Los obreros de La Colmena y la bandera nacional: crónica de una hazaña
Gilberto Vargas Arana
La historia del hilo suelto
Nicolás Romero, municipio del Estado de México, es la suma de muchos caminantes, de quienes se ataron a la tierra como a su destino. La tarde del 24 de febrero de 1919, el viento movió todos los hilos de la historia. Los tejedores del pueblo de La Colmena hicieron viento. El enjambre obrero proclamó el sonoro murmullo de la protesta. Gritó, marchó e hizo huelga. La Colmena tenía muchos caminantes y concibió, por destino, uno de los considerandos históricos del Día de la Bandera en México.
El suceso tuvo líneas con el discreto poder de la permanencia; El Pueblo. Periódico Liberal Político, inscribió las palabras, debidas y concisas:
[…] la huelga es sin precedente en los anales de los conflictos entre el capital y el trabajo en México, pues la originó un espíritu eminentemente patriótico y revolucionario de aquellos obreros, y no las condiciones de salario y trabajo.1
La Colmena, Barrón y San Ildefonso son La Trinidad del hilo, el triángulo textil que nació siendo la municipalidad de Monte Bajo, a mitad del siglo XIX, y de Nicolás Romero, desde que cambió de nombre en 1898. Tierra de viento, donde serpentearon hilos de lana e hilos de algodón, que, unidos, hicieron cordón, urdidos los mejores casimires y, tramados, la manta que vistió al pueblo por mucho tiempo.
Lo ocurrido durante esos venturosos días
de febrero les vino con naturalidad a los trabajadores de La Colmena, por esa condición casi genética de hilar y urdir sus propias banderas de lucha. La bandera que desearon ver ondear los tejedores era la tricolor de siempre, pero con el águila de alas abiertas, perfil izquierdo, sobre un nopal como escudo, a la manera de los códices de referencia prehispánica como lo decretó, en 1916, el presidente Venustiano Carranza. Era la bandera que la Revolución les dio, cuando ya el hilo estaba resuelto a pervivir la resistencia.
De La Colmena emergió el hilo de una historia que tramó, acaso, la más grande hazaña por la defensa del lábaro patrio, que valió, a la distancia, marcar el 24 de febrero para que en todo México ondeara la bandera nacional, así como lo quiso, defendió y luchó La Colmena, pueblo de sonoro murmullo.
“Atropello a la Soberanía”: la bandera a ras de suelo
Que la bandera tricolor ondeara a media asta, acompañada del silbato provocado por el vapor de la caldera: así la querían ver los obreros de La Colmena, como acto simbólico para recordar el aniversario luctuoso del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, asesinados durante los acontecimientos registrados como la Decena Trágica, que culminó el 22 de febrero de 1913. ¿Qué impidió tal merecimiento al Apóstol de la Democracia? Lo provocó la actitud rigorista del administrador, bajo el argumento de no tratarse de fiesta autorizada en el Reglamento Interno que regía las relaciones obrero-patronales, pero su acto habló de la lejana sensibilidad o poca empatía tenida con sus trabajadores, sin prever la reacción que le saldría al paso.
La bandera quedó a bajo asta. La violenta orden del administrador, el temor provocado o su directa intervención, colérica y amenazante, hizo que el lábaro patrio cayera al suelo. La escena resultó más que dramática: ese paño representaba la cultura cívica con la cual había crecido la clase obrera.
A la caída del lábaro patrio el 22 de febrero sucedió inmediata la manifestación encaminada hacia el Palacio Municipal, donde los dirigentes obreros Julio González, José Mozo, Carlos Muñoz, Gregorio Zahuna, Emilio Barrera, Alberto Barrera, Víctor Martínez, Herminio Sandoval y Manuel Vélez dirigieron escrito al presidente municipal Alberto Chávez y expusieron, primeramente, el fin que animó el deseo de ver izar a media asta la bandera nacional:
Acordando que está muy próximo el aniversario de la sentida muerte del Presidente de la República Don Francisco I. Madero, todos los obreros hemos organizado el conmemorar esa fecha con una velada literaria musical, a las primeras horas de la mañana acordamos se izara la insignia nacional a media asta y enseguida entraríamos a cumplir con nuestras labores, para que después de cumplir la jornada del trabajo por la tarde, ocurriéramos al Colegio de Niños y allí, todos unidos rindiéramos el más sincero homenaje de nuestra gratitud al Mártir de la Democracia.
