“Entonces ya salí yo de aquella casa y me paro a medio patio, fue una cosa triste, y él se para a caballo: –¡Quiúbole! –Riéndose, hasta parece que lo estoy mirando. –¡Ay mi chinaca! –Venía en el caballo metiendo y que me da la mano y que la aprieta, le digo: ‘Bájate, ¿no vas a comer?’, y entonces se baja del caballo me mete abrazando pa’ dentro, pa’ donde yo dormía, a mi cuarto, se sienta en la cama y me dice –¡Ah que mi china!, que ya te andaban avanzando, ¿no mujer?, me contaron tantas versiones que ya decía yo ‘¿es posible que yo a esa mujer ya no la vuelva yo a ver?, es la única que tengo’. Vieras visto cómo me puse –me platicó, pobrecito.
“Le digo: vaya pos ya me andaban, pero no me avanzaron, pues me escapé. Eso estuvo muy bueno.
“Le digo: pues mira, quiso Dios que me salve. Venga, ándale pues, ya es tarde ¿no vas a comer nada?
“Dice: ‘no, si tienes algo prepáramelo para el camino porque me voy’ –y ya nos metimos pa’ dentro y me dice: ‘oyes, antes de que nos siéntemos, anda a traerme un jarro de agua, pero bien fría, con un pedazo de azúcar’”.
Goyita siguió contando sus últimos momentos con el jefe Zapata:
“…se tomó el agua ahí; quedamos los dos solitos ahí sentados en la cama. Me dice: ‘oyes, mira, sal ajuera y allá en mi caballo, por el lado del subir, está un morral, lo traes y en las cantinas de mi silla están mis puros, dos cajas, los sacas y me los trais’. Ahí tiene usted que yo me arrimé al caballo, le bajé el morral, saqué sus puros y me metí para adentro, se los di, llevaba dinero. Saca un puro y que se lo empieza a fumar. Y ya en la cama, así estábamos sentados, yo así y él así, en un paliacate grande, de esos colorados corrientes, llevaba la bolota de pesos; pura plata vieja y que empieza a contar y a contar. Dice: ‘ya ni has de tener dinero, se me figura que ya ni tienes dinero, ¿verdad mujer?’ Me dijo: ‘ China –me decía china siempre–, guárdate eso’. Le digo: ‘guárdatelo tú, mira yo tengo todavía’. ‘¿Y por qué tienes todo eso?’ Le empecé a hacer cuentas, y que, dice: ‘¿Pos qué, no comes? ¡Ay mujer, de veras que eres ahorrativa. Vente pa’ ca Goyita’, y me tiende un petate, ahí en la cocina donde están, junto del brasero… me tiende un petate para que nos sentemos yo, Chucha y Luz (sus hermanas) y mi hijita que seguía dormida… ‘Mira, siéntate tú, van a venir esos cabrones, no quiero que te les hagas presente a ninguno de esos, que sirvan la mesa, que les sirvan ahí las otras muchachas y tu mamá, menos tú’.
Que se sienta allí junto de mí, allí como estaba yo, con sus hermanas, con Chucha y Luz y mi hijita.
Su compañera narró así la última escena de Emiliano con su hijita de ocho años, María Luisa:
“Ya se me había dormido mi’jita, aquí en las piernas la tenía yo acostada y ya se me había dormido y que la ve y dice: ‘ Mi ’ jita, –le hacía cariños – mi’jita, tan grande que ya estás hijita, –le hacía sus cariños, sus caricias a mi’jit a, su hijita de él. ¡Ay Dios, un cuadro muy triste joven!
“Ahí sentado, abrazado con su niña, les dice a sus hermanas: ‘Ustedes, mujeres, ¿porqué están tan secas?, las veo muy reservadas, que no anden así’, dice, ‘pues pobrecitas, siquiera Dios les de esa resistencia con tanto que sufren’, les decía a sus hermanas. ‘Mira mi’ja qué grandota está’, dice, haciéndole cariños a su hijita y acariciándola. ‘Miren aquí a ésta cómo está, más preciosa que ninguna’.
“Se estaba haciendo noche y Zapata había quedado de verse con Guajardo en la Hacienda de Chinameca al otro día, 10 de abril, temprano. Emiliano vio su reloj y dijo: ‘¡Ah caray, ya es noche, ya van a ser las 12 y yo tenía que estar en Tlaltizapán a más tardar a las 11, ya se hizo tarde’”.
Comenzó a darles consejos a G o yita y a sus hermanas. A su compañera le dijo que no se mortificara para que no envejeciera pronto. Como si presintiera el peligro, agregó: primero Dios hemos de vivir
. Les dijo que tenía que irse ya. Goyita lo quiso detener:
“No te vayas, ¿qué vas a hacer? Fíjate, ya casi va a ser la una y te quieres ir, quédate, acuéstate a descansar, ahí dormimos y mañana a ver qué cosa… le decía yo.
“Dice: ‘no mi vida, no. Ora no es tiempo de dormir, ahora es tiempo de andar….”
* Director general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México