Cantarranas 34′: el arte fotográfico de Romualdo García
Juan Manuel Herrera
Apuntes, notas, aproximaciones. Una larga temporada para el artista Pablo Rulfo, ocupado en ver con atención y sentir el rumor de tantas voces de quienes caminaron por Cantarranas en Guanajuato y entraron a la casona con el número 34, donde Romualdo García abrió su estudio en 1887. Algunos llegaron en silencio, los Angelitos, pero su presencia es perdurable.
Rulfo nos da un resumen magistral de todos los años en los que sus obras y, sobre todo, su conversación con García tuvo lugar. El tiempo en el que nos asomamos a esas obras, treinta fotografías y treinta y cuatro obras relacionadas con Romualdo García, más dos obras que el artista incluye como afortunado corolario.
La nota de Merry McMasters da el testimonio más certero: escuchemos a Pablo Rulfo:
Ha sido un proceso de análisis, conocimiento y acercamiento a los personajes, pausado, lento, sin prisas. Además, me ha acompañado la manera de pintarlo, que obedece a un sentido de la materia pictórica. Encontrar, pues, una materia adecuada para expresar esto me ha llevado tiempo. Es trabajar con materiales que tienen memoria porque la esencia de esta serie es eso. La memoria en cuanto a la emoción, el material para encontrar el sentido que los cuadros me van indicando… Dejarlos de lado, retomarlos, olvidarlos, retomarlos de nuevo e irlos redescubriendo cada vez.
La primera vez que vi fotografías de Romualdo García en el Archivo General de la Nación fue en 1981, y un año antes Pablo Rulfo descubrió el libro de Claudia Canales: Romualdo García, un fotógrafo, una ciudad, una época (coedición del Gobierno del Estado de Guanajuato y el INAH), que fue saludado en su día con elogios por una autoridad entre nosotros, el doctor Aurelio de los Reyes: “Estudios en los que se domine la nostalgia o el gusto por la belleza de las imágenes, o en los que se limite el juicio negativo fácil entendido como crítica, son escasos: una de esas excepciones es el libro que nos ocupa, que integra nostalgia, conocimiento y crítica.”
El tiempo como emoción es la materia principal de esta exposición. Una experiencia de conocimiento de Rulfo a los personajes en las habitaciones de la memoria de Cantarranas 34. Así como Romualdo García tenía sus soportes para colgar los telones de fondo, en estas treinta fotografías predominan dos (el arco y la columna con escalinata) y aparece la playa y la barca en la fotografía del niño marinero, Pablo Rulfo ensaya sus propios telones de fondo que son una atmósfera, en la que es prescindible el mobiliario. Espacios sin tiempo o perdurables que, a la manera de una niebla de montaña, ocultan o muestran pero a condición de estar muy atentos, de no perder de vista. Quizá el propio Romualdo García pintó sus telones, así que Rulfo también retrata con su propia cámara oscura cuyo tiempo de exposición se mide en años.
No es casual, no es nuevo el interés de Pablo Rulfo en la relación de la fotografía y la pintura. Es parte esencial de su obra. Gracias al pintor Rulfo conoceremos mejor al fotógrafo García y merced a una presencia duradera de los personajes de Romualdo García, los arcos emotivos que descubre Pablo Rulfo nos permiten sentir de otra manera los más profundos motivos de quienes en su día dejaron testimonio de su vida en Cantarranas 34.
La maestría de Pablo Rulfo asombra y desconcierta. Ha logrado alcanzar una verdad, una manera de hacer apuntes de una gran riqueza emocional en la relación con nuestros antepasados, ha tomado notas puntuales de un encuentro esencial a lo largo del tiempo, y sus aproximaciones, como en los sueños, alcanzan un elevado nivel que no es extraño calificar de poético.
Sí, es un homenaje a Romualdo García; gracias, maestro Pablo Rulfo.