Toni Morrison (1931-2019) tiene una obra extensa y combativa sobre el racismo en Estados Unidos,

Toni Morrison y los tonos de lo oscuro

Evelina Gil

 

El mundo que se presume libre festejó el Premio Nobel de Literatura concedido en 1993 a Toni Morrison, segunda de cuatro hijos, nacida el 18 de febrero de 1931 en Lorain, Ohio, Estados Unidos. Con este premio se reconocía a dos bandos por lo general excluidos de los banquetes: las mujeres y los afroamericanos. La infancia de Toni, no Antonia sino Chloe Anthony Wofford – muchas de sus personajes ostentan nombres de varón, como Pilatos y Séneca– transcurrió durante los años de la Gran Depresión, muy unida a su familia que siempre celebró su precoz talento literario. Ingresó a la Universidad de Howard, Washington, en 1949, donde haría historia como la primera estudiante afroamericana en ser admitida; cursó un posgrado de literatura inglesa en la Universidad de Cornell en 1955, graduándose con una tesis sobre dos autores blancos: Virginia Woolf y William Faulkner. Dio clases en las universidades de Texas, Albany y en la misma Howard. En 1958 contraería matrimonio con Harold Morrison, del que tomaría su apellido de pluma y con quien permanecería casada seis años, procreando dos hijos: Harold Ford y Kevin Slade. En 1964, tras su divorcio, Toni se trasladaría junto con sus hijos pequeños a Syracuse, Nueva York, donde se desempeñaría como editora en Random House. Fue editora antes que escritora. No publicaría su primera novela, The Bluest Eyes, hasta casi cumplidos los cuarenta años, en 1970, no porque empezara tarde a escribir sino porque editoriales “blancas” como Holt, Rinehart y Winston rechazaron sistemáticamente su manuscrito. El conflicto medular de sus novelas, presente al menos como tema periférico, es la ambición de algún personaje negro por ingresar al privilegiado mundo de los blancos. Ese anhelo los impulsa a superarse, si bien, una vez alcanzada la meta, en la mayoría de los casos dicho personaje asume el modus vivendi de los blancos, incluyendo cultura, modales e idiosincrasia, lo cual los lleva, casi inevitablemente, a renegar de su propia naturaleza, de su familia… de su color. Surge entonces una absurda división racista dentro de los mismos negros que se miden en “claros”, “medios” y “oscuros” y reproducen una dinámica similar a la existente entre negros y blancos.

El racismo de negros hacia negros es otro tema recurrente en la narrativa de Toni, como en La canción de Salomón, cuyo protagonista de peculiar nombre, Macon Dead (Muerto) desprecia a los miembros de su comunidad, muy especialmente a su hermana, la entrañable Pilatos, que además es madre soltera; literalmente la oveja negra. Ya en su extraño nombre, Pilatos evidencia la casi perversa sumisión de sus padres hacia el yanqui borracho que garrapatea en un papelito el nombre que habrá de llevar su bebé, independientemente de su sexo. Eso y llevar el nombre del verdugo de Cristo, es lo que más abochorna a la joven, quien, más que relegada a la marginalidad ha optado, gustosamente, por ella.

Bello y político: así el gran arte

Las novelas de Toni Morrison recrean una realidad dolorosa pero donde la alegría no está ausente, y lo hacen a través de un lenguaje poético que amalgama la rudeza de la indignación con la poesía de la compasión. Toni era una niña cuando surgió el llamado Renacimiento de Harlem, inmediatamente después de la segunda guerra mundial. Le tocaría participar activamente del movimiento artístico negro que hizo proliferar la literatura escrita por gente de color. Seguramente leyó aquel maravilloso libro de Zora Neale Hurston, Their Eyes Were Watching God, originalmente publicado en 1937 y reeditado con éxito en la década de los sesenta. Sin embargo, gracias al Pulitzer y al Nobel, Toni es hoy la escritora más influyente de esta poderosa corriente que siempre se ha caracterizado por la radicalidad de sus principios. Tras el inusitado éxito de ventas y crítica de Ojos azules, su primera novela, sigue otro aún mayor, Sula, donde se aborda también la compleja situación de las mujeres afroamericanas, aunque fue sin duda la extraordinaria Beloved, Premio Pullitzer, 1988, la que la alzó a la altura del Nobel. En algún momento Toni comentó que todo gran arte debe ser al mismo tiempo bello y político. Esa podría ser la exacta definición de su narrativa. Beloved, que en español significa “Es amada”, responde al nombre del personaje central, una niña muerta con una conmovedora historia que contar. Encarnación misma de la culpa de su madre, la esclava Sethe, que se ve orillada a matarla para salvarla de la esclavitud. Una culpa que empieza al dar a luz a una hija en deplorables condiciones y se cierra cuando, a su manera, la salva de un mundo que se niega a reconocerla como ser humano; un mundo que todo lo divide en blanco y negro. Donde los médicos blancos, únicos que existen por el momento, se niegan a atender a los negros. Los veterinarios parecen ser la única salida en casos extremos. Es difícil no terminar la lectura de la mayoría de sus novelas con el alma destrozada y el puño cerrado. Se trata de una visión absolutamente novedosa de la esclavitud, pues en lugar de ofrecer el clásico relato familiar sobre el esclavo que encabeza una revuelta, a la manera de Frederick Douglass, se centra en la relación de la madre con sus hijos o la madre vista a través de su hija.