La comisión obrera cuidó, en todo momento, la forma, solicitó permiso para que sonara el silbato, expuso que la velada literaria se realizaría en horas no laborables, y únicamente pedía el alto honor de ver ondear la bandera nacional, pero el administrador sólo quería trabajo:
Por la mañana del día veintidós se presentó el representante de los obreros, en compañía del C. Juez Auxiliar, mandando decir al Director de la Fábrica, solicitando el permiso de él, que izara la Bandera, se escapara el silbato de vapor. Por contestación del señor Administrador, nos mandó decir que no había permiso para celebrar dicha fiesta, después el mozo de oficio pidiendo favor que izara la Bandera que, aunque el silbato [no] tocara por no haber sido concedido. Para saludar la bandera le pedimos por favor que izara y al tiempo que el mozo estaba izando recibió orden superior por la misma voz del Director y como los obreros estaban en la creencia de trabajar el medio, pero cuando entraron a sus labores querían ver flamear en la puerta del Edificio del taller la Insignia nacional y que por lo tanto ocurrían a la invitación que ya se les había hecho, al ver todo esto lo obreros se disgustaron y ocurrieron a su representante y manifestándole él lo que el Administrador había ordenado, se fijaron en la insignia nacional que estaba tirada en el suelo, juzgando esto, los obreros, como un atropello a la Soberanía Nacional, por lo cual no quisieron entrar a sus labores y fueron en manifestación de protesta ante las primeras autoridades del Municipio, cuando el representante se presentó ante el C. Administrador le dice que no tenía que dar y contestó que no estaba al mando de ninguna Autoridad.
La manifestación de los obreros llegó a Palacio Municipal, localizado sobre el camino real. Caminó como quien tiende el hilo de sus enojos. El informe telegrafiado a la Secretaría General de Gobierno, el 23 de febrero, por parte del presidente municipal Alberto Chávez, acentúo y reivindicó la causa de la protesta obrera, que clamó castigo contra el administrador.
El murmullo soterrado de La Colmena
Eran las tres de la tarde del 24 de febrero y el aire traía una insospechada fuerza que hacía mover a todos los obreros. Las ideas les venían agitadas, casi por nacimiento, pero ahora les llegaba de un coraje, como cola remolino, que los echaba a correr en tropel.
Frente al enorme portón de madera de la fábrica, amurallada por enormes paredones pintados a la usanza de amarillo ardiente, decidieron tomarlo por asalto. Miraban hacia arriba, el mástil estaba sin alma, sin bandera. La afrenta debía ser cobrada. No era para menos, la causa había sido un agravio contra el lábaro nacional. Por consigna y amor propio, contra la bandera, ningún extraño enemigo. La manifestación estaba rebasada cuando la pólvora tronó y el filo del cuchillo hizo su corte. Era más grande la rabia que el tiro de munición y tres puñaladas asestadas al cuerpo del administrador, que siempre negó haber hecho lo que la evidencia dio cuenta, un paño patrio en el suelo y un pueblo obrero levantándose al sonoro rugir del enjambre.
Los jueces auxiliares de La Colmena, primero y segundo, Emilio Barrera e Ignacio Lemus, dieron cuenta y razón a la presidencia municipal de lo acontecido por la tarde controvertida del 24 de febrero:
[…] habiéndose organizado las fábricas de San Ildefonso, La Colmena y Barrón para hacer una protesta en contra del Sr. Administrador de esta fábrica por el atropello a nuestra bandera; hace saber a Ud. que al [llevar a cabo] toda la reunión de dichos manifestantes a [la puerta de la misma], resultó que se amotinaron […] para querer sacar a dicho señor y hacer uso de [propia] justicia, pero por intervenir el Sr. Capitán […] fuerzas se calmó un poco el motín…
“Las justas e incontenibles iras de los obreros”
El regidor primero, Apolonio Zamorano, en funciones de Presidente Municipal Por Ministerio de Ley, amplió las averiguaciones sobre la manifestación obrera, que transmitió al Juez Conciliador: “amotinándose se arrojaron a las puertas de dicha fábrica de La Colmena, queriendo sacar de ella al director Sr. Cosme Urdaibay, con motivo de los acontecimientos ocurridos el 22 de los corrientes, que sin embargo de la interposición de autoridades civiles y militares lograron los amotinados capturar al mencionado director, agrediéndole de hecho, infiriéndole algunas lesiones”.
