Era evidente el hartazgo y fastidio de la ciudadanía contra los partidos tradicionales. El libreto de la clase política estaba tan gastado que la exhibía enquistada con los peores usos del poder y la corrupción. Los políticos tradicionales se habían instalado con las execrables prácticas de la potestad. Instalados en zonas de privilegios, dispendios y complicidades, políticos alejados de la ciudadanía estaban acuartelados en sus privilegios. Después de la conmoción electoral de 2018, se elevaban varias preguntas: ¿AMLO y la 4T colmarían las ofertas de campaña?, ¿hasta qué punto el país podía cambiar con AMLO?, ¿qué obstáculos enfrentaría?, ¿esta clase política tradicional debía reinventarse?, ¿los políticos de siempre serían capaces de ser contrapeso y oposición real a la avalancha de Morena?, ¿vendrán nuevos partidos y nuevos actores?
Por mi parte, mi ensayo se centró en advertir que un cambio de régimen no se daba de la noche a la mañana. Ni mucho menos con decretos ni voluntarismos. Se avecinaba un largo proceso, decía, que pondría a prueba un océano social de anhelos.
Por ello la metáfora bíblica tierra prometida-Éxodo, no resulta ociosa. El imaginario colectivo del cambio es poderoso. Dicha alegoría conlleva enseñanzas sobre los grandes cambios civilizatorios. El libro bíblico del Éxodo va más allá de la fe y de la literatura sagrada. Es un punto de referencia para la filosofía política e incluso ha sido fuente y referencia para el pensamiento revolucionario no mesiánico en Occidente. Por ello, autores como el politólogo estadunidense Michael Walzer usan el libro biblico del Éxodo como herramienta de análisis. Su libro es una clásico en la materia, titulado Éxodo y revolución.
El Éxodo tiene varias lecturas. Yahvé ofrece la tierra prometida a la descendencia de Abraham, se le representaba con colores de extraordinaria belleza, una superficie ancha y muy fecunda que mana leche y miel
. Después de la épica liberación de la esclavitud egipcia, la travesía dura 40 años en medio de penurias y fracturas internas. ¿Por qué tardaron tanto? Cuando llegan a la tierra de Canaán, la primera impresión es que no es el Edén ni el vergel imaginado. Además, el territorio estaba ocupado por diversos grupos semitas. Había que conquistar y guerrear.
El libro del Éxodo relata cómo Yahvé por medio de Moisés guía a los israelitas en su salida de Egipto a través de la península del Sinaí hasta las tierras de Canaán. Escrito, aproximadamente en 1400 aC, de este emblema bíblico extraemos una gran lección. Si bien la tierra prometida es mejor que la esclavitud, el proceso del éxodo es largo y complejo. En realidad, la tierra prometida era un cambio civilizatorio de fondo para el pueblo judío. Pasar de ser recolector y nómada para convertirse en un pueblo sedentario y agricultor. En tres semanas y a paso cansino se puede llevar el traslado de Egipto a Israel. El problema no fue la distancia ni los peligros, sino el convencimiento del pueblo judío de dar un salto en la forma de vivir y concebir el mundo. Pasaron dos generaciones y muchos conflictos internos para que los judíos decidieran su futuro. Moisés jamás entró en Canaán, pero la vio desde lejos en su vejez.
La analogía con nuestra actual circunstancia no tiene desperdicio. A cinco años del triunfo electoral del 18, las expectativas de cambio en México tienen, en un sector de la población, una dimensión más realista. Un sexenio no basta para cambiar el país. Se dimensiona la envergadura del propósito y la complejidad que el designio conlleva. Se han colocado bases y se abren brechas prometedoras. Las ofertas de la 4T son grandilocuentes como la de la tierra prometida, nos conduce a otras gestas. En este caso, la Independencia, la Reforma y la Revolución. Grandes movimientos sociales de envergadura que fueron acompañados de luchas armadas. Procesos largos que consumieron dos y hasta tres generaciones. Todos desembocaron en el diseño de grandes pactos nacionales, reconciliaciones sociales, nuevas constituciones para dar paso, con lentitud y jaloneos, al cambio de régimen; ninguno de ellos fue perfecto y sí azarosos.
La escatología cristiana interpreta la promesa como plataforma de esperanza, base para una transformación anticipada del mundo de la nueva tierra prometida. La meta de la salvación no es simplemente la tutela individual, personal ni siquiera espiritual; es la realización de la esperanza de la justicia y de la comunión de la humanidad.
En cambio, en nuestra circunstancia es ahondar en la democracia, arribar a acuerdos y pactos que den solidez a una nueva cultura social. En este 2024, los ciudadanos decidirán si entran a Canaán o se regresan a Egipto.