Traducir al español Nuevo Testamento no fue labor sencilla. Aspectos de su traductor Francisco de Enzinas, 1518-1552

Las razones del traductor:

480 años del Nuevo Testamento de Francisco de Enzinas

Carlos Martínez García

 

Quizá el oficio de traductor es más sutil, más civilizado que el de escritor: es obvio que el traductor viene después del escritor. La traducción es una etapa más avanzada.

Jorge Luis Borges

Los autores hacen las literaturas locales; pero la literatura universal la hacen los traductores.

José Saramago

Francisco de Enzinas nació en Burgos el 1 de noviembre de 1518. Muy joven salió de España, a donde debió regresar en 1537 a causa del proceso inquisitorial contra Pedro de Lerma, su tío por vía materna. Un año después Enzinas abandonó España, ya no regresó más y se asentó en Amberes. En junio de 1539 inicia estudios en el Colegio Trilingüe de la Universidad de Lovaina. Halla un ambiente “evangélico, se lee y comenta libremente a Lutero, a Calvino, a Melanchthon, y hay un interés grande por leer los textos bíblicos en sus fuentes originales”, apunta Jorge Bergua Cavero, biógrafo de Enzinas.

Como muchos otros que tomaron partido por el movimiento de Reforma protestante, Enzinas busca conocer de primera mano lo que acontecía en la ciudad donde Lutero inició la confrontación con la Iglesia católica romana. Por ello ingresa a la Universidad de Wittenberg el 27 de octubre de 1541, se hospeda en casa del principal colaborador de Lutero, Felipe Melanchthon, en cuya casa inicia Enzinas la traducción del Nuevo Testamento al español.

En 1542 tradujo del latín al castellano la Breve y compendiosa institución de la religión cristiana; se trataba del Catechismus de Juan Calvino, de 1538. En la obra incluyó, también traducido del latín, el Tratado de la libertad cristiana, de Martín Lutero, originalmente publicado en diciembre de 1520. Enzinas usó la edición de 1524. El traductor se tomó libertades, ya que insertó material de otras fuentes y comentarios propios. El volumen fue publicado en febrero de 1542, en Amberes.

Casi seis años le llevaría a Enzinas traducir el Nuevo Testamento al castellano, tarea que completó mientras residía en Wittenberg. La base que usó fue el texto griego editado por Erasmo en 1516. Una vez completada la tarea, lo difícil estaba en hallar dónde imprimir la obra. En sus Memorias (1545) narra pormenores del proceso para editar el volumen. Subraya que como “el Nuevo Testamento no fue nunca leído en España por la gente común”, entonces él deseaba terminar con tal falta.

El traductor consideró que la mejor opción para la impresión era Amberes, donde halló interés en el impresor Esteban Mierdmanno, de cuyo taller salió la obra el 25 de octubre de 1543. Enzinas hizo la dedicatoria al emperador Carlos V, a quien llamó Cesárea Majestad, acompañada de unas líneas de Josué 1: “No se aparte el libro de esta ley de tu boca. Antes con atento ánimo estudiarás en él de día y de noche: para que guardes y hagas conforme a todo aquello que está en él escrito. Porque entonces harás próspero tu camino y te gobernarás con prudencia.”

En la presentación que hizo a Carlos V, Enzinas comienza por argumentar el beneficio que significa la existencia del Nuevo Testamento en lenguas vulgares (es decir del vulgo, del pueblo), aunque menciona estar al tanto de las razones dadas por quienes se oponen a ello. Afirma que es provechoso para la “República Cristiana” que se hagan por “hombres doctos y de maduro juicio, y en las lenguas bien ejercitados” traducciones bíblicas “para instrucción de los rudos, como para consolación de los avisados, que huelgan en su lengua natural oír hablar a Jesucristo, y a sus apóstoles aquellos misterios sagrados de nuestra redención, de los cuales cuelga la salud, bien, y consolación de nuestras ánimas”.

Enzinas enumera tres razones que le llevaron a realizar la traducción. En la primera hace un símil con los tiempos del Nuevo Testamento. Cita la oposición del sumo sacerdote y sus aliados a que Juan y Pedro predicaran las enseñanzas de Jesucristo. Entonces Gamaliel (fariseo, doctor de la ley, quien era maestro de Pablo) exhortó a los integrantes del Concilio para que dejaran en libertad de enseñar a Pedro y Juan, ya que si diseminaban meras doctrinas humanas las mismas no fructificarían, pero si procedían de Dios entonces no había forma de ponerles alto.

Las evidencias marcaban, argumentaba Enzinas, que los esfuerzos prohibicionistas contra las traducciones bíblicas no tenían éxito, sino que, al contrario, más bien se multiplicaban y él quiso sumarse al esfuerzo: “me he movido yo también a hacer algo en este negocio, y aprovechar en lo que pudiera a los de mi nación; y si no cumplidamente, a lo menos algún tanto”.

Esgrime como segunda razón que con la traducción buscaba honrar a la nación española, la cual carecía de las Escrituras en su propio idioma: “Es así que allende de todos los griegos y de todas las otras gentes del mundo que conocen la redención de Jesucristo, los cuales en su lengua leen la Sagrada Escritura, no hay ninguna nación, en cuanto yo sepa, a la cual no sea permitido leer en su lengua los libros sagrados, sino a sola la española”. Aduce que otras naciones europeas (entre ellas Italia, Francia, Alemania, Inglaterra, Escocia, Países Bajos e Irlanda) tenían traducida la Biblia a su respectivo idioma. En contraste a España “rincón y remate de Europa, no sé yo por qué esto le es negado”.

El tercer motivo que lo había “persuadido a tomar este trabajo” era que si fuese malo hacer traducciones bíblicas a distintos idiomas entonces existiría prohibición expresa por parte del Emperador y/o del Papa. Al no haber disposiciones que vedaran la traducción, entonces, concluía Enzinas, él no estaba contraviniendo ley alguna al respecto.

En cuanto a la tercera razón argumentada por Enzinas es necesario recordar que el Concilio de Trento tuvo su primera sesión en diciembre de 1545. En la cuarta (8 de abril de 1546) se tomó la decisión de prohibir las traducciones e impresiones de la Biblia en lenguas de los pueblos y declaró como única autorizada la Vulgata Latina traducida por Jerónimo de Estridón en el siglo V. El Index de Fernando de Valdés (1551) explícitamente prohibía la Biblia en castellano o en cualquier otra lengua vulgar. La medida quedó confirmada por el Index romano de 1559.

En la traducción bíblica Enzinas fue predecesor de Juan Pérez de Pineda y Casiodoro de Reina. El primero, exiliado en Ginebra, se valió de la traducción neotestamentaria de Enzinas para publicar una revisión en 1556. El segundo, Reina, también desarraigado de territorio español, usó el trabajo de Enzinas y completó la traducción de la Biblia, publicándola en septiembre de 1569, en Basilea.

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