Carmen Parra

Carmen Parra

La Jornada Semanal

A través de una conversación con la versátil e incansable pintora Carmen Parra, nuestra crítica de arte Germaine Gómez Haro revela algunos momentos clave, avatares y felices coincidencias en la realización de la exposición Un hombre en fuga. El Caravaggio, que la pintora montó en comunión creadora con Beppe Vesco, en un lugar emblemático para ambos artistas: el Oratorio de San Lorenzo, en Palermo, Sicilia, a invitación expresa de Bernardo Totorici di Raffadalli, presidente de la Asociación de Museos Italianos. También publicamos una reflexión siempre vigente para la inteligencia y los derechos humanos sobre la lucha por la libertad en la creación literaria y la censura ejercida desde el Estado, mediante la presentación de los casos del novelista y bloguero egipcio Ahmed Nayi y el artista visual Ayman Zarkqani por su novela El uso de la vida , así como del poeta palestino Ashraf Fayadh, inicialmente condenado a pena de muerte –luego conmutada por ochocientos azotes– por su libro Las instrucciones están adentro. Cierran el número un artículo sobre Thomas Hardy de Ricardo Guzmán W. y otro sobre la narrativa uruguaya de los años setenta, de Alejandro Michelena.

ALUMNA DESTACADA DE JUAN SORIANO, TRABAJÓ CON MANUEL FELGUÉREZ Y VICENTE ROJO

Hace unas semanas viajé con mi entrañable amiga, la pintora Carmen Parra, a Palermo, Sicilia, para asistir a la inauguración de su exposición Un hombre en fuga, El Caravaggio de Carmen Parra y Beppe Vesco , exhibida en uno de los escenarios barrocos más hermosos de Italia. Se trata del Oratorio de San Lorenzo, anexo a la Iglesia de San Francisco de Asís, en el barrio antiguo de la ciudad. El pequeño recinto es una obra maestra del escultor siciliano Giacomo Serpotta, quien plasmó las escenas relacionadas con la vida del mártir que murió carbonizado en una parrilla en un regodeo delirante de figuras talladas en madera y estucadas con polvo de mármol. El conjunto escultórico en este pequeño gran espacio deja al espectador sin habla. Un torbellino de personajes, ángeles y formas orgánicas se entreveran en una danza armoniosa y sensual que desafía cualquier concepto apolíneo. Para decorar el altar de esta escenografía celestial fue comisionado en 1609 el gran Michelangelo Merisi da Caravaggio, para pintar La Natividad con San Lorenzo y San Francisco, uno de los cuatro lienzos que el artista pintó en Sicilia poco antes de su muerte, este último considerado el cuadro más hermoso por el historiador del arte Roberto Longhi, en su obra monográfica sobre el maestro del barroco italiano. En un viaje anterior, hace dos años, Carmen me llevó a conocer este sitio soberbio que es para ella “el lugar más hermoso del mundo”. La perseverancia y el inquebrantable entusiasmo que caracterizan a esta incansable pintora lograron lo que entonces parecía imposible: presentar su pintura en el lugar de sus sueños.

Sicilia es mi paraíso, mi isla del tesoro. Tengo una relación pasional con esta tierra desde hace más de treinta años gracias a mi amiga del alma y hermana siciliana, Rosemarie Tasca d’Almerita, quien me ha llevado a descubrir estos parajes por donde pasaron Ulises, Perséfone, la Gorgona, Perseo, Dánae, Atena… Me he dedicado a estudiar y pintar el barroco mexicano y aquí descubrí la veneración de los siete arcángeles en Cefalú y, a través del extraordinario libro de Donald Garstang conocí el trabajo de Giacomo Serpotta quien me llevó de la mano al Oratorio de San Lorenzo. ¡Quién me iba a decir que un día exhibiría mi trabajo aquí!

La pintura del Caravaggio fue robada en 1969 por la mafia siciliana y es actualmente una de las diez obras de arte más buscadas por el Comando de Carabineros para la Protección del Patrimonio Cultural de Italia. Muchas leyendas han corrido sobre su paradero. Un miembro de La Cosa Nostra aseguró que el lienzo está bien resguardado y se exhibe durante las reuniones de los mafiosos como “símbolo de su poder”; lo cierto es que se desconoce su paradero y no se pierde la esperanza de que un día vuelva a su nicho original en San Lorenzo, hoy tristemente vacío. Como un acto de exorcismo ante la barbarie cometida, Carmen Parra propuso la recreación libre de la pintura hoy perdida.

–Soy la primera extranjera invitada a exhibir en este recinto por el presidente de la Asociación de los Museos Italianos, Bernardo Tortorici di Raffadali. Mi propuesta consistió en la realización de este proyecto a beneficio de la asociación Progetto Itaca Palermo (www.progettoitacapalermo.org) del cual mi amiga Rosemarie es socia fundadora y vicepresidenta. Esta asociación internacional se ocupa de la atención a enfermos mentales y a sus familiares, y cuenta con un programa que ha tenido una respuesta increíble ante esta enfermedad que hoy en día todavía está muy estigmatizada. La obra donada está a la venta y los fondos serán dirigidos a la asociación.

