Los agredidos se defendieron y después de tres horas de refriega lograron replegar a los atacantes, a pesar de contaban con el apoyo de la policía y el ejército que vigilaba por cielo y tierra, aunque cuando la violencia se desató permanecieron impasibles. Las primeras imágenes de la disputa, que se transmitieron en vivo, sin la censura que después buscó sepultar la acometida, muestran la humareda y los vehículos incendiados en que los agresores y la policía llegaron; detrás, gente corriendo para protegerse o buscando con qué defenderse. Machetes, piedras, tizones de lumbre y hasta algunos proyectiles de armas de fuego cruzaban el aire y se impactaban en edificios y personas. El saldo fue un muerto y más de 30 heridos, de lo que la autoridad estatal acusó a los agredidos y detuvo a Fidencio Aldama, quien ahora ya se encuentra libre, absuelto de esas acusaciones.
Un año después, el 2 de junio de 2017, hubo otro enfrentamiento, pero no fue en el pueblo, sino en el territorio, tampoco contra los enviados de la empresa, sino directamente contra sus empleados. La policía estatal, como en la agresión anterior, estuvo presente, pero sólo observó. Ese día el pueblo decidió expulsar la maquinaria contratada por Gasoducto de Aguaprieta, quien a pesar de que un juzgado de distrito había otorgado una suspensión para que las obras del gasoducto se suspendieran, seguía trabajando como si nada. Ante la omisión de las autoridades estatales por hacer prevalecer el estado de derecho, las de Loma de Bácum decidieron hacer valer el suyo y, acompañadas de su guardia tradicional, exigieron a los trabajadores suspender los tra-bajos que realizaban y que se retiraran. Después de varias horas de tensión, los trabajadores abandonaron las labores y se fueron junto con la policía que los resguardaba.
Todos esos actos los han emprendido para su defensa, pero también han organizado otros de carácter emancipatorio. Hace tres años comenzaron a sembrar alimentos, un acto subversivo en un lugar donde predomina la renta de las tierras. Iniciaron con los recursos que tenían a su alcance, pero ahora han evolucionado y tienen campos sembrados de hortalizas, frijol y maíz. No siembran para el mercado, como podría suponerse estando en uno de los graneros del país, lo hacen para comer y, sólo si les sobra algo, lo venden. También cuentan con algunos apoyos oficiales, el gobierno estatal les ayudó para la preparación de las tierras y el federal con un tractor. No ven mal los apoyos gubernamentales, pero no quieren que con éstos se controle su futuro porque, aseguran, ese lo construyen ellos de manera libre.
De todo eso se habló el pasado fin de semana entre las actividades para festejar los siete años de resistencia a la última agresión armada que sufrieron y de la cual salieron victoriosos. Entre juegos deportivos, cabalgatas, danzas tradicionales misas y un baile popular, los yaquis de Loma de Bácum recrean su memoria y construyen su horizonte. No se dejan mirar, pero los kaujomes, nombre con el que se reconoce a los últimos hombres que defendieron el territorio con las armas en la mano, se encuentran muy presentes en todo, dando consejos y vigilando que todo marche bien. Están orgullosos de vivir conforme al juramento yaqui, herencia de sus antepasados y guía para su futuro. No lo dicen, aunque lo saben. En el norte del país también soplan aires de autonomía indígena y por sus territorios lo hacen con fuerza. Sólo falta que los del sur los volteen a ver para que se junten y provoquen ventarrones.