Nació en el seno de una familia campesina el 8 de julio de 1976 en el municipio de Tlayacapan, Morelos, en el barrio de la Exaltación, bisnieto del coronel zapatista Cristino Santa María, quien fundó la famosa banda de música en 1870, considerada una de las más antiguas de México.
A los cuatro meses de vida, sus padres, Isidro Sánchez Casales y Nora Santa María Rosales, migraron a la Ciudad de México, específicamente a una vecindad de la colonia San Miguel Chapultepec, en busca de otra vida para Sergio y Minerva, su hermana. Su progenitor, sin formación académica, pero con la suficiente sensibilidad para enseñarle en libros la obra de Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y Alberto Durero, lo abastecía de hojas foliadas tamaño carta que obtenía del laboratorio donde trabajaba, le compró plumones y lápices de color Prismacolor y lo llevó a museos. Aquello despertó en el pequeño Sergio el gusto por el dibujo y el grabado.
Años más tarde, a pesar de la sentencia del padre: Estudia lo que quieras, de todas formas no te voy a dar nada
, Sergio Sánchez Santa María se recibió de licenciado en artes plásticas en 2001, en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda. No obstante, don Isidro sí lo dotó de algo más grande: la libertad de pensamiento y de confrontar sus propias ideas ante la crítica y la creatividad. Las manos de Sergio se convirtieron en una extensión de gubias y punzones que le sirven hoy para depurar la técnica con un estilo propio, una imaginación desbordada y un trabajo profesional en la gráfica.
En 1997, conoció el Taller de Gráfica Popular (TGP), donde entró en contacto con las prensas, el olor a tinta, los rodillos, el papel de impresión y las herramientas de un taller de grabado, así como con la obra de los grandes maestros como Adolfo Mexiac, José Chávez Morado, Alberto Beltrán, Ignacio Aguirre y Pablo O’Higgins, entre otros. Abrevó la magia que produce el grabado en el corazón y el alma de un artista, y decidió formar parte del equipo de impresores del TGP hasta 2000; años más tarde trabajó como impresor del maestro Leo Acosta.
Además de ser un microinfluencer, con 34 mil seguidores en sus redes sociales, Santa María es ilustrador de libros y de portadas de álbumes de música; ha expuesto su obra en Texas, Florida, Los Ángeles y Chicago, en Estados Unidos.
Sergio Sánchez dibuja con la técnica de s cratchboard, trabaja las técnicas de la litografía y el linóleo y domina la punta seca y el buril.
Su iconografía va desde el heavy metal, pasando por Bob Dylan, Emiliano Zapata, la muerte, los símbolos nacionales, los grabados de José Guadalupe Posada hasta el narco. Hoy su obra tiene una carga social real, es estéticamente genuina.
Sin duda, una de sus piezas más importantes es el grabado monumental Los presagios, que consta de ocho linóleos tallados, de 130 por 92 centímetros cada uno y que elaboró durante un año junto con su asistente Rocío Olivares. Los presagios continúa hoy en exhibición en el Centro Cultural Los Pinos y fue presentado en la primera emisión de la Feria de Gráfica La Zurda, donde participaban alrededor de 800 artistas gráficos articulados en talleres o colectivos, un espacio de encuentro pero, sobre todo, un intento de crear un coleccionismo de gráfica y un mercado en beneficio de los propios talleres y artistas.
Lamentablemente, La Feria de Gráfica La Zurda, tan necesaria para la gráfica nacional, no tuvo continuidad, sólo se presentó en siete ocasiones, una de ellas en el marco del Festival Cervantino en Guanajuato, cinco veces en Los Pinos y una más en Parkur. La Zurda fue una de las ferias más importantes que hemos tenido en este país en los últimos años, incluyente y con acceso gratuito a visitantes y coleccionistas. Ojalá la recuperemos por el bien de la gráfica.