Bemol sostenido
Alonso Arreola
Cuando el amigo Carlos Martínez nos invitó a asistir a este alumbramiento radiofónico, vivimos una emoción muy particular. No se lo dijimos en el momento. Ahora lo hacemos de manera directa: gracias. Gracias a él y a quienes nos incluyeron en algo tan importante para el Colegio de Bachilleres, sí, pero también y sobre todo para los medios mexicanos. Gracias a su director general, don Víctor Sánchez González. Gracias porque hoy, como parte de los festejos por el medio siglo de esta institución nacida en 1973, nos dejaron entrar a una parte brillante de su historia.
Cuando sonó el teléfono, decíamos, en nuestro corazón se mezclaron asuntos profesionales pero también personales, íntimos. Por un lado, nuestros años escribiendo en revistas, periódicos y portales sobre la música y su industria y, por el otro, la añoranza permanente de que medios como la radio tengan más contrapesos, balances y ecos diversos, sobre todo pensando en nuestros intereses musicales. Hablamos de algo que constantemente olvidan algunas estaciones de gobierno o universitarias, entregadas a mecanismos demasiado comerciales, lo contrario a su espíritu y filosofía originales.
El nacimiento de una estación de radio en el corazón del bachillerato nos regala nuevas esperanzas. Amplificadora de sonidos y pensamientos, esta clase de emprendimientos han sido significativos en numerosos países. El College Radio estadunidense, por ejemplo, es uno de los bastiones más importantes para la música independiente. Su extensión en las llamadas Estaciones de Campus es muy llamativo. En ellas son los propios estudiantes quienes operan las instalaciones y generan el contenido.
En nuestro país, verbigracia, el esforzado trayecto de las estaciones de la Universidad Autónoma Metropolitana, la Ibero o de la legendaria Radio UNAM (estrenada en 1937), por supuesto, es encomiable e insoslayable. Mención aparte merece Radio Educación, que en 2024 cumplirá cien años de fundada con el objetivo de masificar la visión vasconcelista del conocimiento.
En todas ellas se ha buscado que la programación aluda a los intereses de la comunidad a la que pertenece, no sólo en términos académicos o intramuros, sino del contexto y geografía que la impulsan. En el mejor de los casos este tipo de proyectos deben vincular a la institución con la sociedad que los alberga y que ahora puede escucharlos desde una perspectiva nueva.
Es a esa tradición a la que se suma Bachilleres Radio. Con su señal se adscribe al manar de la voz universal. Micrófonos, consolas, cabinas; locutores, productores, invitados; radionovelas, noticieros y conciertos. Todo lo que somos tiene hoy una boca nueva para seguir sonando y resonando, para contribuir al diálogo global desde un pulso que no tiene los intereses de las grandes cadenas, ni el fondo de las propuestas universitarias, ni el reclamo de las independientes. Es el suyo propio, ése que deberá perfilar con el tiempo, ganando personalidad.
Haciendo un paréntesis: si bien es cierto que el italiano Guillermo Marconi obtuvo la patente 645,576 como inventor de la radio (lo mismo que el Nobel de física en 1909), cuatro décadas después quedó claro algo: la bobina de Tesla fue la que permitió la existencia de esta tecnología, fuente principal de noticias y entretenimiento en las casas del mundo. Desde entonces, memoria, ciencia, cultura e imaginación han sido dispersadas por señales codificadas en amplitudes moduladas.
Primero en grandes aparatos receptores, luego en equipos portátiles y ahora en pequeños teléfonos y relojes, el menú sonoroso al que tenemos acceso resulta incalculable. En tal océano hay que navegar distinto. Mirando hacia adentro para encontrar lo que nos hace únicos. Esperamos que nuestras cuerdas y palabras los acompañen siempre en esa búsqueda. Los abrazamos con sinceridad. ¡Y enhorabuena! ¡Bienvenida sea Bachilleres Radio! Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.