Un testigo en la línea de fuego: Fernando Gamboa relata el golpe militar contra Salvador Allende
El siguiente texto es un fragmento de la grabación que Fernando Gamboa hizo a lo largo del martes 11 de septiembre de 1973, en Santiago de Chile. Había viajado a ese país para montar un exposición excepcional compuesta por 164 obras realizadas por José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.
Gamboa llegó a Santiago el 7 de septiembre y trabajó intensamente para que la muestra quedara completamente montada el día 10. Durante su estancia estuvo alojado en el célebre Hotel Carrera, muy solicitado por su privilegiada ubicación a una cuadra del Palacio de la Moneda, asiento de la Presidencia de la República. Desde las ventanas del hotel, mirando hacia el lado derecho, se tenía una vista completa de la fachada del Palacio.
La delegación mexicana fue alojada en los pisos nueve y diez, y desde muy temprano pudo observar una creciente actividad en la plaza de armas. La insurrección militar había comenzado. Los militares sublevados, con Augusto Pinochet a la cabeza, dicen querer salvar a Chile de las “garras del marxismo”.
La atmósfera política en aquellos días estaba muy enrarecida por los ánimos golpistas y, por supuesto, Gamboa y demás miembros del grupo estaban conscientes de ello.
Gamboa acostumbraba llevar a sus viajes una grabadora portátil que le permitiera registrar los pormenores de las actividades que realizaba y ese 11 de septiembre, al advertir la presencia militar en la plaza, decidió registrar lo que sucedía ante sus ojos. Así fue como se produjo este testimonio absolutamente singular, no sólo por la oportunidad con que fue realizado, sino por la muy experimentada perspectiva política de quien lo realizó: Fernando Gamboa ya había vivido acontecimientos relativamente similares en España en 1936 y en Colombia en 1948. En un momento de la extensa narración oral que realiza apunta: “Disponemos de los elementos, de los recursos para poder interpretar este hecho histórico y nos damos cuenta de su naturaleza trágica.”
Así, con plena conciencia, vivió ese amargo día el gran Fernando Gamboa, a quien tanto le debe la cultura mexicana.
Agradecemos profundamente al Patronato Cultural Fernando Gamboa y a su directora, Patricia Gamboa, su autorización para reproducir el testimonio de don Fernando.
Presentación y nota de Rafael Vargas Escalante, quien se desempeñó como agregado cultural en Chile de 2001 a 2005.
“Estamos en la encrucijada de una guerra civil. En estos momentos la plaza principal de Santiago está sitiada. Estamos frente al Palacio de la Moneda, en la habitación número 1004 del embajador [Jesús] Cabrera Muñoz Ledo. Estamos concentrados aquí, viendo, escuchando, las proclamas patrióticas y las advertencias de uno y otro bando a propósito de la situación tan grave que está ocurriendo. Se ha pedido, por el ejército y los carabineros –es decir, la policía–, la dimisión del presidente Allende y su gobierno. Por su parte, el presidente Allende ha lanzado una proclama patriótica defendiendo la legalidad constitucional y pidiendo el apoyo del pueblo, la no traición a sus convicciones. La plaza está bloqueada. En cada esquina de las bocacalles hay un cordón de carabineros con [los cañones de] las armas largas levantadas hacia arriba en espera de cualquier cosa. Sólo se mueven por la plaza algunos fotógrafos y camarógrafos, probablemente de agencias [de prensa] extranjeras, que están plantados de frente a la fachada principal del Palacio de Gobierno.
[Hay una pausa en la grabación. Cuando se reanuda, se escuchan con claridad ráfagas. Se escucha otra voz masculina, probablemente de Cabrera Muñoz Ledo]
–Ahora sí. Eso, además, son ametralladoras.
[Gamboa retoma la narración de lo que ocurre.] Estamos escuchando una balacera terrible que se ha desatado en la Plaza de la Moneda. Lo lógico a esperar es el acto de provocación de los agentes interesados en producir este conflicto, esta fricción, o de los que han reaccionado ante la participación del ejército. Unos chicos entre suicidas y valientes, se atraviesan la plaza. Parecen fotógrafos, reporteros que andan grabando. Pero de todas maneras están tratando de encontrar asilo.
¡Pero ahí va un hombre que es un obrero con una pistola en la mano! Se metió aquí abajo. [Se escucha un balazo. Uno solo, seco.] Gamboa exclama: ¡Pácatelas! [Alguien dice: “¡Se ha caído, se ha caído!”, para señalar que no lo han matado.] Un pequeño grupo de reporteros está corriendo, buscando los quicios de las puertas. Ahora sí: se ha generalizado la balacera. [Pausa] ¡Pácatelas! Están balaceando ya con ametralladora. Eso es ametralladora. ¡Qué barbaridad! ¡Estamos en plena zona de guerra! ¡Están contestando desde los balcones del Palacio de la Moneda! [Se escucha otra voz, en un plano alejado del micrófono, que dice:] “Está saliendo humo.” “Sí”, responde Gamboa. “Lo que yo no sé es si fue un cañonazo que les metieron”, dice su interlocutor.]
