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La organización de rituales agrícolas

En torno al santo patrono de la población San Miguel Arcángel, se han originado una serie de festividades que reproducen elementos de origen mesoamericano y europeo

Diario de Querétaro

1 de marzo de 2010

Aurora Castillo Escalona (+)

In memoriam

Querétaro, Querétaro.- El impulso de los trabajos de Wolf tiene como efecto dejar a un lado el enfoque culturalista y reubicar la tradición indígena en el contexto de las sociedades campesinas. Estos estudios ponen de relieve el carácter dinámico de la tradición como una realidad sociológica y política. Al respecto, Wolf asienta que la primera característica fundamental de la economía campesina consiste en que es una economía familiar, que toda organización está determinada por la composición de la familia, el número de personas que la integran, la coordinación que haya al interior familiar, sus demandas de consumo y el número de trabajadores con que cuenta entre parientes, amigos y personas ajenas a su entorno social inmediato. Y que esta composición y organización explica porqué «la concepción de beneficio en la economía del campesino difiere de la que tiene en la economía capitalista».

Los campesinos, en su mayoría, le dan un valor distinto al capital, para ellos el ahorro tiene otro significado y aplicación; la acumulación de capital para la inversión tiene otra perspectiva y alcance. Las circunstancias vividas durante 500 años como grupos étnicamente identificables, reducidos al ejercicio de ciertas actividades económicas, forjó en ellos, en el interior de sus comunidades, instituciones sociales para la preservación de su ideología. Hoy día, hay variedad de formas en que los otomíes expresan su cultura: en la vida diaria, individual o colectiva, como parte de un proceso de transformación y readaptación causado por múltiples factores que los afectan permanentemente.

Los otomíes continúan con algunas ideas de origen mesoamericano acerca de la divinidad y sus atribuciones, e incorporaron otras a partir del proceso de evangelización en el siglo XVI. Estas dos formas de concebir la vida han generado un sincretismo del que se produce otro componente, el de la reinterpretación de los elementos que se incorporan a su cultura, que al momento de entrar en contacto con la gente son innovaciones, y al ser aceptados, los asimilan mediante un proceso de reinterpretación en función de su propia cosmovisión del mundo y de su percepción de la religión católica. Los otomíes, como parte del campesinado, muestran en sus prácticas religiosas una interpretación propia de la religión católica. La respuesta que los otomíes de Tolimán han dado, en el contexto religioso, los ha mantenido vinculados étnica y culturalmente. Aunque como campesinos comparten aspectos culturales con el resto de la población rural, su religiosidad y su condición de indios les confiere especificidad, que expresan en el idioma, la indumentaria ritual y en la organización tradicional con respecto a la realización de sus fiestas. Los estudios que se realizan sobre rituales agrícolas y cosmovisión campesina permiten conocer y explicar la estructura comunitaria que los sostiene y las funciones de sus integrantes, que conlleva una reelaboración particular del pensamiento social. El proceso de reproducción de significados parte de distintos aspectos de la cultura y de las relaciones sociales, que dan lugar a multiplicidad de ideas determinadas por factores económicos, políticos y étnicos; y dentro de un mismo grupo social a la multiplicidad de niveles de identidad. Con base en María Ana Portal,() cuando se estudian las tradiciones o las costumbres de una población se hace referencia al cúmulo ordenado de experiencias y vivencias que todos sus miembros conocen, experiencias y vivencias que no ven, y que no saben cómo ni cuándo las aprendieron, pero que les son útiles para organizar su vida sin tener la necesidad de definirlas.

La vida religiosa es organizada mediante un sistema en el que los miembros de la comunidad otomí participan alguna vez en su vida con la responsabilidad de un cargo. Esto los lleva a mantenerse ligados más allá de su organización económica o social, identificados con su pasado, responsables de su presente y dispuestos conscientemente a seguir siendo quienes son. Étnicamente, los otomíes de Tolimán con la pervivencia y pertinencia de su sistema de cargos se mantienen con la conciencia de seguir manifestando su religiosidad y, más aún, con la voluntad de algunos de ellos de fortalecerla, dándole mayor difusión y expandiendo su proyección a nivel regional.