Los fantasmas son recurrentes en la novelística de Toni Morrison, aunque difícilmente podríamos catalogar novelas como Paraíso, La canción de Salomón o la propia Beloved como historias de fantasmas: no se trata de presencias paranormales sino de seres concretos que no deambulan sino participan activamente de la trama, se sientan a la mesa de los vivos y dejan olvidada alguna flor. La canción de Salomón, como La isla de los caballeros, aborda el delicado tema de los negros que se incorporan al mundo de los blancos. Macon Muerto, por ejemplo, se considera más honesto que la gente de su barrio porque ha sido admitido en el mundo empresarial de los blancos gracias a sus innegables dotes como comerciante, pero al mismo tiempo ejerce la moral relajada y “la ley del embudo” en el más puro estilo blanco-protestante, maltratando psicológicamente a su esposa, despreciando a su hermana y mirando de reojo a sus hijos. Por otra parte, y según lo percibe Jadine, una yalla, es decir, negra de piel casi marfileña y protagonista de la extraordinariamente sensual Tar baby, presentada en español como La isla de los caballeros, los blancos permanecen sumidos en la disyuntiva de “sumergirla en la negritud o diluirla en la universalidad”. Graduada en historia del arte, sobrina de los sirvientes de una prominente familia blanca de Filadelfia asentada en una isla caribeña (La Martinica, misma que recrea Jean Rhys y cuyos habitantes, según nos lo confirma Toni, desprecian lo blanco con toda su alma), Jadine ha accedido a una educación de señorita blanca gracias a la gentileza de sus patrones, un magnate dulcero de nombre Valerian y su enigmática esposa pelirroja, Margaret, y vive una íntima pugna entre la gratitud que le debe a sus educadores blancos y la indignación que le produce la forma en que la negritud es percibida por los blancos. Más adelante, Jadine será rudamente cuestionada por su amante, Son, un “negro oscuro”: ¿Qué es lo que de verdad la conflictúa? ¿La noción que los blancos tienen de los negros como bestias civilizadas a golpes? ¿O ese permanente forcejeo que, como “negra clara”, padece entre asumir su propia negritud o complacer a quienes, en su plan de modelo de portada de revista, la admiran y estiman como a un precioso animal y le envían abrigos de auténtica piel de foca?

Paraíso es la novela inmediatamente posterior a la obtención del Premio Nobel y, contrario a lo que ha sucedido con otros autores galardonados, los críticos insisten en afirmar que es su obra maestra. Se mantienen los elementos característicos en la narrativa de Morrison: la crítica contra el racismo de negros contra negros, más reprobable aún que el que ejercen blancos contra negros; el feminismo de las mujeres negras, las apariciones fantasmales y, para terminar, la reivindicación de la diferencia. Es, por otro lado, la más descarna­da de su novelística para recrear la violencia nacida del prejuicio religioso, racista, sexista. Su personaje central es un pueblo de nombre Ruby, constituido por negros que tienen en común su recelo por todo lo que sea ajeno a su estilo de vida y a sus prácticas religiosas. Pueblo de hombres que han sido objeto de una caricatura de crucifixión por parte de los blancos y vienen huyendo de los falsos compromisos realizados a raíz del asesinato de Martin Luther King. Un grupo de mujeres refugiadas, por diversos motivos, en un caserón que funge de convento, será blanco del odio y resentimiento que bulle en las entrañas del pequeño y pacífico poblado. Mujeres atractivas y olorosas en un pueblo cuyas habitantes no se empolvan ni perfuman, por ser prácticas de prostitutas; mujeres atractivas y fugitivas confrontando a otras que tienen que acudir a pedir perdón públicamente a la iglesia cuando quedan embarazadas sin estar casadas. Mujeres negras e ingobernables que huyen de la violencia de un cónyuge o de una vida doméstica que las devora en vida, masticándolas despacio. Oprimidas por los oprimidos.

Obra póstuma

Toni Morrison murió el 5 de agosto de 2019 y se han seguido editando algunos libros póstumos, aunque escasean las reediciones de su obra previa. En estos días se publicó su único relato, que tiene la extensión de una noveleta, Las dos amigas (un recitativo) (Lumen, 2023), que escribió en 1980 y narra la historia de dos mujeres, una negra, Twyla, y una blanca, Roberta, que de niñas comparten habitación en un centro de acogida. A través del relato, Twyla y Roberta se reencuentran y separan una y otra vez, y su relación llega a verse afectada cuando el hijo de Twyla, junto a otros niños negros, son recibidos el primer día de clase por un furibundo grupo de madres blancas que no desean que se mezclen con sus hijos; entre ellos figura Roberta. El relato es magnífico, con múltiples giros de tuerca y un final insospechado

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