El periódico Excélsior publicó, en primera plana del primero de marzo: “Fue escarmentado un extranjero que ultrajó a nuestra bandera”:
Las justas e incontenibles iras de los obreros se despertaron ante tal sacrilegio patrio, y no pudieron menos de desahogarse sobre el imprudente administrador, quien a los pocos momentos se encontró terriblemente golpeado por la multitud y próximamente a ser linchado definitivamente, de lo cual apenas pudo salvarse gracias a la oportuna intervención de otros empleados extranjeros, que por medios conciliadores y atentos lograron también calmar a los obreros, que para entonces estaban ya completamente excitados y listos para llevar hasta su fin el castigo, que merecía quien de manera tan innoble e injustificada había manchado el pendón nacional.2
Al otro día del motín obrero, el regidor Apolonio Zamorano instruyó al comandante de policía la detención de Mariano Rangel, Fidencio Téllez, Román Téllez, Francisco Aguilar, Julián Gordillo y Urbano Hurtado. La detención de los primeros presuntos responsables, ocurrida el mismo día de externada la orden, contra Román Téllez, Enrique Chávez y Jesús Martínez, no desdeñó la causa de los hechos del 24 de febrero.
El Pueblo dio cuenta, el mismo día, del despido de varios trabajadores, bajo el alegato de haber sido los promotores del escándalo. “Desde luego los trabajadores se dirigieron a las autoridades respectivas, con objeto de que intervinieran para solucionar el conflicto, acordando a la vez en una sesión que tuvieron, declarar la huelga… por lo que quedaron totalmente paralizadas las labores, en la negociación aludida, pidiendo al mismo tiempo que la reingresión inmediata de los obreros separados a que hacemos referencia, pues solamente así podrán cesar en la actitud que han asumido.”3
Tres meses llevaba la huelga cívica cuando de la fábrica sacan mercancía de bodega y maquinaria. La determinación de los dueños sobrevino más que contundente, resultaba una clara advertencia de que la fábrica podría cerrar, mudar operaciones a otra de las plantas de la Compañía Industrial San Antonio Abad, de la que formaban parte las de Miraflores, San Fernando y San Antonio Abad. El movimiento obrero debió considerar la conservación de fuentes de trabajo.
El 26 de mayo, el juez auxiliar de La Colmena, Benigno Gálvez, informó al presidente Alberto Chávez que “entró la mayor parte de los obreros a sus labores y se cree que para la semana entrante se completará el número”. La noticia se transmitió a la Secretaría General de Gobierno y, con ello, el propio gobernador Agustín Millán recibió el parte.
La Colmena que hizo el Día de la Bandera en México
El día que los tejedores de La Colmena defendieron el honor de la bandera mexicana, en franca comunión con los obreros de Barrón y San Ildefonso, merece su inscripción en los anales de la historia de México. Por el arrojo del cadete Juan Escutia que, envuelto en el lienzo nacional, magnificó y honró la gesta de la defensa del Castillo de Chapultepec contra el ejército invasor estadunidense. Por la avanzada del ejército mexicano, con la dirección del general Ignacio Zaragoza y la bandera como estandarte, contra la intervención francesa. Por el Plan de Iguala, rubricado por Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide, que declaró la Independencia de México el 24 de febrero de 1821. Por La Colmena, pueblo de Nicolás Romero, Nuestra tierra destino, que, como nadie en la historia de México, tendió el hilo de resistencia para defender la nobleza y orgullo de la Bandera Nacional, durante los sucesos del 22 y 24 de febrero de 1919.
En 1940, el presidente Lázaro Cárdenas del Río decretó que el Día de la Bandera se celebrara el día 24 de febrero, con el antecedente de que, en 1934, la expedición del Reglamento sobre Símbolos Patrios lo había indicado, pero la gesta de La Colmena no tiene ningún parangón en la historia nacional, porque tuvieron los arrestos de levantar la bandera, ante la osadía de un extranjero, para depositarla en la memoria de los mexicanos l
Notas:
1. “Los obreros de La Colmena son patriotas”, El Pueblo, 8/III/1919.
2. “Fue escarmentado un extranjero que ultrajó a nuestra bandera”, Excélsior, 1/III/1919.
3. “Semana Obrera. Declararon la huelga los obreros de La Colmena”, El Pueblo, 1/III/1919.