Este es un golpe fascista que me recuerda a España, dice Gamboa. Esto es traición, esto es un cuartelazo inmundo.
Estamos en plena zona de fuego. Estamos –para situarnos como si estuviéramos en el Zócalo de México–, exactamente del lado del Palacio de Gobierno del Distrito Federal. Es decir, en el lado derecho, si se ve de frente Palacio Nacional. Esperamos que una situación semejante jamás ocurra [en México]. México vivió una cosa parecida en los terribles días de la Decena Trágica, pero confiamos en que nuestro pueblo nunca más sufra algo así.
[Una voz en la radio transmite un comunicado del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU)]: “Haciendo honor a su tradición de revolucionario y de líder de la Revolución Chilena [Allende] está en La Moneda, dispuesto a defender con su vida el gobierno popular y las conquistas de los trabajadores. La actitud del compañero presidente señala un ejemplo que debe ser seguido hoy día por todos los trabajadores chilenos, por todo el pueblo de Chile.”
[Gamboa retoma la narración] La Plaza es muy grande. Resuenan estruendosamente los balazos, las detonaciones. Hemos estado tratando de comunicarnos, en vano, con el embajador de México, [Gonzalo] Martínez Corbalá. Estamos escuchando un bando. [Gamboa deja de hablar y se escucha la transmisión del bando que advierte: “los trabajadores deberán permanecer en sus sitios de trabajo, en caso de que no hacerlo, serán atacados por tierra y aire”. Enseguida señala que todo acto de “sabotaje” –es decir, contra los militares– será castigado de la manera más drástica en el lugar mismo donde ocurra la falta. “En este país –dice el bando radiofónico de la junta militar que está asaltando el poder mediante la violencia–, no se aceptan actitudes violentistas.” Grotesca ironía.]
Ya no hay duda de que se trata de un golpe militar, y de que todo está orientado a la rendición del presidente Allende, que está en el Palacio de la Moneda. Están dispuestos a todo con tal de someterlo.
Me preocupa, como a todos aquí, la colección de pintura que se encuentra en el Palacio de Bellas Artes. Les he propuesto a mis compañeros que, como en Bogotá, salgamos con una bandera mexicana a ver si nos permiten llegar hasta el Museo.
[Se siguen oyendo disparos, incluso el disparo de un cañón. Mientras la radio (presumiblemente Radio Magallanes) transmite el llamado de la Central Única de Trabajadores (de filiación socialista y comunista) a contener el golpe profascista, comienzan a escucharse muy cerca frecuentes cañonazos] Hemos tratado de comunicarnos con el embajador, pero es imposible. En realidad, estamos incomunicados.
Lo que está sucediendo tiene características muy diferentes a lo que ocurrió en Bogotá el 9 de abril de 1948. Se parece más a lo que pasó el 18 de julio de 1936 en España, aunque entonces el enfrentamiento no se esperaba y fue una sorpresa; aquí sí se veía venir. Y este ataque es una cosa muy organizada.
[Se oye el tableteo de las ametralladores fortísimo, y al poco el cañoneo de los tanques que disparan hacia La Moneda, pero al aire. Suenan muchos disparos de grueso calibre. Los militares anuncian que a las 11:00 am bombardearán La Moneda si Allende no se rinde. Disparan contra las edificaciones de los cuatro costados de la plaza a manera de amedrentamiento y de prevención contra un posible ataque, pero también, probablemente, para “despejar” el entorno de La Moneda antes de que la fuerza aérea empiece a bombardearla. Entran proyectiles a la habitación donde está la delegación mexicana. Las balas destruyen en parte la habitación del embajador Cabrera Muñoz Ledo. El grupo mexicano baja al sótano del hotel siguiendo las instrucciones de los empleados del mismo. A través de la radio los militares piden a los bomberos que acudan a La Moneda para apagar el fuego.]
Fernando Gamboa dice: “¡Qué horror! Así que la aviación bombardeó el Palacio de La Moneda. Con razón los bombazos han estado cimbrando el hotel, y eso que estamos en el sótano más bajo. Si matan al presidente Allende será una mancha imborrable para Chile. Seguramente el presidente está peleando. El presidente es un héroe de la democracia. En su llamamiento dijo que solamente muerto lo sacarían de La Moneda. Están arrasando el Palacio para sacar a Allende. Y también van a arrasar la democracia con sus cañones”.