Lo diseñó en la década de los 40 del siglo XX el arquitecto Francisco Serrano –fundador de una dinastía de arquitectos del mismo nombre–, a los pocos años de la aparición en México del estilo art déco.
Lo mandó a construir en el gran jardín de su casa José de Lama, quien con su socio Raúl Basurto desarrolló las colonias Condesa y Polanco.
El terreno de dimensiones irregulares, más estrecho en el frente que el fondo, era un reto que Serrano resolvió prodigiosamente. Siempre le preocupó la relación con el exterior, por lo que después de analizar la orientación del edificio propuso una planta en forma de cruz; esta geometría brindaba la posibilidad de abrirse a orientaciones múltiples, así, la edificación tiene relación directa con el noreste, sureste, suroeste y noroeste, lo que asegura la posibilidad de recibir sol durante todo el año.
En en ese entonces no era común un edificio de 14 niveles, por lo que la construcción de concreto armado tuvo que someterse a pruebas sísmicas con parámetros parecidos a los que se usaban para Japón
Cada nivel tiene cuatro departamentos, excepto la planta baja, que se destinó para la monumental escalinata y comercios; al paso del tiempo se convirtieron en estacionamientos para los habitantes. Al ingresar lo recibe un vestíbulo de 10 por 10 metros que ocupa la intersección central de la cruz que forma la planta; al centro, una fuente escultórica da vida al espacio que la rodea con acabados en madera, un elegante elevador y hasta los buzones estilo art déco definen la personalidad única del edificio.
Al elevar la vista desde ese punto, la altura que abarca la de todos los niveles superiores deslumbra con la formas ondulantes de los pasillos que brindan una sensación de movimiento.
Una escalera helicoidal brinda múltiples sensaciones, entre otras, la de transitar por un lugar pleno de variables en lo que se refiere a alturas y percepción del espacio.
Puertas de bello diseño dan acceso a los 42 departamentos, de alrededor de 100 metros cuadrados de superficie, todos de propiedad privada, con dos recámaras; tienen buena iluminación, con servicios integrados y armónicos hacia el exterior.
Esta joya arquitectónica ha vivido momentos difíciles: en el terremoto de 1985 sufrió algunos daños y se reforzó; sismos posteriores causaron grietas en los muros y en algunos más fuertes, como el del 19 de septiembre de 2017, aparecieron algunas paredes fracturadas, grietas en vigas y desprendimientos de materiales.
Amantes de su edificio, los vecinos –algunos arquitectos– decidieron hacer un estudio a fondo para conocer el estado estructural del inmueble y contrataron a Colinas de Buen. Desde hace más de 50 años es quizás el mejor despacho de ingenieros especializados en estructuras y cimentaciones de México y reconocido en el mundo.
Se hicieron calas por todo el inmueble, incluyendo la cimentación, para descubrir el acero y saber exactamente la cantidad de varillas que existían.
La información permitió al despacho realizar un modelo para revisar el comportamiento del edificio en un temblor y dieron la buena noticia de que estaba en perfecto estado y sin riesgo estructural.
Se hicieron algunas recomendaciones para mejorar su desempeño en una situación límite, como la que se vivió con el temblor más reciente y se acordó hacer más rígido el edificio para que resista mejor los sismos de esa magnitud.
Para hacer estas obras los habitantes se salieron más de tres años. Aprovecharon para cambiar todas las instalaciones: hidráulicas, eléctricas y demás; conservando los materiales originales pulieron el terrazo, barnizaron la madera, al elevador le cambiaron las entrañas, pero todo quedó como el día en que se inauguró en los años 40 del siglo pasado.
Una extraordinaria hazaña de sus dueños que lo valoran, lo aman y lucharon por preservar un edificio icónico que disfrutamos todos los capitalinos simplemente al verlo desde la calle.
Increíblemente no está catalogado como monumento arquitectónico o histórico por el Inbal, solamente como un inmueble de arquitectura relevante.
Justo enfrente del Basurto, en una linda casita art déco, está la Osteria Mattea Condesa, hermano chiquito del de las Lomas. Este es sencillo, sin pretensión, sólo con buen servicio y soberbia cocina italiana.
La carta es pequeña, pero todo de primera. Además de los clásicos antipastos y pizzas, hay unas pastas suculentas. Sólo menciono dos que no tienen pierde: maccheroni al limone y tagliatelle Mattea.