Guadalajara, Jal.,
El escritor francés Pascal Quignard, autor de una obra que asume sin ambages la exigencia de la literatura más pura, fue recibido con vítores y alegría por el público en el Paraninfo de la Universidad de Guadalajara, en su primera visita a México.
El literato de talla mundial, ganador del Premio Formentor 2023, impartió al mediodía una conferencia en la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar, donde retribuyó a sus lectores mexicanos con las palabras profundas sobre el compromiso con la creación literaria y escanció una parte de su prosa.
El autor de culto se desplegó en el recinto y cambió su rostro, antes sonriente. El discurso de Basilio Baltasar que detalló las cualidades de Quignard fue escuchado con atención por el austero escritor, quien portaba una chaqueta negra y lentes redondos y plateados bajo su cabello del mismo color.
Tras un fervoroso aplauso de los presentes, el autor de Todas las mañanas del mundo comenzó su pieza: “Es increíble lo exigente que puede llegar a ser la obra. No pueden hacerse una idea de lo que te exige. Te despierta en plena noche.
De pronto se te ocurre una idea. Una idea no es más que una frase, una entonación a la que acompaña otra. No hay noche en que no te despierten, una u otra, o la tercera. Como ráfagas. A las 2 de la madrugada o a las 4. Si vuelves a acostarte, ella hace que te levantes. Oyes todos los pájaros. La obra acompaña a los pájaros.
Quignard recordó cómo desde hace medio siglo esta pasión “te atormenta, te atenaza. Exigente, no se aparta de tu lado. Está al acecho, como una fiera. Como una fiera al acecho de cualquier cosa que pase. Sin destinatario.
“No responde a ningún requerimiento. A ningún encargo. A ningún editor. Nada la recompensa. Ninguna tirada. Ninguna crítica. Ninguna opinión. Ningún premio (…) el arte no se dirige a nadie.
Tan sin destinatario como las cornamentas enmarañadas y magníficas que lucen en sus cabezas los ciervos en el bosque.
El público, entre el que se encontraba el narrador nicaragüense Sergio Ramírez, gozó las palabras que se refirieron a la mítica Babel a través de la potencia del griego Ovidio: que una delgada grieta se había abierto en la muralla. A través de esta grieta, una muchacha y un joven se dirigían palabras de amor. Píramo amaba a Tisbe. Tisbe amaba a Píramo
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Quignard sigue con voz clara y sin prisa, hace pequeños ademanes, se desenvuelve en el sitio como si el permanecer estuviera en sus palabras, contra la finitud del ser. El silencio también forma parte de su discurso. Después interpreta a los amantes: Amor mío, antes hay que abandonar Babel. Hay que abandonar el discurso. Hay que conquistar el silencio. Nos reuniremos allí donde se levanta la tumba de Nino. Citémonos junto a la zarza de moras. Donde está la zarza de moras hay un manantial. Encontrémonos bajo esa sombra. Nos besaremos oyendo el canto de ese manantial
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Y ante la trágica realidad que rompe el sueño, concluye: El arte es la grieta en lo simbólico. La literatura es ese camino de voz en la muralla de Babel
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