Si se parte de que sistema es sinónimo de regla, norma, procedimiento y régimen aplicable a un mismo móvil, el sistema de cargos es el conjunto de elementos estructurales y normativos que rige a los miembros de una colectividad. Desde la antropología se define como un paradigma de análisis teórico y metodológico que se aplica a la organización y estructuración de las festividades comunales.

El sistema de cargos es sólido porque es parte del proceso de vida de los pueblos al ser el resultado del sincretismo religioso que se generó en la época novohispana y, por la reinterpretación que hacen de ciertas prácticas religiosas de la Iglesia católica, dado por la convivencia diaria de dos formas de concebir la fiesta y la divinidad. Desde el siglo XVIII, se inculcó a la población otomí la participación en las fiestas al santo patrono a partir de agrupaciones cívico religiosas, a las que se incorpora, en el siglo XX, gente no otomí de la región, devota de San Miguel Arcángel.

En torno al santo patrono de la población San Miguel Arcángel, se han originado una serie de festividades que reproducen elementos de origen mesoamericano y europeo, que sumados y refuncionalizados dan su particular estructura. El análisis del sistema de cargos se hace a partir del funcionalismo, que se enriquece con el estudio del proceso histórico que le confiere particularidades a la comunidad y con la interpretación de la simbología contenida en las ceremonias. En primera instancia se produce un proceso de adecuación entre componentes de la cultura mesoamericana y la incorporación de la religión católica de los colonizadores y, por otra, la resistencia que presentan los colonizados, que se sintetiza en la especificidad cultural actual que manifiestan los grupos indígenas.

Durante la Colonia se controlaron las ceremonias religiosas de los indios, fundamentalmente las agrarias, para acabar con el politeísmo que los religiosos calificaban de idolatría, cambiando el culto a un solo Dios, a los santos y a las advocaciones de la Virgen María, cuyo ritual dependía de los frailes y ministros en el marco del calendario cristiano. La población de San Miguel Tolimán, a partir de la fundación española, quedó bajo la advocación de San Miguel Arcángel y eligió para su conmemoración el 29 de septiembre como fecha para la fiesta patronal. Los otomíes aprendieron a adaptar sus ceremonias al ritual católico vinculándolas al ciclo anual agrícola, que conlleva la práctica de varias festividades relacionadas a las diferentes etapas del crecimiento del maíz.

Durante los recorridos de campo realizados en las comunidades otomíes del municipio de Tolimán se observan ceremonias cívico religiosas a lo largo del año, que se celebran cíclicamente en fechas fijas o móviles y se sostienen por medio de un sistema de organización interna. Este sistema lleva implícita una organización específica en la que sus integrantes tienen funciones especiales a partir de una jerarquía. Cada una de las fiestas tiene una serie de símbolos, signos y espacios sagrados, por medio de los cuales los otomíes manifiestan su particular cosmovisión, que además son fuentes de información sobre su contexto geográfico, histórico, social, económico y religioso, que aplicando para su análisis, palabras de Geertz, conllevan formulaciones generales de orden con respecto a la naturaleza y a la sociedad.

El sistema de cargos articula las fiestas tradicionales de los otomíes de Tolimán. Éste funciona a base de cuadrillas que presentan una estructura fuerte, definida y cimentada, que permite la continuidad de las fiestas tradicionales de la población otomí, al mantener la organización que las sustenta. Cada cuadrilla está compuesta por un número de personas a quienes se les llama cargueros, con funciones específicas determinadas por la costumbre. Mientras más grande sea la cuadrilla, su complejidad es mayor por la cantidad de integrantes, y a menor número de personas su complejidad es menor. Están organizados en cinco cuadrillas responsables de llevar a cabo las fiestas en honor al santo patrono durante el año, cuentan con réplicas del Arcángel San Miguel, a las que llaman San Miguel Peregrino o San Miguelito.

Las ceremonias cívico religiosas que realizan en el pueblo de San Miguel Tolimán comienzan el 2 de febrero con la fiesta de La Candelaria. En esta fiesta se presentan a la iglesia los Niños Dios del nacimiento católico que se levantan ese día, después de haber estado expuestos en las casas, en las capillas familiares y/o en la iglesia, desde el 16 de diciembre (al inicio de las Posadas) hasta esta fecha. La fiesta tradicionalmente se llevaba a cabo con la presentación de animales y semillas como ofrendas para solicitar una buena cosecha durante el año, tradición que se transformó mediante la evangelización constante que ejercieron y ejercen los sacerdotes católicos sobre los otomíes a partir del Obispado, introduciendo la imagen del Niño Dios para vincular la festividad agrícola al calendario cristiano.

