicas, las visiones legislativas, todavía no hay iniciativas para desplazar la cuestión del ámbito exclusivamente doméstico donde la “sagrada familia” decide la “normalidad”.

En este montaje predomina el poeta, el actor, pero no se deja de lado la posibilidad del pedagogo y el activista que comparte la enseñanza, la solidaridad y, por supuesto, la sororidad. Alejandro Juárez-Carrejo coloca aquí lo estético por encima de todo. Es un poeta acompañado por un equipo de la mayor solvencia artística. Rocío Carrillo se vislumbra al fondo de la Sala Novo (hasta el espacio es tan altamente simbólico para este estreno, para estas cuatro funciones que deberían multiplicarse en todo el país) como una auténtica directora orquestal, con sus manos eléctricas acompañando el movimiento con un sonido profundamente armónico y el conjunto de luces que van de lo más realista orgánico hasta lo abstracto. También están presentes Arturo Vega, en la escenografía y el atrezzo, Margie Bermejo en lo vocal, e Irasema Serrano en el movimiento.

Es un trabajo que empezó a germinar hace cinco años como parte de un descubrimiento desde la subjetividad más amplia, es decir la corporal y la psíquica, y ha sido acompañado por Brújula Intersexual, Laboratorio de Narrativas Divergentes y todo un conjunto que está en el póster y el programa de mano del que forman parte La Capilla, Los Endebles, la Asociación Nacional de Teatros Independientes y la Secretaría de Cultura con su programa de apoyos a la creación y proyectos culturales. Todos los jueves, a las 20 horas, Sala Novo (Madrid 13, Coyoacán).

No es necesario estar en las primeras filas para escuchar el desplazamiento del cuerpo del actor que entra a escena con los pies desnudos, apretados, que arañan el escenario con las uñas y se arrastran al final de esos dedos agarrotadosm para mirarse tendido como un guiñapo alter ego de esa piel gastada y rota, remendada con múltiples cicatrices, con la forma humanizada que apenas le da la estopa en esa cama teatral bizarra que puede funcionar como mesa de exploración, quirófano y potro de tortura.

En muchos momentos la representación se envolverá con ese monocromatismo de las sábanas que se echará encima cuando declare su condición doliente, encima de ese ser maltrecho que le viene del pasado como una marioneta fantasmal sin hilos, desarticulada y sin rigidez. Juárez-Carrejo, como le corresponde, hace un manejo fino y experto del espacio. Está rodeado de objetos que son recuerdos, emblemas, símbolos, iconos, una materialidad que domina y le obedecen sus filosos súbditos, después de estar tantos años sobre la escena. Es un titiritero mayor: títere y manejador. Es también un performance que rompe con los rigores del monólogo y nos obliga a tararear y reconocer un paisaje musical popular que le permite bordear con una forma fársica del musical.

Una espectadora que tengo enfrente se conmueve y no para de llorar frente al yo acuso/yo perdono de este sujeto que es víctima y juez, en esta ambigüedad riquísima que presenta al doliente escindido: penitente sin culpa, crédulo a fondo en la bondad del verdugo; la escisión del doliente, la inmolación de un inocente frente a una parentalidad impía, donde todos parecen preocupados sólo por no salir de la anestesia. A todos nos rinde con sus metáforas, con esa ficción que adivinamos en su cuerpo, al centro de esa orquídea púbica que deshoja libre de toda literalidad, volcado en la profundidad de la representación l

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