La otra escena
Miguel Ángel Quemain
Travesías escénicas es la compañía que han creado Marcela Aguilar y Amada Domínguez y que tiene Enredo barroco, piezas con historias, como el punto de exhibición de dos caminos con coincidencias primordiales que habría que observar con detalle para hacer una propuesta interpretativa sobre su pasado y su devenir.
Marcela Aguilar, prácticamente con cuatro décadas de trabajo, está presente en la danza mexicana en distintos territorios escénicos. No es una protagonista que haya intentado afirmarse con la voracidad que caracteriza a algunos artistas que tienen una vocación decidida de “estrella”.
Sus recorridos son muy diversos al interior de nuestro país, con trabajos con artistas dedicados al teatro, a la investigación coreográfica, al cine, al video y desde luego a la coreografía. Es una artista migrante que carga con el apego suficiente para construir una identidad, y el desapego necesario para que sus indagaciones locales tengan la fuerza de lo regional, de lo nacional y de lo universal, porque también mucho
de lo que sostiene su visión son la poesía y la filosofía.
No quisiera abordar este Enredo barroco extraordinario sin pensar que viene de un tránsito que, si bien se inició ya en este siglo, recupera lo más rico de la danza latinoamericana y centroamericana, que se presenta como un flujo de sensaciones, imágenes, fulguraciones, instantáneas, iluminaciones y compromisos que van de lo climático a lo ecológico.
Quiero apostar a que la genealogía emocional de Enredo barroco viene de Bosque húmedo. Una coreografìa cargada de comentarios, oblicuidades, alusiones, insinuaciones, aforismos y poemas sobre un entorno sensorial que se traduce en ideas complejas por su articulación con la historia, la literatura, la plástica y la política.
Bosque húmedo es una coreografìa hermanada con Enredo barroco, y si se tiene oportunidad de cruzarse con este trabajo, podrán entenderse una serie de visiones contemporáneas de la danza que no olvidan a los maestros europeos y estadunidenses, pero que tienen una cadencia propia porque tienen intérpretes capaces de dialogar en el mismo nivel que el coreógrafo, sumándose a una escritura escénica que se traza con cuerpos verdaderamente inteligentes y experimentados.
Tanto Bosque húmedo como Enredo barroco son un clima, un estado de ánimo, un observatorio. La segunda está vertebrada con una propuesta muy rica que arranca con la voz tan familiar y exuberante de Damián Alcazar, quien ocasionalmente se ha presentado a las funciones en una doble figura de poeta y Virgilio de este drama barroco.
Marcela Aguilar, coreopoeta, está muy lejos de la ilustración y de ambientar historias y hacer viñetas sobre temas identificables. Observa la poesía desde un orden estructural y sintáctico donde la imagen se articula en una narrativa que en este caso permitió que las texturas textiles de Amada Domínguez (vestuario, instalación y producción ejecutiva) caminaran con las auditivas de M. Ponce, Scarlatti y Lucio Sánchez.
En ese tejido hay un sostén de siete entidades que fluyen en la organicidad del río de cuerpos paridos, arrojados al mundo, donde transitan algunos en esa noche lunar y nupcial en la que el juego de roles, de sexos y géneros dialogan entre lo que alcanzamos a entender como masculino y femenino (“Ponte el vestido rojo para bailar”), en el que termina por diluirse política y estéticamente la genitalidad estructurante (“Todes”), donde inevitablemente aparece la firma erotizante de la creadora que afirma lo femenino sin imponerlo y, sobre todo, sin negarlo, pero sí en una revisión crítica profunda, para llegar a un horizonte en el que coinciden lo contemporáneo, la migración y la transfiguración.
Sería injusto no reconocer al conjunto de bailarines que sin su energía y compromiso la puesta en escena no sería posible. Teatro de las Artes en el Cenart, 23, 24 y 25 de febrero.