Rodrigo Moya, el caracol minero
Fabrizio León
Rodrigo Moya es un fotógrafo concreto; de polvo y espinas también, pero en el fondo es de mar y el próximo 10 de abril cumple noventa años.
De origen colombiano, Rodrigo es un mexicano a quien el periodismo llevó a ejercer el pensamiento revolucionario y se convirtió en un hombre de izquierda; entrevistó al Che Guevara, caminó con guerrilleros, fotografió barbaridades y en el trabajo conoció la tragedia, olió el glamour y encaró otras verdades.
Años después construyó una revista sobre la pesca, se convirtió en escritor y por azar tropezó con su archivo de negativos y positivos, el cual clasifica y acecha todos los días.
Su acervo es tan pulcro que parece un caracol en vitrina, como los coleccionados por él. No desea salir de esos laberintos, pues en ellos excava como un minero; apuntala y ventila los hechos pasados, para que esos socavones ricos en espejos no se conviertan en catacumbas.
Los relámpagos de realidad que Rodrigo Moya extrae de esos subterráneos son láminas delgadas de seis por seis centímetros; delicadas placas con haluros de plata donde se identifican los rostros del siglo pasado, similares a los personajes que habitan en las pinturas rupestres.
Quienes vean (y lean) los trabajos de Moya podrán advertir lo íntegra que es su mirada frente a la luz existente, así como los vastos grises que un campo puede incluir.
Rodrigo y Susan Flaherty han creado un archivo fotográfico impecable, envidiable, práctico, y su contenido es cada día mejor; por eso ahora sus fotografías las buscan coleccionistas, museos, galerías, princesas, editoriales y suplementos l