Para una empresa de moda tan prestigiosa como Chanel, parecería más lógico construir un espacio dedicado a los artesanos de la moda en el llamado triángulo de oro
de la capital francesa, situado entre las avenidas de Champs-Elysées, Montaigne y George V, con la punta de un ángulo sobre el Sena, límites del lujoso barrio donde se encuentran su sede y su boutique matriz. Pero la idea de levantar este espacio arquitectural en una zona popular es la muy lúcida idea de Karl Lagerfeld, creador y heredero de la dirección de Chanel. Lucidez de su rara inteligencia y de su sentido del humor que lo llevaba a contar cómo su madre lo disuadió de escribir, cuando él le mostró un esbozo de novela, preguntándole qué necesidad tenía de mostrar a todo mundo que era un imbécil. Escapar, pues, de la jaula de oro es idea de este genial estilista, idea a la vez política y social: dar un toque de lujo a un barrio de población modesta y otorgar, al mismo tiempo, la vivacidad popular a la estatuaria sofisticación de la elegancia y la alta costura de la casa Chanel.
Idea también educativa y de orden histórico: subrayar la importancia de los artesanos en la construcción y manufactura del arte y sus obras maestras, devolver su verdadero lugar al aprendizaje en los eslabones de la tradición destacando el papel esencial del aprendiz de la artesanía, protección del patrimonio nacional de la artesanía francesa.
El 19M de Chanel es ya un símbolo de la excelencia de los artesanos franceses. El edificio que alberga este espacio con una superficie de 25 mil 500 metros cuadrados fue concebido y diseñado por el original arquitecto franco-italiano Rudy Ricciotti. Formado por tres grandes bloques, dos laterales y uno al fondo, una cortina de delgadas tiras de cemento cae de lo alto de los paredes de cristal dando la impresión de los hilos de una costura.
Casi se creería verlos movidos por el viento. El lugar reúne 11 casas cuyo trabajo se dedica a las artes de la moda: maestros del bordado y la costura, sombrereros, diseñadores de plumajes y arreglos florales para el vestido, orfebres, fabricantes de botas y de ropa interior o trajes de baño, todos ellos célebres en el mundo de la alta costura.
Pero, ¿por qué el enigmático nombre de 19M dado a este espacio? Para Lagerfeld, el número 19 era mágico y no era posible excluirlo del nombre dado a este espacio: 19 porque evoca el 19 de agosto, fecha de nacimiento de Gabrielle Coco Chanel, creadora de la casa y el perfume que llevan su nombre. Diecinueve también porque es el número de años que Karl Lagerfeld creaba las colecciones de Chanel y año de lanzamiento de la colección de prêt-à-porter única que es Métiers d’Art. Diecinueve como el número del barrio de París, Porte d’Aubervilliers, que acoge este espacio. M, como letra mayúscula, porque evoca los rasgos característicos de la casa Chanel: moda, manos, manufactura, maison (casa), métier (oficio).
La segunda sorpresa fue doble: el placer de ver exponer en este alto lugar internacional de la moda a una creadora mexicana y constatar la muy merecida elección de Carla Fernández como invitada a causa de su originalidad, su uso de la tradición artesanal de las antiguas culturas, la capacidad para trabajar con creadores de otros países, maestría en los más diferentes dominios de la moda.
Carla Fernández no se limita a inspirarse de las antiguas civilizaciones mexicanas con técnicas como la chamula o la chusala, de la región de Michoacán. Sus creaciones resucitan mitos prehispánicos con figuras de jaguar, evocan fiestas del Día de Muertos o de la charrería, inventa penachos junto con una modista japonesa. Carla recoge la tradición y la pone en movimiento.