En 1868 se fundó la Escuela Nacional Preparatoria en ese edificio, por lo que la sede de Jurisprudencia fue trasladada al ex convento de la Encarnación, posteriormente al de la Enseñanza y, por último, en 1908, se asentó en su nueva sede, reconstruida sobre el antiguo convento de Santa Catalina de Siena.
Esto nos lleva a recordar la historia del convento de monjas dominicas que llegaron a la Nueva España a fines del siglo XVI y fundaron en la Ciudad de México el convento de Santa Catalina de Siena. Tres hermanas, conocidas con el nombre de las Phelipas, donaron su casa para que fuese la sede y para la manutención les entregaron varias haciendas.
A lo largo del virreinato las dominicas no observaban vida comunitaria, ya que cada monja poseía una pequeña casita
que compartía con niñas y criadas, las que frecuentemente eran esclavas. Esto sucedía en la mayoría de los conventos en la Nueva España, situación que causaba enorme malestar a sus colegas españolas, quienes presentaban frecuentes quejas.
Para solventar esta cómoda vida, las religiosas contaban con numerosas propiedades que les brindaban jugosas rentas. Ésta vio su fin a fines del siglo XVIII, con las reformas borbónicas, y se agravó después de la Independencia, cuando los distintos gobiernos les requerían dinero constantemente para pagar deudas, sueldos, guerras y demás. El golpe mortal se los dieron las Leyes de Reforma, que despojaron a las órdenes religiosas de sus propiedades.
Una vez vacío, el gobierno dedicó el convento a cuartel, para luego demoler una parte con el fin de que se construyera la que habría de ser la Escuela de Jurisprudencia; el templo se salvó y despojado de sus altares barrocos se convirtió en iglesia presbiteriana. Sobrevive la fachada con dos portadas y un nicho con la escultura de Santa Catalina.
La Escuela Nacional de Jurisprudencia pasó a formar parte del patrimonio universitario y en 1954 se trasladó a la Ciudad Universitaria, abandonó el céntrico edificio y se transformó en Facultad de Derecho.
Recientemente el inmueble fue objeto de una profunda remodelación que realizaron universitarios de la Facultad de Arquitectura y del Instituto de Ingeniería de la UNAM, quienes estuvieron a cargo del reforzamiento de estructuras, fachada y cambio de instalaciones bajo la sabia batuta del arquitecto Xavier Cortés Rocha.
Ya se pueden apreciar las remodelaciones hechas al auditorio, al aula de Juicios Orales y a la Biblioteca, que gracias a generosas donaciones de ex alumnos ilustres alberga un total de 28 mil 250 libros.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia supervisó las obras y cuidó el proceso de excavación y recuperación de hallazgos arqueológicos, así como de la conservación de la identidad del emblemático edificio.
En una visita privilegiada con la guía del tlatoani Eduardo Matos –el fundador de Proyecto Templo Mayor– y Patricia Ledezma, su joven y talentosa directora, conocimos uno de los hallazgos más relevantes: una enorme cabeza de serpiente extraordinariamente labrada y con ricos restos de los colores originales.
La pieza está en un cuarto cerrado con temperatura y humedad especiales para que se seque lentamente y sin perder los colores. Es una labor difícil, muy delicada y de gran paciencia en la que los restauradores del INAH son reconocidos internacionalmente.
Parece haber sido parte de una edificación mexica, que se encontró en el centro del patio; se identificó, entre otras, una escalinata y una alfarda que, gracias al manto freático de la Ciudad de México, conserva su recubrimiento original de estuco. La escalinata está orientada al norte, por lo que se piensa que pudo pertenecer a un inmueble de acceso al recinto sagrado de Tenochtitlan.
A unos pasos, en Donceles 104, está El Colegio Nacional, cuya cafetería, a la par de ofrecer un apetitoso refrigerio, permite apreciar la belleza del inmueble y comprar en la librería alguna buena obra de los integrantes.