Conocí al doctor Enrique Dussel en el otoño de 1975, si la memoria no me falla. Decenas de estudiantes católicos nos reuníamos para analizar la realidad y también para formarnos teológicamente. Enrique recién había llegado a México exiliado por la persecución política en Argentina. Nos dio una conferencia sobre la eucaristía bajo la óptica de la economía política. Todas las relaciones de producción en el pan y el vino, la carne y la sangre de Cristo, se entrelazaban simbólicamente en una nueva espiritualidad de la liberación. El pobre, la denuncia de la injusticia y la libertad eran sus temas. Todos los jóvenes ahí estábamos deslumbrados con el conferencista, quien nos habló de sus años como carpintero en Nazaret y de las amenazas de muerte y atentado que tuvo que soportar en su país, cada vez más violento que desembocó en el golpe de Estado de 1976. Entonces hizo un comentario que me abatió, y aun ahora me retumba; dijo: Si ustedes trabajan duro intelectualmente estarán en condiciones de producir a los 40 años
. Claro, él tenía casi 42 años y yo solo 20. ¡Tenía que vivir todo el tiempo de mi vida para poder decir algo en este mundo!
Enrique fue gran precursor de la Teología de la Liberación. Junto con Leonardo Boff, Gustavo Gutiérrez, Ignacio Ellacuría, John Sobrino y tantos otros. Marcaron no sólo el pensamiento cristiano sobre lo social, sino que alimentaron poderosos movimientos sociales en todo el continente latinoamericano. También sufrieron la represión secular de las dictaduras, así como la guerra fría eclesiástica, desatadas por Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Otto Maduro, experto venezolano en la relación entre marxismo y cristianismo, visitó México. Estamos en 1981, cenando pizza en el amplio departamento de Enrique en la colonia Roma. La conversación se centra en la relación de Marx con la religión. Enrique decía que había tenido acceso a los manuscritos originales que sugerían hacer reformulaciones del tema. Se levantaba una y otra vez de la mesa para traer libros. Sus hijos pequeños arqueaban las cejas como diciendo cariñosamente: aquí va de nuevo
. La mesa estaba invadida de dos pilas de libros, obstruían la visibilidad de las pizzas, asistíamos a una apasionada cátedra del doctor Dussel. Al paso de 20 minutos, de pronto Otto da un golpe fuerte en la mesa. En tono de súplica, dijo: Enrique, ¿no podemos tener una charla normal y simple? Conversemos con tus hijos, quiero preguntar cuántos años tienen, en qué grado van
. Y Enrique Dussel sonrió, con esa sonrisa fresca casi de niño que le caracterizó, dijo con humildad: Tienes razón
.
A lo largo de los años, me acostumbré ver y aprender de Enrique Dussel en coloquios, conferencias, mesas y debates. Me encantaban sus intervenciones con la gran Carmen Aristegui. Varias veces coincidimos en la formación de militantes de Morena en temas de ética, política y religión. Pero fue en mi espacio de Sacro y profano, del Canal Once, donde disfruté su sabiduría analítica. Siempre fue un invitado de lujo. Lo dosifiqué y ahora me arrepiento. Tuvimos dos programas sobre la Teología de la Liberación, siempre agudo con un sentido de la historicidad. Recuerdo una emisión particularmente sugerente sobre la sexualidad cristiana; Dussel se remontó a los griegos, para confrontar la sexualidad helénica a la cristiana. Otro programa particularmente memorable fue cuando comentó la Cartilla moral. Dussel lamentó la distancia entre los principios éticos y el ejercicio de la política; de manera lapidaria, comentó: Padecemos una generación de políticos en México que carecen de calidad ética. Buscan enriquecerse y han naturalizado la corrupción al grado que ésta se ha cosificado, desnaturalizando a la sociedad
.
Enrique Dussel es uno de los últimos referentes de esa generación dorada del Concilio Vaticano II. Católico que nació en Argentina, pero desde México fue un referente en el mundo para repensar la realidad desde los movimientos populares. Su creatividad intelectual en el campo de la ética también es vasto. Desde su talante católico, construyó la ética y Filosofía de la Liberación. Fue autor de más de 50 libros y se dice de más de 400 artículos, traducidos a más de seis idiomas.
Querido Enrique: ya te estarás uniendo y polemizando con tus filosofos favoritos. Acá abajo, te extrañaremos con la razón y con el corazón.