Franz Beckenbauer, campeón mundial, jugador y entrenador de la selección de Alemania 

Murió Franz Beckenbauer

El mundo despide al Káiser

Fue un artista y un pensador que transformó este deporte, dice Bora Milutinovic a La Jornada

El jugador germano es considerado uno de los mejores defensas de la historia.
Alberto Aceves
La Jornada

Franz Beckenbauer, campeón mundial como jugador y entrenador de la selección de Alemania, falleció el domingo a los 78 años, convertido en un mito indestructible en la historia del futbol. Con profunda tristeza tenemos que anunciar que mi esposo y nuestro padre falleció en paz mientras dormía. Les pedimos que nos permitan guardar luto en paz, expresó su familia en un comunicado que recorrió el mundo en todos los idiomas.

Desde los años 70, el Káiser fue uno de los mejores defensas de la historia, la imagen de un emperador que completaba sus virtudes jugando con galera, guantes y bastón, como alguna vez describió el uruguayo Eduardo Galeano en su libro El futbol a sol y sombraBeckenbauer demostraba que la elegancia puede ser más poderosa que un tanque, y la delicadeza, más penetrante que un obús. Enfrentarlo provocaba una pesadez parecida a la resignación, un intento de desafiar al gran Quijote de Alemania.

Ex capitán de la selección de la RFA, seleccionador de 1984 a 1990 y después dirigente del Bayern Múnich, el hombre que conducía siempre la pelota con la cabeza levantada, oteando el horizonte para imaginar la siguiente jugada, se había retirado de la actividad pública en sus últimos años por problemas de salud.

Fue definitivamente el jugador alemán más grande de todos los tiempos y, por encima de ello, un hombre formidable, señala el vicepresidente de la Federación Alemana de Futbol, Hans-Joachim Watzke.

En el barrio obrero de Giesing, hacia el sur de Múnich, aprendió a jugar al futbol a los 9 años en el TSV Múnich 1860. Algunos dicen que lo hacía sin despeinarse. Sus dotes de liderazgo brillaron cuando el Bayern, el club de su vida y donde conquistó tres Copas de Europa consecutivas –ahora Liga de Campeones–, lo convirtió en capitán durante sus periodos más exitosos. Admirado y respetado, reconfiguró la posición de líbero con elegantes transiciones entre la primera y segunda línea del medio campo. Por suerte, siempre acababa saliéndome con la mía, decía. Y el tiempo le dio la razón.

Su estilo remodeló la forma en que se jugaba al futbol en su época, destaca el titular de la UEFA, el esloveno Aleksander Ceferin. Por eso la historia del futbol alemán no puede contarse sin él. Más que una leyenda, Franz era un pensador, un artista, alguien con un corazón muy grande, dice a La Jornada desde Qatar el serbio Bora Milutinovic, amigo y muchas veces rival del alemán en los Mundiales de la FIFA. Se fue un amigo, una persona que transformó como pocas este deporte. Mi vocabulario no alcanza para describirlo. Lo voy a extrañar muchísimo.

Los recuerdos del serbio y el partido del siglo

En los cuartos de final del Mundial 1986, la Alemania dirigida por Beckenbauer eliminó a México en el estadio Universitario (4-1 en penales), en el único antecedente de una selección nacional que jugó cinco partidos en la Copa. Bora recuerda que el Káiser se acercó a él rumbo a los vestidores y reconoció con un abrazo la gran resistencia que tuvo su equipo al enfrentar a la MannschaftFue una amistad sincera, de mucho respeto y con momentos inolvidables. Ese fue el histórico quinto partido. A Franz le gustaba la actitud de mis jugadores, que fue extraordinaria. Decía que la gente debía recordar por mucho tiempo a esa generación.

La leyenda del Káiser se construyó también sobre imágenes que pasaron a la historia, como su participación en la semifinal del Mundial de 1970 que los alemanes perdieron ante Italia en el Azteca. Aquel llamado partido del siglo.

Desde entonces, cada 17 de junio despierta el recuerdo del líbero alemán con el hombro vendado por lesión después de un choque con el italiano Sandro Mazzola. En medio de un encuentro de locos, con empate en los 90 minutos y un tiempo extra en el que se registraron cinco anotaciones, terminó de pie sobre el campo con el brazo en cabestrillo.

Uno de los grandes privilegios de mi vida fue haber conocido a Franz, sostiene el ex atacante y ahora director del representativo alemán, Rudi Voller. “Nuestra etapa juntos con la selección nacional se vio coronada con el título del Mundial de 1990 en Roma, algo que nunca habría sido posible sin su extraordinario entrenamiento. el Káiser fue una inspiración para más de una generación, y seguirá siendo para siempre la luz brillante del futbol de nuestro país”.

Además de coronarse en la Eurocopa 1972 y en la Copa de 1974, en una inolvidable final contra Holanda, entonces convertida en una Naranja Mecánica de la mano de Johan Cruyff, Beckenbauer agregó a sus reconocimientos individuales los Balones de Oro de 1972 y 1976, que tuvieron especial mérito al tratarse de un defensa, cuando tradicionalmente se recompensa a jugadores de perfil ofensivo.

El final de su carrera tuvo como destino Estados Unidos, donde fue parte del Cosmos de Nueva York Cosmos de 1977 a 1980. Como entrenador, su gran momento fue la conquista de Italia 1990, superando a la selección de Argentina de Diego Armando Maradona, con la que había perdido la definición del mismo torneo cuatro años antes en México.

Antes de su época ya era el mejor. Después de él, no creo que haya otro, concluye Bora, conmovido aún por la noticia.

En los despachos, el Bayern fue su terreno de aprendizaje. Allí ocupó los principales puestos directivos antes de ser el rostro principal del Comité de Organización del Alemania 2006, torneo que una década después quedó empañado por las sospechas de corrupción en la obtención de la sede en 2000. Beckenbauer siempre negó las acusaciones al respecto.

Clubes, federaciones, ex jugadores históricos y numerosas personalidades e instituciones en el mundo lo despidieron como uno de los símbolos más grandes en el futbol.

Con información de Afp

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