A finales de abril llevan a cabo dos ceremonias de suma importancia religiosa, social y cultural. Una es: la peregrinación al Cerro Zamorano en la que participan otomíes de la región de Tolimán y, en especial, la agrupación Los Cargueros de la Santa Cruz del barrio Don Lucas de la delegación de San Miguel. Esta ceremonia es a finales de abril, consiste en subir a la cima del cerro, durante dos días, ahí llevan a cabo una velación ofrendando a la Santa Cruz, y pidiendo a través de cantos y oraciones por un buen temporal para la cosecha de ese año. Y la otra ceremonia se realiza días después, en fecha móvil en el mes de mayo. Las cinco cuadrillas de danza se congregan en la iglesia para realizar una ceremonia peculiar por su naturaleza étnica y comunitaria, caracterizada por efectuarse dentro del recinto de la iglesia sin presencia del sacerdote. Los integrantes de las cinco cuadrillas de danza salen del templo y en peregrinación recorren las principales calles de la población orando y cantando, guiados por el rezandero de la comunidad de San Miguel Tolimán. Esta ceremonia precede a las velaciones que se llevarán a cabo, al mismo tiempo, en diferentes comunidades otomíes, en las que participa gente otomí, sobre todo de las poblaciones cercanas al municipio y los integrantes de las cuadrillas de danza.

Las velaciones se llevan a cabo de junio a septiembre de cada año, empiezan a las 7 de la noche y terminan a las 8 de la mañana del día siguiente, durante ellas se entregan ofrendas de flores, ceras, velas y veladoras que sahúman con copal. Los fieles devotos rezan y cantan bajo la dirección del rezandero y la música de los pífanos que amenizan toda la noche.

Los San Miguel Peregrinos tienen establecido un recorrido por las casas de algunas familias otomíes con base en un calendario, en el que participa la mayor parte de la población. La primera y la última de las velaciones se llevan a cabo en la casa de los mayores, en las que todas las personas, de alguna forma, están presentes cumpliendo con alguna función determinada del ritual, como repartir atole y pan durante la mañana, rezar y sahumar. El resto de las velaciones se lleva a cabo en las casas de los cargueros que toman un número, nombre del cargo socialmente reconocido. Hay algunos números que tienen mayor responsabilidad y gasto económico porque reciben a San Miguelito los fines de semana, y otros tienen menor exigencia porque lo reciben entre semana, de un día a otro.

Durante las velaciones que se realizan los fines de semana se ofrece a los cargueros la comida con carne de pollo, puerco, res o chivo en mole, frijoles y garbanzos, considerados como alimentos rituales; el segundo y el tercer día ofrecen sólo desayuno. Para el tercero se despide a los danzantes y a los números que recibieron al San Miguel, quienes se dirigen con la imagen a la casa del siguiente número donde va a quedar depositado el siguiente día.

A través de la repetición del ceremonial, año con año, durante los recorridos de los San Miguel Peregrinos de las cinco cuadrillas de danza por varias comunidades otomíes de la región, se conservan las formas tradicionales en el recibimiento de la gente, en el acto de depositar las ofrendas en el altar, en los cantos y en los rezos, así como en el respeto que manifiestan a quienes llevan el cargo por la jerarquía que representa. Estos elementos confieren un estilo particular a las velaciones otomíes, donde se conjugan la fe de los fieles devotos manifiesta en su religiosidad, la responsabilidad social que implica el desempeño del cargo y el fortalecimiento de la cohesión social. Las velaciones reúnen a personas otomíes y no otomíes de varias comunidades, quienes llegan para celebrar conjuntamente las fiestas a su santo patrono, en muchas ocasiones después de recorrer un camino largo, lo que les permite pervivir como grupo étnico y culturalmente diferenciado.

