‘Miriam Kaiser: una guerrillera por amor al arte»

La gestión cultural y el contacto con el público

José María Espinasa

Hace diez años el problema de la Feria del Libro de Minería era la saturación tanto de expositores como de público. En la edición de este año la feria lucía semivacía de expositores. Dos sellos editoriales importantes que ocupaban mucho espacio, como el Fondo de Cultura Económica y Planeta, decidieron no participar por los altos costos del evento; por otro lado, como en prácticamente todas las ferias del libro las editoriales pequeñas e independientes no están presentes, no porque no quieran sino porque no pueden pagar el precio del stand. Como lector le deseo una larga vida a la ya longeva cita con los libros.

La menor cantidad de expositores y el descenso de visitantes vuelven, sin embargo, más habitable la feria. Uno no se engenta y tiene paciencia para buscar un libro que sabe que sólo ahí encontrará, pues en las librerías no suele haberlo. Por ejemplo, el estupendo catálogo de la Universidad Autónoma de Nuevo León, de la que hace tiempo buscaba el libro Miriam Kaiser: Una guerrillera por amor al arte (Atisbos de la gestión cultural en México). Cito el título completo porque es una de las razones de esta nota. ¿Atisbos? Se trata de un amplio recorrido, a partir de su experiencia, por las artes plásticas, los museos y las galerías y debería ser lectura obligatoria para todos los que nos dedicamos a la difusión cultural. La inteligencia, la capacidad de trabajo y la experiencia acumulada lo vuelve un referente para entender el mundo de la cultura y el arte de los últimos sesenta años copeteados. La lectura del texto no hizo sino alimentar el cariño y la admiración que tengo por Miriam. Gracias a ella, por su trabajo, que a varias generaciones nos ha permitido conocer y formarnos en el aprecio de la cultura.

Su labor, tanto en galerías privadas como en museos, es un ejemplo de entrega y dedicación, de mano izquierda para sortear obstáculos y capacidad de sostener desde su lugar una mirada no sujeta a los caprichos y no pocas veces dislates de la política cultural. A la vez que camina ella piensa cómo camina, y nos comparte esa reflexión. Esa vida está habitada por grandes logros y no pocas desilusiones, pero siempre mantiene una actitud vital de seguir adelante. En las galerías, en los museos, en el INBAL, en Antropología, en los estados, con coleccionistas privados, con acervos institucionales, Miriam se ha empeñado en ser un puente entre las personas y el arte. Ddestaco, por ejemplo, su lucha por hacer apreciar lo prehispánico como arte y no sólo como historia. En esos sesenta años vivió buenas y las malas épocas, pero siempre buscó hacer posible lo que ahora llamamos, con razón, el derecho a la cultura.

La segunda razón de esta nota es también volver patente mi admiración por el trabajo de Angélica Abelleyra, autora del libro y una de las periodistas culturales más brillantes, especializada en artes plásticas, desde que escribe sus primeros textos en La Jornada. Hace periodismo y buen periodismo, tanto en sus notas sujetas a la prisa del tiempo, como en sus libros de mayor extensión, como éste, en los que aprovecha la talacha del día a día pero hace investigación a fondo y de largo aliento. Frente a una época en que se privilegia el resultado inmediato y las grandes cifras de espectadores, Miriam Kaiser y Angélica Abelleyra apuestan también por el lento sedimentarse que da pleno sentido a lo que llamamos civilización. Su voluntad de prestar su voz a figuras como Kaiser, entre otros personajes, Francisco Toledo o Héctor Xavier, la cumple con rigor y profesionalismo, sin volverse protagónica ni querer ocupar el escenario. Leer este libro emociona, pues uno siente que ha acompañado esa lucha por el arte y la cultura. En esta época de cambio profundo la lectura permite apreciar lo que se ha hecho bien, lo que se ha hecho mal y lo que no se ha hecho, y así entender el presente y pensar un futuro mejor.

En los próximos años este libro se volverá referente para todos aquellos que apuestan por el derecho al arte y la cultura. Hay cosas claras: el dinero nunca será suficiente para hacer todo lo que hay que hacer pero eso no impide seguir haciéndolo en la medida de lo posible. Otro elemento importante: los museos son un todo orgánico, no sólo espacios de exhibición, sino acervos, bodegas, talleres, servicios educativos, trabajos de investigación… Y son un organismo vivo y en marcha. Recientemente se conoció que Amanda de la Garza deja el Museo Universitario de Ciencias y Artes para irse a trabajar al Museo Reina Sofía. La verdad, debería ser motivo para celebrarlo en El Ángel de la Independencia, como un campeonato mundial o una medalla de oro.

Regreso al origen de esta nota, la Feria del libro de Minería. En otras ocasiones he señalado que la abundancia de ferias grandes, chicas y mínimas puede ser un problema y un síntoma de lo que ocurre con la industria del libro en México: el mal funcionamiento de la distribución y la inoperancia de las librerías. No me cabe duda de que las ferias son necesarias, tampoco de que deben ser pensadas de manera distinta a una librería, de la misma manera en que una galería de arte es distinta de un museo. Además, ambas cosas, arte y libro, están amenazados seriamente por esa volatilidad que trae lo digital y por tendencias a regirlas por lo numérico, sea en dinero, en espectadores y/o lectores, olvidando ese elemento sustancial a la cultura: una convivencia de minorías basada en las diferencias l

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