El galardón reconoce a todos los traductores literarios y les da el estatus de creadores: Selma Ancira

Premios Nacionales
Mi galardón reconoce a todos los traductores literarios como creadores

Para Selma Ancira su labor no es poner palabras equivalentes, sino buscar la música del texto

Reyes Martínez Torrijos
La Jornada

En entrevista, Selma Ancira (Ciudad de México, 1956), luego de obtener el Premio Nacional de Artes y Literatura 2022 en el campo de Lingüística y Literatura, se mostró conmovida, tenía la voz entrecortada y los ojos humedecidos de alegría. Afirmó que entiende que el galardón reconoce a todos los traductores literarios y les da el estatus de creadores.

Ancira expresó su alegría por su gremio, pues es la primera vez que esta distinción, que recibirá mañana en el Palacio de Bellas Artes, recae en un exclusivamente traductor literario. Me da mucha felicidad. Es abrir una nueva puerta para darle a la traducción literaria el estatus de creación.

Caso aparte, matizó, es el de los escritores reconocidos con esta distinción, como José Emilio Pacheco y Sergio Pitol, que dedicaron parte de su trayectoria a la traducción literaria.

Contó que se siente infinitamente agradecida y desbordada por tantas muestras de cariño. Feliz. Ha habido un aluvión de felicitaciones de gente que realmente se alegra con el corazón, no sólo por mí, sino por el gremio, insisto.

Ancira destacó que la escuela de traducción mexicana tiene gran importancia y se trata ahora del reconocimiento a un trabajo que viene haciéndose desde hace muchísimos años por parte de escritores que traducen y de traductores únicamente.

Se refirió a la razón por la que le dieron el premio: Por haber enriquecido el universo literario lector con espléndidas traducciones del ruso y del griego que forman ya parte del capital cultural de México. Sobre ello, dijo que es una gran satisfacción porque precisamente es lo que he buscado: que cada libro traducido por mí no es una calca, sino una obra literaria en sí misma.

La traductora por más de cuatro décadas explicó que el escritor crea sobre una hoja en blanco y nosotros creamos a partir de esa partitura, ese texto ya escrito, pero traducir no es escribir el equivalente de las palabras extranjeras en nuestra lengua, es buscar la música del texto, que cada palabra tenga el mismo peso en la lengua de llegada, en mi caso el español, que en la de partida; es perseguir el equilibrio porque si no armonizan entre sí, el escrito será un fracaso.

Añadió que su objetivo siempre ha sido que la novela, el texto dramático o la poesía que traduce alcance en español el estatus de literatura. No es hacer simplemente una traducción como la que podría hacer Google. Busco que esa obra pueda formar parte del canon de la literatura escrita en español, aunque el original no sea mío.

El cuidado al traducir la ha llevado, refirió Ancira, a investigar cuando, por ejemplo, se ha encargado de un libro donde la gastronomía está muy presente o de novelas que tienen que ver con la música o el parto. En este caso, “tuve que ir a hablar con una partera para que me explicara. Para el porcentaje de la gente que tenga que ver con una especialidad o con lo que se trata en la narración hay que informarse, y para mí misma, para sentirme cómoda.

“Por ejemplo, cuando traduje Zorba el griego, tenía muchas palabras que Nikos Kazantzakis se inventó y no existen en ningún diccionario o bien ya no se usan más. Fui a hablar con gente nonagenaria que había conocido a Kazantzakis y su manera de hablar, para que me explicaran esas palabras y poderlas reproducir en el español del tiempo en que se escribió la novela.”

Selma Ancira, traductora por más de cuatro décadas, busca el equilibrio entre cómo hacer que un texto sea comprendido por el lector sin traicionar el espíritu del autor.

Selma Ancira informó que en la actualidad trabaja en la traducción de la trilogía de Tolstói que reúne sus novelas seudoautobiográficas InfanciaAdolescencia Juventud. “He estado haciendo un retrato de Tolstói con sus diarios y sus novelas por muchos años, con el fin de que la gente se acerque no sólo al Tolstói novelista, sino a esa persona grandiosa que nació conde y murió proletariamente en un vagón de tercera clase en un tren, en noviembre y el invierno ruso.

“Me fascina esa figura. Acabo de terminar Infancia, seguiré con Adolescencia Juventud. Son tres novelas preciosas que se tradujeron hace muchísimo tiempo al español, pero de una manera más apresurada a la que lo estoy haciendo ahora. Me ha costado mucho trabajo la primera, pero cuando la estaba cotejando hace 15 días se me hizo un nudo y me dieron ganas de llorar por lo que estaba leyendo, a veces me pasa por la tristeza o la emoción.”

Mencionó que el trabajo del traductor es como el de la cuerda floja: tiene que estar pendiente del autor y si lo respeta muchísimo, su obra se cae porque la traducción no va a funcionar; si se piensa más en lector que en el autor también se cae porque está privando al texto del espíritu del escritor. Hay un fragilísimo equilibrio entre cómo hacer que le llegue el texto al lector y no traicionar al autor. Ahí está la esencia de la traducción literaria.

Recordó que en sus inicios se enamoró de la poeta Marina Tsvetáieva, en 1979-1980. Me puse a traducirla sin tener editor ni haber traducido nada. Me ha costado muchísimo trabajo porque es una autora que escribe de manera muy concisa, llena de neologismos y da por sentadas muchas cosas que no hay que explicar y, además, pide expresamente que no se explique al lector.

Tsvetáieva ha sido, sostuvo la también crítica, terriblemente difícil y apasionante, al igual que Tolstói y Kazantzakis, “cada uno a su manera. ¿Qué libro es el más difícil? Cada uno lo es. Es un universo al que hay que enfrentarse como si fuera la primera vez para ese autor, porque no puedes repetir lo que descubriste en un texto pasado y te ayudó a traducirlo.

Cada texto tiene sus exigencias, necesidades, ritmo y condiciones propias. Un trabajo muy importante del traductor es oír, como el músico tiene que oír lo que pide el compositor e interpretarlo. El traductor tiene que oír lo que le pide el autor en cada partitura. No hay reglas para ningún autor.

¿Por qué me haces esto, Tolstoi?

Ancira explicó que “cuando me enamoro de un libro, me empiezan a palpitar el corazón y las sienes, y siento que me quiero ir rápido de donde estoy para prender la computadora y ponerme a traducir. A veces me digo: ‘Por favor, Tolstói, ¿por qué me haces esto?’, o: ‘Marina, otra vez me estás haciendo la misma’, pero ese reto a mí me fascina. Es lo que me ha mantenido viva y feliz en esta traducción”.

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