Las velaciones proporcionan una nueva dimensión al estudio de la organización religiosa, como complemento al vasto campo del sistema de cargos. Son ceremonias ligadas a la época de siembra, consideradas también como ritos propiciatorios de buen temporal, por medio de los cuales los otomíes vinculan estrechamente su vida religiosa y social. En ellas intervienen motivaciones ideológicas y económicas, al confiar que su petición les proporcionará mejores condiciones en el medio ambiente para el trabajo agrícola; sociales porque refuerza la identidad de la gente a través de la convivencia; e históricos porque repiten cíclicamente ceremonias que les heredaron sus antepasados. La pervivencia ideológica está contenida en su cosmovisión y constituye una respuesta readaptativa a su propia experiencia de vida, ligada a lo terrestre y a lo celeste, a la naturaleza y a la sociedad. Son parte de la expresión de la ideología de la comunidad conformada por su cultura, evidencias ideológicas que expresan en espacios, signos y símbolos sagrados cuya eficacia radica en su pertinencia socio cultural e histórica.

Las velaciones han permanecido, a través del tiempo, más allá de sus variaciones y adaptaciones, y están sostenidas por una estructura y dinámica interna vinculadas al conjunto de prácticas agrícolas. En este contexto general, representan para los otomíes un medio por el que subsisten étnica y culturalmente, y les proporciona un espacio y tiempo para fortalecer su identidad social por medio de la persistencia de prácticas religiosas que hablan de la pertinencia de la ideología que conllevan.

La fiesta mayor, en honor al santo patrono San Miguel Arcángel, se prepara con anticipación durante tres meses, desde julio hasta septiembre, en que se llevan a cabo las velaciones. El día de la celebración de la gran fiesta, la iglesia se llena de feligreses devotos que entran a orar y a dar limosna. El movimiento es continuo, las veladoras en la iglesia se encienden constantemente y se depositan flores e incienso al pie del altar. Los devotos a San Miguel entran durante toda la mañana, algunos de ellos lo hacen de rodillas en pago de una manda o favor recibido por intercesión de San Miguelito.

En el atrio de la iglesia colocan un altar provisional para celebrar la Santa Misa, al centro de éste se deposita a San Miguel Arcángel, a los lados, dándoles la jerarquía que tienen, a la derecha la cruz del Divino Redentor y a la izquierda la imagen de Nuestra Señora del Pueblito, ambas procedentes de San Pablo Tolimán, junto al San Miguel del Casquito de Oro, la figura más antigua. Sobre el altar se colocan, adornadas con listones de colores y cuelgas, las imágenes de los San Miguel Peregrinos de las cuadrillas de danza, que han precedido las fiestas preparatorias a la del santo patrono. El altar lo engalanan con nardos y crisantemos y, en el barandal, los fieles depositan flores y veladoras. Se celebra la Misa con la atención de todos los feligreses, quienes parados o sentados asisten a ella. La celebración es amenizada con la música de un órgano y las voces de un coro, mientras los fieles rezan Salve y los cuetes suenan haciendo más solemne el final de la Misa.

En la escalinata de acceso al atrio se colocan desde temprano varios puestos de comida y de diversos artículos. La gente que ha venido de otros lugares, tanto del municipio como del estado, entra a la Iglesia, saluda y reza al santo patrono. Más tarde se queda en el atrio viendo bailar a los grupos de danza: Apaches, Conquista y Concheros, participando de la fiesta durante todo el día.

La danza de los Apaches es representada por niños vestidos en color café que muestran el contacto cultural entre apaches del norte y chichimecas del centro de México en alguna época de la historia. La Danza de Conquista es presentada por niños en el atrio de la iglesia al son del violín y del tambor. Está integrada por dos ejércitos, el indígena y el español, y por la muerte representada por varios muchachos vestidos de negro o de blanco con el esqueleto pintado. Durante la danza se desencadena la lucha entre los dos bandos, que termina con la muerte del jefe indio. La danza de los Concheros es representada por un grupo venido de Querétaro que, con un estandarte como emblema, entra cantando a la iglesia y tocando sus instrumentos musicales: guitarra, tambor y sonajas. El grupo es numeroso y está formado por hombres y mujeres: adultos, jóvenes y niños, bajo el mando del capitán, quién encabeza los cantos y rezos. Al terminar su saludo al santo patrono se retiran en orden y sin dar la espalda al altar, en señal de respeto.

Después de concluida la fiesta de San Miguel, al día siguiente, el 30 de septiembre, los cargueros descuelgan, esto significa colgar o entregar los cargos a las personas que van a ser los responsables de organizar la fiesta del siguiente año. Durante la ceremonia los integrantes salientes y entrantes lloran, se abrazan y se comparten roscas de pan, aguardiente y fruta.

