Salvador Alcocer en 1986, recordar es vivir

Los que piensan que soy poeta que vayan y que… a su madre: Alcocer.

Los escritores comenten muchas pendejadas, dice Salvador Alcocer, el gran desobediente de las normas y principios del lenguaje, y añade: “a mí me importa el predicado y no tener la mentalidad de queretano, porque tenerla es perder el sentido de la historicidad” 

Este anciano de 56 años recorre a diario las calles de Querétaro como un mendigo del pensamiento, hasta llegar a la casa más vieja de Invierno, en el Barrio de San Sebastián, uno de los rincones de mayor belleza artística de nuestra ciudad, que a pesar de los artistas sigue siendo bella, ahí se encuentra un cuarto lleno de libros en total desorden y carteles muy viejos y maltratados de la Guerra de Vietnam junto con dibujos eróticos. 

Salvador Alcocer platica de su obra, mientras en una Peña, lejos de ese lugar, se cantan canciones compuestas expresamente para él. 

“La metáfora -Dice Alcocer- Me sirve para no ahogarme en preguntas y admiraciones. Toda mi vida ha sido la literatura, donde todo se vuelve digno de ser contado, sobre todo el otro lado de la ciudad, donde está segregada la poesía” 

Por encima de esta zona, el poeta mantiene los ojos muy abiertos, como lo indican sus obras: Qué ciudad es esta (UNAM), Canario Ciego (UAG), Mientras cae la gota de agua (UAEM), Kirya, faltan tres huevos para el amanecer y otras más. 

Salvador Alcocer nunca habla de su pobreza, pero alguna vez se le ha escapado: “Estamos en México, donde rara vez se come tocino con huevos; eso sólo las liendres pecosas del norte” 

De este modo el escritor de teatro que ha abatido los records de presentación en esta ciudad, donde una obra no aguanta más de tres días, el traducido al francés y al griego, el premiado en Indonesia, ha logrado trabajar en su modesto taller de cuento, metido en la desvencijada Casa Municipal de Cultura, donde no gana el salario mínimo, pero donde, como dice, “Busco que el poco talento que se produce en este pueblo no termine como tantos frustrados, tragados por el provincionalismo, y sumergidos en el alcohol” 

También se le escapan sus deseos burgueses a Salvador Alcocer cuando dice: “Contigo abuela, cualquier cuento me llevaba a la cama”. Pero no es lo usual; lo común en él es tomar con el escuadrón de la muerte, allá por la estación del tren, y ser candidato a diputado por el PMT, de donde lo quieren correr. 

Con Salvador Alcocer hemos discutido en Radio Universidad, en el Diario Noticias, en los foros literarios, en frecuentes reuniones, en su Barrio de San Sebastián los domingos cuando lo voy a buscar, porque vive solo desde hace más de veinte años y, siempre sale con lo mismo: “El mostachón de Aparicio murió por pendejo, en una cantina, por ponerse a discutir sobre la virginidad de María”

Esta entrevista fue publicada en la sección de cultura del Diario “La Jornada” el 10 de Junio de 1986.  

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