Quién te cantará: Carlos Vermut y el cine del desconcierto
Rafael Aviña
En 2008, Vermut trabajó como creador de la serie de televisión Jelly Jamm. Al año siguiente ganó la VII edición del Notodofilmfest con su cortometraje Maquetas. En 2011 realizó su primer largometraje, Diamond Flash, que escribe y produce, costeado con el dinero que obtuvo por los derechos de merchandising del diseño de personajes de la serie de animación para Cartoon Network Jelly Jamm. Llevó a cabo el casting por internet con actrices desconocidas, la película se estrenó en la plataforma, fue un éxito de crítica y público y se convirtió en instantánea cinta de culto.
Diamond Flash es un relato perturbador, incómodo y de construcción atípica fuera de los lineamientos comerciales centrado en el horror de lo cotidiano, la capacidad de dañar al otro y la dominación, como lo es a su vez otro inquietante filme español contemporáneo recién exhibido en el Foro de la Cineteca: Espíritu sagrado (2021), de Chema García Ibarra, cineasta de la misma generación de Vermut, en el que al igual que en Diamond Flash se narra un secuestro infantil que sirve de pretexto en ambas, no sólo para arrancar sus oscuras historias sino para ahondar en la naturaleza enfermiza de una nación de doble moral que condena el abuso y a su vez lo fomenta y/o lo oculta. A su vez, abordan la naturaleza oscura de las personas en una sociedad creadora de monstruos en la que todos somos por igual ángeles o demonios.
Lo bello, lo siniestro y lo inquietante
En el filme de Vermut se tocan temas como el abuso sexual, la tortura, el secuestro, la pedofilia, el maltrato a la mujer y también el dominio de mujeres sobre otras, en un relato que engarza de manera inquietante la vida de cinco mujeres y una más que no vemos: una voz femenina como encarnación de todos los horrores. La película arranca en un hospital donde Elena, una niña, lee una historieta sobre un hombre transformado en superhéroe por unos seres alienígenas, mientras su madre convalece de una golpiza propinada por su pareja. Años después, Violeta, interpretada por Eva Llorach –en breve la gran protagonista de mismo nombre en Quien te cantará–, está dispuesta a lo que sea con tal de encontrar a su hija desaparecida, incluso confronta a su hermano y su aparente violador cuando ambos eran niños. Elena adulta es maltratada por su novio, quien se viste del superhéroe Diamond Flash y la defiende de unos atracadores, y ella le pide que elimine a su novio, es decir a él mismo. Lola quiere saldar cuentas con su pasado (la muerte de su hermana) y Juana, su pareja, necesita que alguien la quiera sin condiciones ni preguntas, al tiempo que mantienen secuestrada a la hija de Violeta, rescatada por Diamond Flash. Finalmente, Enriqueta es una bibliotecaria que conoce hombres en bares, lleva el mal en las entrañas y sólo busca que la hagan reír; eso es lo que salva de morir a Elena, cuando se cruza con la siniestra Enriqueta.
En 2014, Vermut dirige su segundo largo, Magical Girl, ganador en San Sebastián en Mejor Película y Director. Luis (Luis Bermejo), un profesor de literatura desempleado, vende de a poco su biblioteca para sobrevivir; al mismo tiempo intenta hacer realidad el último deseo de su hija, una niña de doce años enferma de cáncer terminal: poseer el vestido oficial de la serie japonesa de dibujos animados Mágical Girl Yukiko. El elevado precio del vestido llevará al padre a buscar el dinero de forma desesperada cuando conoce a Bárbara (Bárbara Lennie), una atractiva joven con trastornos mentales, casada con un siquiatra que la domina y medica. Luis y ella tienen relaciones sexuales por una situación azarosa y él la chantajea con una grabación telefónica. Bárbara, además, se presta a todo tipo de relaciones sadomasoquistas en una residencia exclusiva (la lynchiana sala del lagarto negro) que controla un hombre en silla de ruedas. A su vez, Bárbara está relacionada con Damián (José Sacristán), un viejo profesor retirado que tuvo que purgar una condena de diez años en la cárcel por algo relacionado con ella. Los tres quedarán atrapados en una oscura red de chantajes, en la que instinto y razón entran en conflicto.
Una vez más, Magical Girl regresa al tema del dominio, el abuso, el enamoramiento de un hombre adulto por una niña y viceversa, y las zonas oscuras que desata la desesperación y la enfermedad de una hija menor. Se trata de nuevo de una perturbadora e hipnótica fábula moral en tono de comedia negra violenta, donde todos sus personajes buscan una redención imposible y que, al igual que Diamond Flash, abre con un prólogo inquietante en apariencia inconexo pero fundamental para el desarrollo posterior de los personajes. En ambas existe una suerte de conexión con la obra de David Lynch y una fascinación por el desconcierto y aquello que no tiene una explicación lógica. Se inserta además aquí una frase excepcional: “Así somos los españoles, como las corridas de toros. ¿Y qué son las corridas de toros? La representación de la lucha entre el instinto y la técnica, entre la emoción y la razón. Tenemos que aceptar nuestros instintos y aprender a lidiar con ellos, para que no nos destruyan.”