A inicios de octubre llevan a cabo la descuelga que consiste en el cambio de los responsables para el siguiente ciclo anual, que iniciará otra vez en el mes de febrero, el día de La Candelaria. Después de la descuelga, en octubre, se realiza la cosecha del maíz tierno y para principios de noviembre, después de la fiesta a los muertos, se da inicio la etapa de la cosecha del maíz maduro. Durante las fiestas de Navidad, en algunas de las capillas familiares de las comunidades otomíes de San Miguel Tolimán levantan un Nacimiento en el altar, distinguiéndose la del barrio Centro de la descendencia de los Luna, ceremonias ligadas al ofrecimiento del maíz maduro.

Las fiestas tienen la peculiaridad de congregar a la población otomí, quien manifiesta su lengua en el saludo, en las relaciones sociales y en las transacciones comerciales; reúnen a diferentes sectores de la población que, aunque no comparten todos los rasgos culturales de los otomíes, son gente que continúa con la costumbre de participar en el ceremonial de San Miguelito, como cargueros o simples observadores; y además, congregan a los fieles devotos de San Miguel Arcángel y a periodistas e investigadores interesados en el rescate de la cultura otomí.

Paralelamente a la pervivencia cultural que se ha mantenido hasta la actualidad está la identidad, otro elemento importante de análisis. La identidad es la toma de conciencia de la cultura de una colectividad que se define en contraste y en oposición a otros, más allá de la propia descripción. Estos rasgos culturales, que, en primera instancia pueden parecer descriptivos e inmóviles, son elementos constitutivos de una sociedad, el derecho y el ejercicio de la identidad es un aspecto puntual en la reproducción cultural de los pueblos.

En este marco general de la dimensión de la cultura, la identidad particular del otomí de Tolimán, Querétaro, conlleva un ordenamiento de vida individual y colectiva. En relación con la Nación es mexicano, en relación con otros grupos indígenas es otomí, pero en relación con otros grupos otomíes, sobre todo si estos son de Querétaro, es de determinada región o comunidad; lo que nos lleva a analizar su identidad con base en la vinculación de las propias representaciones culturales que ha creado en contraposición con otros grupos sociales. Esta ubicación metodológica es relevante para analizar cada nivel de identidad en condiciones específicas y poder asentar si existe toma de conciencia, consciente o inconsciente, de las diferencias que tienen en relación con otros grupos.

La identidad no es inmutable, es un proceso activo y complejo con profundidad histórica, resultado de adopciones y adaptaciones, que tiene capacidad de regularización interna. Las identidades emergen, varían y desaparecen en el tiempo, lo mismo se retraen o se expanden según las circunstancias y en ocasiones reaparecen y se reacomodan. El surgimiento de la identidad como elemento de análisis presupone una continuidad de las relaciones sociales en la vida del grupo o del individuo, no sólo con sus interlocutores próximos con base en las redes de la sociabilidad cotidiana, sino también con otros grupos o individuos más lejanos y desconocidos.

La identificación con prácticas religiosas ancestrales se ve reforzada por el prestigio social que adquieren quienes han tenido o tienen un cargo en cualquiera de las celebraciones. El buen desempeño de sus responsabilidades es de vital importancia para la colectividad y repercute en el tratamiento y reconocimiento que recibirá la persona por el resto de la población, a lo largo de toda su vida. Por medio de las fiestas se puede conocer la vida de la colectividad en el más amplio sentido de la expresión, a través de las experiencias lúdicas por las que trasciende, donde los rituales resultan ser una combinación entre normas y emotividad en que el indígena expresa su sensibilidad. Asimismo, es un escudo espiritual contra la adversidad económica en la que viven.

Con base en el planteamiento de que las instituciones son las que prevalecen y no los individuos, se estudia el funcionamiento de las fiestas y la estructura que las sustenta, por ser ésta una fuente valiosa de explicación de su continuidad cultural. Hay quienes consideran que la vida cultural de los indígenas es un impedimento para su progreso económico, pero hay que hacer hincapié en que ellos se rigen por otro tipo de normas. Sea cual sea la posición que mantengamos frente a esta situación, las fiestas religiosas desempeñan un papel significativo en la vida de los campesinos del país y en la cultura nacional. El sistema de cargos que las sostiene es de considerable interés para los etnólogos mesoamericanistas interesados en la vida política, económica, social y espiritual de los indios de México.

