La escala de contagio de esta enfermedad desquició al mundo. Con relación a este desquiciamiento quisiera referirme a lo que Sigmund Freud escribió en 1919 acerca de lo siniestro.
Tema al que me he referido en otras ocasiones y que pienso está en concordancia con la crisis emocional que toca a los habitantes del mundo.
Freud puntualizaba que no hay duda alguna de que lo ominoso, lo siniestro, pertenece al orden de lo terrorífico. Aquello que suscita angustia y horror.
Lo ominoso es aquella variedad de lo terrorífico que se remonta a lo consabido de antiguo, a lo familiar desde hace largo tiempo.
Al preguntarse Freud cómo es posible que algo familiar se vuelva ominoso y en qué condiciones se presenta de esta forma, recurre al análisis de la palabra unheimlich, que es lo opuesto de heimlich.
Lo ominoso resulta algo terrorífico, justamente porque no se conoce.
Sin embargo, sólo puede decirse que lo novedoso se vuelve fácilmente terrorífico y ominoso. Algo de lo novedoso es ominoso, pero no todo. Lo nuevo y no familiar tiene que agregarse a algo que lo vuelva ominoso.
Lo ominoso sería siempre en verdad algo dentro de lo cual uno no se orienta.
Lo heimlich se torna unheimlich, pero, como Freud advierte, el vocablo no es unívoco, sino que está abierto a múltiples sentidos, y lo que aparece es el retorno de lo reprimido infantil.
La lectura del texto de Freud ilustra a la perfección el juego en el que parecemos suspendidos en el aire.
Aquello antaño hospitalario, se convierte en agreste e inhóspito. El amigo en enemigo, el civilizado en salvaje, la seguridad en miedo, la certidumbre en desconfianza. Todo se torna desdoblamiento especular de aquello íntimo, familiar y a la vez siniestro que nos habita.
Se confunden el adentro y el afuera, la fantasía con la realidad y la realidad se sale de sus goznes.
La angustia lo maquilla todo, lo más irracional aflora, la capacidad de reflexión nos abandona y el delirio se traslapa con los grandes riesgos que conlleva.
Decía el poeta Meleagro: La única patria, extranjero es el mundo en que vivimos, un único caos produjo a todos los mortales
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