«Ritmo Peligroso», ¿Cuántas bandas conoce que cumplan cuarenta y cinco años de vida?

Bemol sostenido

Alonso Arreola

Primero lo primero, lectora, lector. ¿Cuántas bandas conoce que cumplan cuarenta y cinco años de vida? ¿Cuántas, además, podrían convocar a los mayores exponentes de su generación para celebrarse en un recinto como el Teatro de la Ciudad de México? Difícil decirlo, ¿cierto? Le ayudamos: Ritmo Peligroso es una de las poquísimas en conseguirlo.

Antes de lanzar más flores a Piro, Avi Michel, El Gato, Mosy Bit y compañía, debemos confesarle algo: nosotros llegamos al concierto prácticamente de casualidad, por invitación de amigos mutuos. Nos enteramos de rebote, lo que compartimos aquí pues el recinto debió lucir pletórico dada la relevancia del acontecimiento. En backstage pudimos atestiguar, además, una suerte de caos amoroso. Vimos a un montón de amistades y técnicos que deambulaban sin atender del todo a la relojería del asunto, pero eso sí, con una gran sonrisa y con el espíritu encendido. Fuimos muy afortunados. El resultado sería memorable.

Ocurrió el pasado miércoles 15 de noviembre. Sabo Romo (Caifanes), Cecilia Toussaint, Sergio Arau (Botellita de Jerez), Armando Palomas, Rubén Albarrán (Café Tacuba) y Doctor Shenka (Panteón Rococó). Ellos y otros se juntaron para flotar sobre el repertorio de este Ritmo Peligroso, plasmado en una decena de álbumes en estudio e incontables conciertos a lo largo y ancho de México.

Formada en 1978, la entonces Dangerous Rhythm nació colgada del punk y el new wave anglosajones, pero a los pocos años, ya con el nombre traducido, lideró una ola fundamental para el corazón de una ciudad que comenzaba a cantar en español, y que desde el underground reconfiguraba los vehículos del rock. Así, de los hoyos fonquis a los primeros espacios que formalizaban sus tinglados enfrentando al conservadurismo del poder, Ritmo Peligroso daba pasos que otros muchos seguirían con el boom de la movida española y del temple postdictatorial de Argentina.

Año clave fue 1988, cuando el grupo recibió un relámpago de inspiración lleno de intuición y fuerza. Hablamos del momento en que editó su quinto disco, el homónimo Ritmo peligroso, ése que incluyera dos himnos latinos: “Déjala tranquila” y “Contaminado”. Por supuesto, hay que decirlo, esa semilla estaba plantada desde canciones anteriores. Verbigracia: “Marielito”, tema previo inspirado en el famoso éxodo cubano que fluyera de Puerto Mariel a Estados Unidos durante 1980.

Lo anterior es natural si recordamos que Piro Pendás, letrista y voz del grupo, tiene ascendencia cubana. De garganta privilegiada y gran porte escénico, se apoderó del micrófono en un México que modelaba a sus primeros frontmans nativos. Quienes pudimos verlo en aquellos años supimos que numerosas figuras lo tomarían de ejemplo. No es gratuito que para esta noche de celebración sumara a tantos de sus contemporáneos.

Dicho eso, Piro no viaja solo en estos ritmos peligrosos. Sus barcos de aire comparten espacio con otros piratas de reconocida eficiencia. Mosy exhibe el poder inmortal que un buen solo de guitarra conquista. El Gato presume en la batería una creatividad que hereda los mejores trazos de Stewart Copeland (The Police). ¡Qué mano derecha! El bajeo de Avi Michel ha de comentarse aparte.

El discurso de su instrumento nunca dice más de lo que necesitan las canciones. Se aleja de la verborrea que a otros nos gobierna en el mundo del experimento lúdico. “Es puntual”, dice Sabo acercándose a nuestro oído cuando comentamos el sonido redondo y profundo de el Gringo. Porque así le decimos a este amigo, estadunidense amante del son, la salsa, la cumbia y el danzón.

Entre todos integran un cancionero atemporal que aplaudimos con efusión, sumándonos a quienes bailaron y aplaudieron de pie tan encomiable onomástico. Sea pues. ¡Larga vida a Ritmo Peligroso! Espere con atención alguna fecha de concierto y póngase los zapatos cómodos. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

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