La identidad tiene una dimensión espacial que define sus propias fronteras, referentes móviles en el tiempo; el individuo, una vez que ha definido su propio tiempo y espacio, asume un sistema relevante con el que ordena su vida social y religiosa. Durante este ordenamiento está en condiciones de optar por alternativas, descartar otras y entrelazar sus experiencias pasadas con su presente.

La mayor parte de la población otomí participa alguna vez en su vida en el desempeño de un cargo específico o como apoyo de un pariente o amigo que lo tenga. El sistema organizativo les da la oportunidad de mantenerse unidos socialmente y reforzados a través de la convivencia que mantienen con toda la población otomí de la región que se reúne en torno a las ceremonias. La relación de parentesco, vecindad o compadrazgo son alianzas compartidas por las familias otomíes de Tolimán vinculadas a la celebración de la fiesta del santo patrono, símbolo espiritual de la comunidad, que los mantiene identificados étnica y culturalmente.

Bajo esta perspectiva inicial, el sistema de cargos que opera entre los otomíes de San Miguel Tolimán, se explica como un mecanismo de identidad, de cohesión social y de pervivencia cultural, que los mantiene como grupo frente al contexto en el que están inmersos a nivel regional y nacional. Y, desde el punto de vista cultural, refuerza su ideología, que reinterpreta las fiestas católicas a través de prácticas religiosas propias.

Los otomíes de Tolimán han vivido en el mismo espacio geográfico a partir de su fundación en el año 1722, sin embargo la idea de zonas de refugio de Aguirre Beltrán es aplicable, por ser los otomíes un grupo indígena que se ha replegado a sí mismo, como medida de defensa social y cultural a las condiciones externas que lo afectan en sentido negativo. Y si bien no presentan aislamiento físico, las condiciones del suelo, la falta de posibilidades de apoyo para inversión y la necesidad de infraestructura agrícola y pecuaria los mantienen débiles, económicamente hablando, lo que repercute en sus niveles de vida.

Como campesinos están inmersos en una dinámica económica que les afecta no sólo en términos laborales, sino que de alguna manera, esta inserción dentro de la dinámica nacional, trastoca su ideología y las formas concretas de manifestarla. Su condición económica les lleva a tomar decisiones laborales importantes a nivel individual y grupal, que provoca un proceso de cambio, entre cuyas causas destaca el fenómeno socio-económico de la migración temporal ocupacional que afecta sus estructuras, empujándolos a buscar fuentes de trabajo lejos de su comunidad de origen. Como instrumento nivelador está la organización interna comunal del sistema de cargos que es un elemento que refuerza la autoidentificación y cohesión socio-cultural.

Los otomíes de Tolimán se encuentran en un franco proceso de cambio debido a factores sociales, políticos, culturales y económicos que no significa la extinción del grupo, su contrapeso radica en la identidad cultural que los grupos indígenas manifiestan permanentemente a través de conductas y normas familiares, sociales y religiosas. Además, expresan resistencia cultural a las innovaciones culturales impuestas del exterior, que asimilan poco a poco mediante un proceso de selección, que les permite seguir siendo otomíes, en forma consciente e inconsciente, individual y colectiva. Sin embargo, se da una confrontación del sistema de cargos frente a la estructura global social por la intervención, en algunos casos, de las autoridades oficiales y religiosas que no tratan con respeto su perfil cultural pretendiendo provocar modificaciones a sus tradiciones, lo que acarrea desconcierto psicológico, alejamiento social y aislamiento cultural en algunas personas.

Las culturas indígenas han sobrevivido gracias a su universo comunal; sus hábitos, sus prácticas religiosas y su idioma, han conformado una cosmovisión propia y una serie de creencias, que les ha permitido mantenerse y perpetuarse aun dentro de los parámetros de la sociedad urbana. Su concepción del hombre, del mundo y de la naturaleza es acorde entre sí, de las tres, la última tiene un lugar especial, debido a que el indígena mantiene una relación armoniosa con la naturaleza; sus conocimientos, sus habilidades y su trabajo, todo, está en función de una necesidad ineludible, la de obtener el sustento. Esta relación con la naturaleza no es puramente material, es imposible separar el conocimiento humano del mundo, del orden religioso. La cosmovisión otomí con sus ideas acerca de las relaciones del hombre con el universo y la divinidad tiene su propia esencia y razón de ser, ubica al hombre en relación con el cosmos como parte de él.

