Morelia, Mich.,
Para el director Diego del Río su película Todo el silencio trata de darnos cuenta y ser empáticos con quienes tienen una condición vital, sienten y perciben el mundo de otra manera
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La cinta desembarcó ayer en la competencia ficción mexicana del 21 Festival Internacional de Cine de Morelia. Miriam, la protagonista, enseña lenguaje de señas por las mañanas y por las tardes es parte de un montaje de teatro profesional mientras mantiene una relación estable y pasional con su novia, Lola. A pesar de vivir una vida muy cercana a la de una persona sorda, su mundo se empieza a hacer pedazos cuando descubre que está perdiendo el sentido del oído. En la cinta actúan Adriana Llabrés y Ludwika Paleta y es producida por Inna Payán y su productora Animal de Luz.
En charla con La Jornada, Del Río revela: “Adriana y yo trabajamos con alguien que tiene esta condición. Estar en contacto continuo con una persona sorda te obliga a no dar por hecho un montón de cosas. Porque te adentras a un mundo de múltiples sutilezas a muchas categorías dependiendo del nivel de sordera de la persona: si es hija de padres sordos, si es sorda o hablante del lenguaje de señas o si tiene la oralidad cerrada… existe una diversidad inmensa que nosotros desconocíamos y esa fue la semilla que detonó crear esta película, que nos costó mucho tiempo acabar y ahora sale a la luz para que el público la pueda ver. Estamos muy contentos”.
Cuando Del Río se zambulló en el tema de los distintos niveles de sordera: “Me di cuenta de que tenía mucha ignorancia y gran sorpresa cuando me acerqué a ese universo. Antes de trabajar con un actor sordo, no tenía ningún vínculo con personas con esa condición. Otra cosa de las que me di cuenta fue la diferencia de lo que el lenguaje hablado acota a nuestra manera de percepción. Más allá de la sensorial del mundo, como en el caso de los sordos, acota una manera muy específica de expresión, algo que yo admiré mucho de la lengua de señas mexicana fue, precisamente eso, la franqueza de la expresión, la emoción está en primer plano. A diferencia de los oyentes que cuando expresamos algo usamos la palabra y sabemos de qué se trata, por ejemplo ‘sentirse nostálgico’, no tenemos que habitar la nostalgia para expresarla, los sordos sí porque viven en una expresión muy presente.
Eso tiene que ver mucho con la actuación, la idea de generar en presente una situación entre dos personas o dos cuerpos, de lo que está ocurriendo. Los sordos eso no lo pueden dar por hecho, eso me pareció importante.
Múltiples procesos
En el zurcido de la confección de Todo el silencio hubo varios procesos, Del Río explica: “Uno de ellos de colaboración con Lucía Carreras, la guionista, a quien comisionamos para que hiciera el guion; el segundo cuando ya sabíamos que teníamos el inicio de la filmación, el proceso de pensar mi ojo y oído, de cómo se tenía que ver y oír una película con estas características. Yo vengo del mundo del teatro y Todo el silencio siempre la pensé como mi escuela de cine; además, esta película temáticamente me obligaba e invitaba a pensar el sonido, y como alguien me dijo: ‘el sonido es tacto a distancia’ porque las ondas sonoras viajan y tocan el cuerpo del otro”.
Con estas certezas, Del Río pensó en el diseño sonoro “de cómo narrar la pérdida del oído, cómo bajar las ondas auditivas, no únicamente a los tonos medios ni a los agudos. La colaboración con el diseñador sonoro Miguel Hernández fue determinante y, por supuesto, a nivel visual, filmar toda la película con planos secuencia. Eso para mí tenía que ver con montar una escena en el teatro: siento cuando esa ‘escena sucede’ en el salón de ensayos. Entonces, mi lógica fue: si la escena se verifica en el set va a estar en la película y por eso decidí jugar con el plano secuencia y con la colaboración muy íntima con el fotógrafo Octavio Arauz, eso creó una cohesión en el equipo muy especial, porque obligó a que todos los departamentos estuvieran concentrados en estas secuencias que tenían que ser muy precisas. Es la única vez que he filmado, pero para mí fue increíble”.
Esta progresión de la pérdida del sentido del oído contenida en Todo el silencio habla además de las nuevas relaciones sociales y nuevas sexualidades. Del Río concluye: “En este sentido el tema de esta pareja homosexual de lesbianas ni siquiera es un tema a tratar, es un asunto de integración natural en la vida de estos personajes. Para mí era importante tratarlo de esta forma para empezar a detonar otro tipo de miradas. Esta historia se trata de otra cosa porque eso es parte de esa persona, pero no lo que define su identidad. Para mí, Todo el silencio, además de ser sobre la pérdida del oído es también sobre la pérdida de identidad. Ella tiene una identidad de oyente en un mundo de sordos y pierde esa identidad y tiene que adaptarse a esa nueva realidad”.