Lorenzo Córdova tira la máscara
El ex consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE) Lorenzo Córdova Vianello será el orador único en la manifestación convocada por organizaciones opositoras para el 18 de febrero próximo. El acto, denominado Marcha por nuestra democracia, es impulsado por los distintos membretes que coordina el magnate Claudio X. González para mantener unidos a PAN, PRI y PRD en un proyecto cuyo propósito, de tintes inequívocamente restauradores, es poner fin a la llamada Cuarta Transformación e impedir un segundo periodo presidencial de Morena y sus aliados.
Al aceptar el papel de vocero de esa coalición, Córdova Vianello confirma la veracidad de los señalamientos que por años se hicieron en torno de su parcialidad y el faccionalismo con el que ejerció su labor al frente de la autoridad electoral. Las simpatías que ahora quedan a la vista y que asume, no como ciudadano, sino como representante del bloque opositor, explican las decisiones irracionales, los exabruptos, las maniobras legaloides y las interpretaciones sesgadas de la ley que caracterizaron su gestión.
Entre los episodios que resultarían incomprensibles si Córdova hubiera sido el árbitro objetivo que decía ser, vale la pena mencionar el cambio de los criterios para la asignación de los escaños plurinominales cuando ya se encontraba en marcha el proceso electoral 2020-2021, en el cual el partido gobernante arrancó como amplio favorito; la anulación de dos candidaturas de aspirantes morenistas por causas que siempre se habían resuelto mediante multas o apercibimientos, y los descarados intentos de perpetuar su control sobre el instituto prolongando de manera indebida el periodo de Edmundo Jacobo Molina como secretario ejecutivo del INE.
Además de exhibirse a sí mismo, al aceptar el encargo de fungir de orador único, Córdova desnuda la debilidad de una oposición carente de cuadros propios y huérfana de referentes intelectuales. Ante su carencia de liderazgos, las derechas reciclan a un personaje salpicado por la vieja lógica de cuotas y cuates con la que se repartieron (y, según demostró el dirigente blanquiazul, se siguen repartiendo a nivel local) los cargos de los organismos pretendidamente autónomos. De este modo, los partidos de Fuerza y Corazón por México renuncian a presentar a su candidata, Xóchitl Gálvez, como la abanderada de una ciudadanía plural, ajena a los pactos corruptos y a las políticas antipopulares que llevaron a su derrumbe en las preferencias electorales.
La impudicia con que Córdova pasa, en menos de un año, de árbitro a jugador estrella es una demostración más de la necesidad de regular la práctica de la puerta giratoria, es decir, de que los ex funcionarios usen la información privilegiada y los contactos tejidos dentro de la administración pública para dar ventajas tramposas a sus empleadores en el sector privado. En este caso, alguien que tuvo la encomienda de vigilar a los partidos se alinea mediáticamente con algunos de ellos y toma el testigo como su principal respaldo oratorio.
Además del descrédito adicional que acarrea a su persona con esta confirmación de sus afiliaciones partidistas, el ex consejero revela la falsedad de las premisas con que defendió las ofensivas remuneraciones que perciben las cúpulas de los organismos autónomos y el Poder Judicial: según él y otros funcionarios, las percepciones exorbitantes serían necesarias para mantener su independencia y su imparcialidad frente a los actores políticos. Sin embargo, los 1.9 millones de pesos que recibió por concepto de compensación por terminación de la relación laboral
y los 4 millones 837 mil pesos por un seguro de separación individualizada, además de otras canonjías que ha mantenido en secreto, no bastaron para evitar su fichaje por parte de agrupaciones a las que supuestamente fiscalizaba.