Con base en Montoya, entre los indígenas existe un gran respeto por la naturaleza y tienen la idea que ésta los puede perjudicar o mantener con vida. Si los seres que viven en el mundo que les rodea los ayudan a vivir, ellos sienten la obligación de corresponderles y, en esta relación, presentan un principio de reciprocidad. Los otomíes de Tolimán consideran que la lluvia, el fuego, la tierra, los ríos y el viento son elementos buenos y malos a la vez; buenos porque de ellos reciben los beneficios, por lo que consideran necesario brindarles tributos, ofreciendo música, danzas y alimentos en las fiestas anuales correspondientes, que se dan cíclicamente, de generación en generación. Paralelamente, son malos porque en ocasiones acarrean catástrofes, como inundaciones, sequías y epidemias, entre otras. En suma, todo por sencillo que parezca a nuestros ojos para los otomíes posee fuerzas mágicas, buenas o malas para el hombre.

En otro sentido de análisis, la proyección de la cultura es obra de la creatividad humana, los modelos más sencillos son las formas de comportamiento que se expresan en la indumentaria, la alimentación, el trabajo, los objetos domésticos y ceremoniales, así como los modelos más complejos implícitos en la organización social, económica, política, sistemas de religión, arte, etc. La teoría de los modelos o formas culturales da por sentado que la cultura es creada por individuos que interactúan con el medio y entre ellos, y que estas interacciones con la geografía, la psicología y la biología son puntos de partida para el desarrollo cultural, sin ser determinantes. Las aplicaciones de modelos teóricos se enfrentan a lo intrincado, múltiple y acumulativo de las culturas, lo que lleva a pensar y a considerar también útil la búsqueda de causas externas en formas culturales específicas.

La antropología establece que cultura es el conjunto de manifestaciones materiales e intelectuales de un grupo humano, y con base en este concepto se maneja la información sin encajonarla en gradaciones que indiquen superioridad o inferioridad cultural, que pudiera clasificar a los pueblos en cultos e incultos. Las manifestaciones culturales no se producen de acuerdo a principios fijos de reglas determinadas, son de carácter relativo, que permiten distinguir y diferenciar entre sí a las agrupaciones humanas al connotar su perfil cultural.

La cultura de un pueblo abarca elementos diversos, por un lado el territorio y los recursos naturales que contiene, por otro la obra humana que se manifiesta en los edificios públicos, las casas habitación, los símbolos y los espacios sagrados, los objetos y los bienes domésticos, todo lo que han sumado a través de los años; una organización social que define los derechos y deberes que tienen que observar los miembros de la colectividad; y una ideología que se refiere a la representación mental del mundo, formada por ideas claras y organizadas lógicamente. Con esta premisa, podemos analizar de un grupo, un aspecto cultural o su totalidad, en función de sí mismo o en función de la sociedad en su conjunto. Asimismo, hay que tener presente que la cultura es transmitida a cada generación por su predecesora y en parte modificada por la nueva generación, que prescribe sus propias condiciones de vida y le impone un desarrollo y carácter propio.

En cuanto a la transmisión cultural, decimos que una generación transmite a otra los códigos establecidos, los que se manifiestan en todos los órdenes de su vida: el idioma que expresa la peculiar visión que se tiene del mundo, el pensamiento acumulado a lo largo de su historia, expresado en gestos, tono de voz, valores y actitudes, la estructura familiar, las técnicas agropecuarias, entre otros muchos elementos que tienen significado para el grupo, que reciben las nuevas generaciones, quienes los enriquecen y transforman. El indígena se define, por pertenecer a una colectividad organizada, con una herencia cultural propia, por lo que en relación con su cultura se sabe otomí o nahua. Dentro del vasto ámbito cultural, la religión es una institución a través de la que los grupos humanos perviven, en torno a la cual se crea una serie de relaciones sociales y elementos simbólicos y rituales.

