La Jornada
Madrid.
Las quemas de baja intensidad pueden reducir drásticamente, en 60 por ciento, el riesgo de incendios devastadores durante años, según muestra un estudio realizado en Estados Unidos.
Los resultados, publicados en la revista Science Advances y que son de los primeros en cuantificar de forma rigurosa el valor de las quemas de baja intensidad, llegan en un momento en que el Congreso está revaluando la estrategia del Servicio Forestal de Estados Unidos en materia de incendios en los bosques como parte de la reautorización de la Ley Agrícola.
Tengo la esperanza de que los responsables políticos se basen en este trabajo como motivación y apoyo para la ampliación de los incendios beneficiosos como estrategia clave en la prevención de catástrofes por los forestales
, asegura en un comunicado Michael Wara, coautor del estudio y director del Programa de Política Climática y Energética del Instituto Woods de la Universidad de Stanford para el Medio Ambiente.
El fuego beneficioso no está exento de riesgos, pero lo que muestra nuestro estudio es lo grandes y duraderas que son las ventajas de esta estrategia crucial de reducción del riesgo
, añade.
El estudio, centrado en California, se produjo casi exactamente cinco años después de que el estado sufriera el incendio forestal más mortífero registrado, el Camp Fire. El clima más cálido y la supresión de incendios han propiciado la acumulación de árboles y maleza que alimentan llamas cada vez más destructivas.
Práctica indígena
Pero no siempre ha sido así. Durante milenios, los pueblos indígenas permitieron que ardieran los bosques y aplicaron fuego intencionadamente a la tierra por motivos que iban desde la ceremonia hasta la subsistencia. Como resultado, los precoloniales de California contenían menos combustible para las hambrientas llamas y eran más capaces de retener la humedad, claves para la resistencia al fuego y a la sequía.
No es ningún secreto que las regiones propensas a los incendios forestales necesitan pasar de un enfoque centrado exclusivamente en la extinción a otro que incluya una quema mucho más controlada y la capacidad de recuperación de los bosques.
Investigaciones anteriores dirigidas por Stanford han demostrado que sólo California necesita tratamientos contra el combustible –ya sean quemas prescritas o aclareo de la vegetación– en unos 80 mil kilómetros cuadrados o casi 20 por ciento de la superficie del estado.
Sin embargo, hasta ahora, los estudios que evaluaban los efectos beneficiosos de los incendios prescritos y de baja intensidad se habían limitado a zonas relativamente pequeñas, como un único espacio natural o una cuenca hidrográfica. Para este trabajo, los investigadores revisaron 20 años de seguimiento por satélite de incendios forestales en más de 100 mil kilómetros cuadrados de bosques californianos.
El equipo –expertos en política de incendios, científicos especializados en salud pública e investigadores en estadística y aprendizaje automático– armonizó múltiples conjuntos de datos estatales sobre las características del combustible y el comportamiento de los incendios, incluida su intensidad (medida por la cantidad de energía liberada) y gravedad (medida por el impacto de los grandes incendios en el ecosistema).