Las grandes migraciones menonitas abarcaron Prusia, Ucrania, Canada? y México. Su diáspora responde a la persecución que sufrieron por proteger su identidad religiosa, sus propias escuelas, costumbres y lengua plattdeuscht, mezcla de flamenco y alemán. En 1922 fueron recibidos con privilegios especiales por el gobierno de Álvaro Obregón (viajes solventados por el Estado mexicano, precios accesibles para adquirir las tierras, préstamos), toda vez que en el periodo posrevolucionario había urgencia por recuperar la economía y poblar los territorios de norte. Decisiones que no estaban excluidas de prejuicios racistas, a diferencia de los inmigrantes chinos y negros de esos tiempos, la bienvenida a menonitas respondía a su tez blanca, cabello rubio y ojos claros (Lawrence Douglas Taylor Hansen, Migraciones Internacionales, vol 3. núm 1, enero-junio/ 2005).
En la actualidad hay cerca de 50 mil menonitas en México, la mayoría vive en la ciudad de Cuauhte?moc, Chihuahua. Conservan su identidad, costumbres, lengua y religio?n, formas de organizacio?n social y econo?mica; su endogamia responde a la necesidad de mantener la consanguineidad, el rechazo a unirse con miembros ajenos es también una estrategia de reproducción cultural y apropiación territorial.
La vida en familia reproduce la vida rural aldeana, pautas patriarcales y feudales que son expresio?n de sus tradiciones. Las regulaciones religiosas de su iglesia contempla normas, prohibiciones y pautas restrictivas. El bautismo es el rito de paso que da la bienvenida a la comunidad menonita al alcanzar la adultez, debe ser avalada por la iglesia y la familia, con base en la Biblia se da entrada al pueblo de Dios
. Está prohibido beber alcohol, fumar tabaco, las fiestas nocturnas, practicar deportes y entablar relaciones sentimentales con los mexicanos. Las mujeres no pueden vestir con pantalo?n ni usar anticonceptivos, y no es bien visto que establezcan relaciones de amistad con otros hombres. Las sanciones sociales para quienes incurren en faltas son la reprobación social, se les señala y juzga, junto con la familia. La socialización de nin?os y nin?as impone roles sexuales y estereotipos de género: la madre enseña a las hijas las labores del hogar, la maternidad y crianza, la cocina, limpieza y costura; el padre transmite su oficio a los hijos, quienes comienzan a trabajar fuera de casa en la adolescencia. Son visibles los estratos sociales, diferenciaciones de clase que no llevan a romper con la colectividad.
El intercambio cultural se impone con los años, aunque lentamente. No ha sido posible evitar el contacto interétnico, cada vez son más frecuentes los matrimonios mixtos y el acceso a educación superior fuera de la comunidad. En ciudad Cuauhtémoc ya se habla español e inglés, especialmente entre mestizos y menonitas-rarámuris. El alemán moderno se ensen?a en las escuelas menonitas liberales, el plattdeutsch es el idioma cotidiano. Desde la década de los 90 se observa una transformacio?n del paisaje rural menonita, se han levantado negocios, industrias y empresas, además del sector agropecuario proliferan restaurantes, tiendas de autoservicio hoteles, bancos, farmacias, laboratorios y libreri?as (Ruhama Abigail Pedroza Garci?a, Revista Mexicana de Sociologi?a, 82, nu?m. 2, abril-junio, 2020).
Hoy se habla de dos corrientes menonitas: los conservadores y los modernos. Los primeros mantienen relaciones endogámicas y la vestimenta tradicional; los modernos se relacionan con personas fuera de los campos. En las bodas tradicionales la novia viste de negro y no hay luna de miel, entre modernos se permite el divorcio.
Una reciente visita turística a ciudad Cuauhtémoc me permitió asomarme a la comunidad menonita, fue como entrar en una atmósfera del siglo XIX, en el Museo Menonita aprecian vestimentas, fotografías, muebles, maquinarias de costura. Lo más interesante fue la conversación con la joven guía, quien tras definirse como moderna
nos reveló que fue abandonada a los seis años por su madre, quien se había divorciado; no sin ser repudiada, por ser hija de divorciados, la comunidad menonita le dio trabajo desde entonces. Entre los juguetes que nos mostró, había unas muñecas de trapo sin cara, para enseñar a las niñas a rechazar todo tipo de maquillaje y pintura en el rostro. Conseguí una de estas muñecas en la tienda del museo, una muñeca sin rostro, una muñeca sin sonrisa.
* Secretaria general del Conapo