El antropólogo al hacer la etnografía de una cultura, registra múltiples estructuras conceptuales complejas, muchas de las cuales están superpuestas o enlazadas entre sí, no explícitas, a las que les da una explicación, por lo que se prestan a ser interpretaciones de interpretaciones de otros autores. La comprensión de sucesos particulares como son: una ceremonia, una procesión o una idea de un grupo determinado, expresa la forma particular de interpretación de la cultura que va a permitir desentrañar el significado de sus símbolos y determinar el alcance de su campo social. Cada sistema simbólico es una unidad funcional cuyos elementos contribuyen de manera armoniosa a su existencia y continuidad. La cultura es pública, contiene ideas, es conductual, simbólica y está compuesta de estructuras psicológicas mediante las que los individuos o grupos de individuos guían su conducta.

Durante la observación de la celebración de la fiesta patronal, de las velaciones que la anteceden, de la participación de las cuadrillas de danza, de la velación de la Santa Cruz, de la peregrinación al Cerro Zamorano, de la conmemoración de los difuntos en las capillas familiares y de las festividades a otras imágenes de santos católicos de menor impacto en la región, se han encontrado símbolos sagrados y localizado sitios de significación religiosa que tienen su origen en la época prehispánica y en la colonial, que reflejan la continuidad cultural del grupo otomí hasta la actualidad.

EL CEREMONIAL DE SAN MIGUEL TOLIMÁN

MES DIA CEREMONIA SANTO PATRONO LUGAR

abril movible

21 Peregrinación de la Santa Cruz del barrio Don Lucas al Cerrro Zamorano Santa Cruz Cerro Zamorano

mayo

13

moviblemedia-

dos de mes Velación a la Santa Cruz

Inicio del ceremonial a San Miguel Santa Cruz

San Miguel Arcángel Barrio don Lucas

San Miguel Tolimán

junio, julio, agosto y septiembre todos los días Velaciones a San Miguel con las imágenes peregrinas San Miguel Arcángel Comunidades otomíes de la cabecera municipal y de San Miguel Tolimán (¡?)

agosto Los Ejotes San Miguel Arcángel Iglesia

septiembre

23

24

25

26

27

28

29

30 El Vestido

Última velación de las cinco cuadrillas de danza

El Encuentro

Preparación del Chimal

Armado del Chimal

Levantamiento del Chimal

Confirmaciones

Fiesta Patronal

El Despedimento San Miguel Arcángel

San Miguel Arcángel

San Miguel Arcángel

San Miguel Arcángel

San Miguel Arcángel

San Miguel Arcángel

Sacramento católico

San Miguel Arcángel

San Miguel Arcángel

La Cuesta

Comunidades otomíes del municipio

Barrio Tierra Volteada

Atrio de la iglesia

Atrio de la iglesia

Atrio de la iglesia

Iglesia

Iglesia y atrio

Iglesia

octubre 1 Descuelga San Miguel Arcángel Sitio Bato en barrio centro de San Miguel Tolimán

El cuadro establece la cronología de la celebración del ceremonial a San Miguel Arcángel.

Referencias

Aguado, José Carlos y María Ana Portal. «Tiempo, espacio e identidad social» en Alteridades, México, Universidad Autónoma Metropolitana – Unidad Iztapalapa, 1991, 1 (2), pp. 31-41.

Aguirre Beltrán, Gonzalo. Formas de gobierno indígena. Universidad Veracruzana, Instituto Nacional Indigenista, Gobierno de Veracruz y Fondo de Cultura Económica, México, tomo IV, 1991.

Bonfil Batalla, Guillermo. México Profundo. Centro de Investigaciones y Estudios sobre Antropología Social y Secretaría de Educación Pública, México, 1987.

Castillo Escalona, Aurora. Persistencia histórico cultural. San Miguel Tolimán. Universidad Autónoma de Querétaro, Municipio de Tolimán y Universidad Marista. México, 2000.

Geertz, Clifford. La interpretación de la cultura. GEDISA, México, 1991.

Montoya Briones, José de Jesús. «Persistencia de un sistema religioso mesoamericano entre indios huastecos y serranos» en I Coloquio Historia de la Religión en Mesoamérica y áreas afines, editora Barbro Dahlgren, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1987, pp. 145-152.

Wolf, Eric. Los campesinos. Editorial Labor, México, 1982.

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