La cita aplica a su cuarta y no menos convulsa e incendiaria película: Mantícora (2022). De manera abierta, ésta aborda de nuevo el tema de la pedofilia y la búsqueda del amor, y se sumerge a su vez en la idea de los monstruos sociales que la propia sociedad crea y condena en forma brutal. Lo siniestro como límite de lo bello, metaforizado en las criaturas atroces que crea el protagonista: un genial diseñador de animación por computadora y las pulsiones que siente y que lleva a cabo en la realidad virtual, en una obra tan inquietante como demoledora.
El pináculo y la cloaca
En principio, Quien te cantará es una película sobre una diva en desgracia y un relato sobre la cultura del éxito y, más aún, del fracaso. No obstante, es mucho más compleja que eso: es un retorcido y perturbador juego de espejos entre lo real y lo imaginario, entre lo vivido y lo inventado quizá en cuestión de minutos. La suya es una trama sobre el reflejo del otro y, por eso, la película está planteada a partir de superficies reflejantes. La primera vez que se cruzan Lila y Violeta no es en la mansión de la primera, sino cuando sale del hospital, al inicio del filme: en el momento en que Lila entra al auto y se cierra la portezuela, observamos el reflejo de Violeta en la ventana del automóvil ¿Mirándola, mirándose? Más tarde veremos a ambas reflejándose en la pantalla de un Ipad, en los cristales de los enmarcados discos de oro de Lila, además de que el salón donde ensayan está lleno de espejos.
Quién te cantará (2018) –disponible en Netflix– pareciera una inquietante mezcla del cine más arriesgado y dramático de Pedro Almodóvar, el de Todo sobre mi madre y Hable con ella, y los relatos más intimistas de Julio Medem (Los amantes del círculo polar, Lucía y el sexo). En particular, se aproxima por supuesto a Persona (1966), de Ingmar Bergman, trama sobre el intercambio de deseos de dos mujeres: una afamada diva del teatro hospitalizada tras perder la voz y la enfermera que la cuida.
No obstante, el filme de Vermut guarda aún más afinidad con uno de los directores que más parecen inspirarlo: David Lynch, el de Sueños, misterios y secretos/Mulholland Drive (2001): la historia de una aspirante a actriz que llega a Los Ángeles para convertirse en estrella de cine y conoce a la misteriosa Rita, una mujer que padece amnesia a causa de un accidente. El de Lynch es un relato que se construye y desconstruye de múltiples maneras, con distintas líneas narrativas inconexas en apariencia, que parecieran surgir de una misteriosa cajita azul o quizá de la mente enferma de una hermosa mujer amnésica.
Quién te cantará alude al tema del doble, de la sustitución, del otro yo, donde la premisa es lo inexplicable, como ocurre en Mulholland Drive. Aquella enigmática mujer que vemos a lo lejos, enfundada en un vestido de noche color rosa y, a su lado, unos zapatos de tacón a la orilla de la playa, y que regresa a la vida luego de casi ahogarse, es la misma que observamos al final en ese mismo instante perdiéndose entre las olas. Es decir, la historia a la que asistimos: la pérdida de memoria de Lila (Nawja Nimri) y su encuentro con Violeta, un ser común y corriente –con una hija tóxica y terrible (Natalia de Molina)–, arrumbada en el fondo de un bar, que sólo vuelve a la vida cuando imita a Lila, y más tarde es contratada por ésta a través de Blanca (Carme Elías) su manager, pudo haber sido imaginada en esos pocos minutos de vida antes de morir ahogada por la verdadera protagonista: Violeta Casen (la mezcla de ambas).
Es decir, se trata de una historia de desdoblamientos en la que cobra relevancia el tema musical “Procuro olvidarte”, con un bellísimo trabajo visual, la hipnótica y hermosa banda sonora de Alberto Iglesias y un trabajo histriónico insuperable de las cuatro mujeres protagonistas. Carlos Vermut, una de las voces más atípicas y sorprendentes del cine español contemporáneo, ha construido una fábula perversa y fascinante de transferencia y cambio de roles a lo Hitchcock (De entre los muertos), en una historia intimista y de suspenso, un thriller psicológico sobre el pináculo de la fama y la cloaca del fracaso y el olvido, donde la (o las) protagonista(s) emprenden la búsqueda de su identidad perdida