Las nuevas condiciones de trabajo implican un triunfo para los guionistas

Cinexcusas

Luis Tovar

En el corazón del neoliberalismo

 

Tras una ronda de negociaciones finalmente exitosa, el Sindicato de Guionistas de Estados Unidos (WGA por sus siglas en inglés) decidió terminar la huelga que tenía paralizada casi al cien por ciento a la poderosa industria audiovisual del país vecino. Si bien todavía quedan algunos pendientes, entre los cuales destaca la votación de todos los agremiados entre el 2 y el 9 de este mes

–el acuerdo con la estadunidense Alianza de Productores de Cine y Televisión fue alcanzado con el comité negociador del sindicato–, el hecho es que a partir del pasado miércoles 27 de septiembre los teclados guionistas han vuelto a ser aporreados.

Las nuevas condiciones de trabajo implican un triunfo para los guionistas, en dos vertientes igual de importantes: la primera es un incremento salarial de dieciocho por ciento respecto del acuerdo anterior, que data de 2008, y significa por ejemplo que si una película tiene un presupuesto de producción de 30 millones de dólares, de entrada el guionista recibirá 100 mil billetes verdes. ¿Es mucho o poco? En términos de porcentaje suena a poco: es apenas el 0.33 por ciento del presupuesto; pero póngase en perspectiva internacional, compárese con lo que se le paga a los guionistas en un país como el nuestro, y se verá que los estadunidenses van a seguir contándose entre los escritores mejor remunerados y, gracias a que se mantuvieron firmes en su movimiento huelguista, en mejores condiciones que antes, ya que además del incremento mencionado –y esto es de la mayor relevancia–, también se incrementó en más de una cuarta parte lo que recibirán por concepto de los llamados ingresos residuales, es decir, la parte que proporcionalmente les tocará en función del nivel de audiencia en plataformas streaming.

Lo anterior significa que, aun bajo acuerdo de confidencialidad, por fin al­guien aparte de sus altos ejecutivos sabrá cuál es el verdadero nivel de penetración y audiencia de dichas plataformas.

ZLa segunda vertiente del triunfo gremial guionístico tampoco es menor: el WGA logró imponerse y evitar que las grandes productoras utilicen la Inteligencia Artificial para generar contenidos ni para emplearla como fuente de origen de los mismos. En otras palabras, Netflix, Disney, Prime ni cualquier otra podrán recurrir a programas como ChatGPT, ya en funciones, ni a ningún otro por surgir, para la confección de argumentos que ulteriormente le darían a escritores profesionales para que los convirtieran en guiones susceptibles de ser utilizados

en una producción. En cambio, los guionistas sí podrán emplear dicha tecnología siempre que la productora para quien esté trabajando no tenga inconveniente, pero tampoco podrá obligar al escritor a usarla. Por último, y aunque todavía depende del modo en que se regule el uso, la explotación y cómo se definan los derechos autorales al respecto, el Sindicato de Guionistas contempla que si el trabajo de sus agremiados se usa para alimentar o perfeccionar la Inteligencia Artificial, será considerado como generador de ingresos para ellos.

Los problemas para la voraz industria del entretenimiento gringa no han terminado, pues todavía les falta ponerse de acuerdo con el gremio de actores, que sigue en huelga y sostiene exigencias parecidas a las de sus colegas escritores; por ende, tanto los megalanzamientos cinematográficos como las series convencionales y otras producciones van a seguir retrasando sus estrenos. Eso sí, mientras todo se arregla, no deja de ser una simpática paradoja que haya sido en Hollywood, el meritito corazón del modelo económico neoliberal –su cerebro estaría en Wall Street–, donde un par de sindicatos, ya triunfante uno de ellos y el otro cerca de emularlo, den prueba de la antítesis del pensamiento capitalista: la riqueza no depende del gran acumulador de capital, llámesele patrón, inversionista o como sea, sino de los trabajadores que generan dicha riqueza. No lejos sino lejísimos está el asunto de una verdadera distribución equitativa, pero no por eso da menos gusto arrancarle un mechón de pelos a ese gato tan arisco.

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