tontasy bloqueos precisos. Ambas realidades llevadas hasta el extremo: intensos bombardeos indiscriminados, incluyendo escuelas y hospitales, así como cerrar llaves de alimentos, agua, gas y medicinas. La perfecta y criminal fórmula para causar severos daños a una población, casi inerme, encerrada en un apretujado gueto de concepción y diseño de esa mayoritaria, supremacista, militarizada y colonialista mente israelí ya bien documentada.
Su presumida prepotencia ante la crítica opinión mundial deviene de la constante, totalitaria y tramposa cobertura que le presta EU. Una constante política que pretende usar a Israel como subrogada plataforma de fuerza ante las naciones de Medio Oriente. Al fortalecer la capacidad destructiva del ejército israelí, se imponen también los intereses de dominio estadunidenses. Por ello los apoyos fluyen en los órdenes necesarios para cimentar tal capacidad, disuasiva y ejemplar, en su determinación guerrera. Una cobertura que mucho le está costando al mando político y hasta al pueblo estadunidense. Con amplia seguridad, algo de ello se habrá de reflejar en los votantes respecto a las pretensiones de Joe Biden por relegirse. Los cambios de realidades y conciencia en el mundo es un reciente, pero acelerado, fenómeno geopolítico. El sur global es una más de las consecuencias derivadas de esos desplantes, soberbios y arbitrarios, de un imperio que se sigue pensando hegemónico y que ya no lo es.
De aquí que, la decisión del gobierno mexicano de enviar, junto con el de Chile, la petición a la Corte Internacional de Justicia para que investiguen posibles crímenes en Gaza por Israel, sea, en efecto, un paso por demás trascendente. Y lo es, en primer término, por responder a motivaciones de profunda humanidad. Se apoya tal compromiso en categorías morales y éticas como sostenes legítimos. Además, subrayan una valiente, digna y realista postura de política externa.
El gobierno de México no quiere voltear hacia el infinito y, mustiamente, ceder a temores por las múltiples y ciertas presiones que habrán de seguir. Bien sabe el presidente López Obrador del peso de las élites –en especial financieras– de muchos países que apoyan el seudoderecho del Estado judío para defenderse. Entendiendo por ello, el desproporcionado ataque a los palestinos como consecuencia directa. Los objetivos que sus obcecados dirigentes han mencionado (destruir Hamas y rescatar prisioneros) no caben en la feroz enjundia de sus ataques a la población civil. Ahí están las escalofriantes cifras y fundadas opiniones de una miríada de organismos internacionales que dan cuenta de la catástrofe ocasionada. Trátese de relatores de la ONU, o de su mismo secretario general, de la Unesco, de Médicos Sin Fronteras y muchas organizaciones humanitarias, incluyendo de civiles israelíes. Todas patentizando el genocidio en marcha como tétrica verdad activa o, al menos, detener la ofensiva en marcha.
La pretensión de expulsar a los palestinos de su tierra es, abiertamente, la desmedida pretensión israelí. Su premier así lo declara sin subterfugio. Israel quiere, desde hace tiempo, adueñarse de todo el territorio, ahora bajo su asedio y disputa. Razón por la cual no aceptan la creación de dos estados en esas tierras, a pesar de la determinación de la ONU de 1948. Hasta la misma creación de Hamas, impulsada y sostenida durante años por Israel, tuvo ese propósito. Crucial información que fue revelada por el comisionado europeo para las relaciones externas de la Unión Europea –Josep Borrell–. Fue, qué duda, una estrategia divisionista para mermar a la Autoridad Nacional Palestina (Al Fatah) ahora asentada en Cisjordania. Que hasta le tienen congelados los fondos fiscales que le pertenecen, pues los cobra Israel.
Se acumulan denuncias ante cortes internacionales por los agravios israelíes. En estos días, Borrell mismo presentó un plan integral de paz que cita a la acción, inmediata y combinada, de varios países. Tanto Bélgica como España lo impulsan, aun cuando hay notables disparidades en el seno de la comunidad europea. Las decisiones tanto de Sudáfrica, como de México y Chile, deben reconocerse en medio de los temores, enojos, reclamos y la indiferencia de otras muchas naciones. En particular hay que apuntar a las de árabes creyentes que callan y quieren pasar la ignominiosa página. Mientras, los riesgos ciertos de una generalización del conflicto se acrecientan.