Quizá nunca antes se vivió tal disociación entre el cuerpo real y su ideal. La masificación planetaria y transcultural del retrato instantáneo, el autorretrato y el montaje han vuelto muy extraña la representación y la percepción de lo real. Predominan criterios para lo bello
definidos por entidades sin ningún compromiso con la verdad.
El impacto de la fotografía en las artes plásticas, esto se ha dicho muchas veces, fue inmenso. En buena medida liberó a los pintores de la tiranía de lo fiel, de lo real, de lo idéntico, heredada por el Clásico y el Renacimiento mediterráneos, la idealización neoclásica y los prerrafaelitas. El arte moderno dio la espalda a la estricta realidad según el ojo y se permite llegar al límite de la abstracción, el cubismo, el expresionismo en un universo de formas y no formas, colores y abismos donde nada es idéntico. En Orozco, Bacon, Basquiat encontramos inéditas visiones del rostro humano, en las antípodas del perfeccionismo plástico de la fotografía, lo mismo artística que comercial o masificadamente personal
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En tal encrucijada se ubica deliberadamente la artista Aleah Chapin (Seattle, 1986) con su Proyecto tías (Aunties Project) y otros trabajos posteriores. Caroline Kurze escribe para Ignant que Chapin estudia arrugas, tatuajes, cicatrices de mastectomía, vello púbico, pechos en lactancia y vientres en declive. En piezas de gran formato pintó a un grupo de mujeres mayores que ella: las amigas de su madre, entre quienes creció y ha conocido toda su vida
(https://www.ignant.com/2014/10/29/aunties-project-by-aleah-chapin/).
El componente de intimidad y complicidad que favoreció el proyecto consiste en que sucede en una isla del noroeste pacífico estadunidense, en el estado de Washington. Una burbuja si se quiere. Todo lo local y personal que ustedes digan, el Proyecto tías permite reflexionar sobre la percepción del aspecto físico, la expresión facial, los detalles de cabello y epidermis, la inesperada belleza que asoma en las canas, las arrugas, las manchas.
No se trata de una aceptación, sino de un descubrimiento. Una claridad. En México, Elizabeth Ross ha trabajado el asunto con audacia en Mirando de cerca nuestro envejecer. Mal que bien, el planeta acoge una creciente población de viejos; el siglo de la juventud quedó atrás. Chapin define su interés en explorar la imagen que se tiene del cuerpo en que la mayoría de las mujeres (sólo habla de mujeres, pero los varones se encuentran en equivalentes circunstancias) tienen problemas con su imagen corporal
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Chapin apunta: “Nos dicen que nuestros cuerpos deberían tener cierta estatura, cierto volumen, cierto peso. Pero las fotos que vemos son completamente irreales, están muy photoshopeadas. Lo sabemos al verlas en las revistas, y aun así nos comparamos con ellas. Por eso necesitamos imágenes que muestren todo tipo de cuerpos; de ese modo podemos aceptar cualquier forma o talla”. En años recientes ha incluido en su repertorio al cuerpo viril, sin la profundidad radical de su aproximación al cuerpo femenino.
Por su parte, la curadora, investigadora, artista y fotógrafa Elizabeth Ross propone ver el envejecimiento como algo propio, desde el propio cuerpo; defender el proceso no sólo como natural, sino como enriquecedor y fructífero, y señalar las múltiples facetas que han permanecido invisibilizadas en una sociedad androcrática neoliberal que considera productivos únicamente a los cuerpos jóvenes
(https://www.discursovisual.net/dvweb42/PDF/06_Mirar_de_cerca_nuestro_envejecer.pdf).
Las mujeres retratadas por Aleah Chapin entre 2011 y 2020 (aunque el Proyecto tías data de 2014) habitan con naturalidad sus cuerpos entera y frontalmente desnudos. Senos firmes de embarazada, senos flácidos, senos mutilados, senos pequeños y graciosos. Vientres caídos, retraídos, marcados. Vello púbico y muslos vibrantes, celulíticos, gruesos, varicosos, de alguna manera felices, en más de un sentido hermosos. Posan solas o en grupo, retozan, gesticulan, tan ellas como se puede ser. Vuelven corpóreo el alivio de lo real.