Su origen como sede de los mariachis se vincula con el coculense Cirilo Marmolejo, quien en 1920 introdujo en la capital el primer conjunto musical de este género. Comenzó en el popular Tenampa, que aún existe, y tuvo tal éxito que se integraron otros grupos que se instalaron en la plaza, lo que propició que a su alrededor abrieran restaurantes y cantinas.
Una diminuta plazuela adjunta dedicada a Santa Cecilia convirtió a la imagen en patrona de los músicos.
El nombre de Garibaldi data de 1921, y se dice que fue en homenaje al coronel José Garibaldi –nieto del famoso patriota italiano–, quien se enroló en las filas maderistas en 1911 y participó valerosamente en diversas gestas de la Revolución Mexicana.
A lo largo de los años, la Plaza Garibaldi ha tenido muchos arreglos y remodelaciones; en la que se realizó en 2011 se construyó el Museo del Tequila y el Mezcal (Mutem).
El proyecto arquitectónico fue muy polémico, ya que los edificios decimonónicos que rodean la plaza guardan una armonía estilística y de repente, en el costado poniente, aparece un cajón de cristal traslúcido decorado con motivos de pencas de maguey en tonos azul aqua entre las que aparecen oscuras siluetas de mariachis. Los defensores sostienen que el inmueble de estilo moderno, minimalista, de líneas limpias y rectas se inserta en la arquitectura de la plaza, permitiendo que los edificios históricos conserven su identidad.
En la planta baja del Mutem se encuentra la taquilla y una tienda donde se pueden comprar distintos tipos de tequilas y mezcales de todo el país y una cantina abierta a la plaza.
En el primer piso están las salas de exhibición que buscan dar a conocer los productos obtenidos de los procesos de destilación de las diferentes variedades de agave. Una mapa de la República Mexicana muestra todas las regiones donde hay magueyes y es impresionante ver cómo casi en todo el país hay algún tipo de agave.
La rica variedad da lugar a la producción de muchos tipos de mezcales; como ejemplo, en distintos estados del norte se producen los llamados sotol, bacanora, la raicilla y otros con un sabor distintivo. Hay que señalar que el tequila también es un tipo de mezcal.
En la primera sala se muestra el proceso de producción de una manera atractiva, con objetos como un molino de piedra, un alambique y un horno. En otra se conoce el origen del mariachi e instrumentos musicales como la vihuela, el guitarrón, la guitarra y la trompeta. Hay un espacio de homenaje a algunos compositores y un anaquel que exhibe innumerables botellas de tequila y de mezcal.
En la planta alta hay una amplia terraza con barra y mesas altas desde la cual se puede apreciar la plaza y sus alrededores con las cúpulas y torres de las iglesias, entre ellas destaca la Torre Latinomericana, el primer rascacielos moderno de la Ciudad de México.
Al finalizar la visita le dan una cata de tequila y mezcal que va incluida en el precio del boleto de entrada. Si se queda picado, por su cuenta puede realizar la degustación de distintos tipos de ambas bebidas. Presumen que ofrecen más de 400 tequilas que se destilan en diferentes lugares de la República Mexicana. El concepto del Mutem es maravilloso, pero le urge una remozada.
Para la comida o cena –el ambiente es más bien nocturno–, alrededor de la plaza hay restaurantes-bares de tradición como Tenampa, Tlaquepaque y el Salón Tropicana.
Pero para comer bien y económico le sugiero el mercado de comida de San Camilito, que se encuentra ahí mismo. Una tras otra se suceden las fondas limpísimas donde le sirven pozole, birria, carnes asadas, mariscos, pescados, ricos tacos y quesadillas y de acompañamiento un fresco tepache, sabrosa bebida que ya casi no hay en ningún lado.
Enfrente de las fondas hay locales que venden cualquier postre que se le ocurra: jericallas, chongos, flanes, frutas en almíbar, arroz con leche y mucho más. Un plus es que le puede amenizar el convite un mariachi o un trío.