Ha sido un privilegio para mí exhibir mi trabajo en este lugar y contribuir a la preservación de la memoria histórica. Como este evento es el producto de una serie de coincidencias mágicas, extendí la invitación a mi amigo el pintor palermitano Beppe Vesco y le propuse crear la obra a cuatro manos. Conocí a Beppe hace muchos años a raíz de una de estas coincidencias mágicas. En una peluquería en Palermo vi colgada en un muro una pintura que me recordó fuertemente a mi amigo Francisco Corzas, extraordinario pintor mexicano hoy un tanto olvidado. Pregunté quién era el autor –“un tal Beppe Vesco”, me dijeron– y me propuse buscarlo y conocerlo. Se estableció desde entonces una gran amistad. Estas pinturas realizadas a cuatro manos son también un homenaje a nuestro mutuo amigo Francisco Corzas y un llamado a su revaloración dentro del arte mexicano del siglo XX que en la actualidad ha relegado a muchos artistas importantes de esa generación.

Beppe Vesco me relata que su relación con Francisco Corzas también fue producto de una coincidencia mágica. Su hermana viajó a México en 1976 y en el Instituto Italiano de Cultura vio una pintura de Corzas que de inmediato asoció al trabajo de Beppe. Había un aire de familia entre estos dos pintores que no se conocían. Cuando la hermana le habló de este pintor, Vesco lo contactó y se conocieron, estableciéndose entre ellos una intensa relación de amistad e intercambio creativo que duró hasta su muerte. Al igual que Corzas –a quien considera su maestro– el pintor siciliano ha absorbido las enseñanzas de los viejos maestros y practica una técnica exquisita que dota a sus pinturas de una atmósfera atemporal. Una vez más, la coincidencia mágica que menciona Carmen hace que la pintora mexicana y el siciliano establezcan un vínculo a través de Francisco Corzas y se reencuentren parafraseando a Caravaggio.

–Pintamos las siete obras en el taller de Beppe durante un mes entero el verano del año pasado, con 38 grados Celsius de temperatura, pero con una piscina en su hermoso jardín que nos refrescaba el cuerpo y la mente. Fue un trabajo intenso, divertido, apasionante. Decidimos hacer una interpretación libre de La Natividad en un lienzo de formato similar al original y seis paneles independientes en los que aparecen el Ángel, la Vírgen con el Niño, Fray León, San José, San Lorenzo y San Francisco. Los colores que elegimos son el rojo, que simboliza la violencia homicida del acto criminal contra la cultura, y el azul, que evoca el mar Mediterráneo que se ha llevado la memoria. Nuestra intención es rescatar el recuerdo, porque sin memoria no hay historia.

Acabo de recibir la gran noticia que nos comunicó Leoluca Orlando, alcalde de Palermo, que el presidente Sergio Mattarella regalará a la capital siciliana una versión idéntica del Caravaggio robado, realizada en España por un copista profesional, y que será colocada en el nicho original de la pieza en el Oratorio de San Lorenzo. Veo este acto como la gran reflexión histórica sobre la memoria cultural y me parece otra maravillosa coincidencia que mi obra salga del Oratorio y entre la copia del original.

–¿Qué significa para ti la apropiación de una pintura famosa del pasado?

–Yo me apropio de los cuadros que me interesan a la manera de un chamán. Los primeros que realicé fueron La adoración de los Reyes y La Asunción de la Vírgen María, de Juan Rodríguez Juárez, que forman parte del Altar de los Reyes de la Catedral Metropolitana. Después, el arquitecto Ortiz Lajous me pidió una versión del Apocalipsis que se había quemado en un incendio e hice dos pinturas más pequeñas. Desde entonces lo he hecho constantemente, pues es una manera de analizar la esencia de las obras. En el siglo XX los artistas modernos se abocaron a rescatar el pasado indígena, pero tenemos aún pendiente la revaloración de nuestros trescientos años de Colonia. Hay un gran vacío influido por la herencia del juarismo y nuestra educación liberal; eso lo percibí desde que era estudiante en la Escuela de Antropología e Historia, y aún hoy no hemos avanzado gran cosa. De niña iba con mi papá y con el arquitecto Von Wuthenau todos los domingos a la Lagunilla y estaba lleno de objetos coloniales valiosos que casi regalaban. Mi papá y su amigo se peleaban a ver quién compraba más cosas y es así como desde muy pequeña entré en contacto con el barroco mexicano. Tuve extraordinarios maestros, como Jaime Ortiz Lajous, Gastón García Cantú, Fernando Benítez, Catita Sierra y, sobre todo, Fernando Gamboa, quien fue el primero en proyectar en el extranjero la riqueza de México en todas sus facetas: prehispánico, colonial, moderno y las artes populares. Ahora vivo en una casa que fue el taller de Miguel Covarrubias y lo oigo que me habla en las noches y me im-pulsa a no salirme de este circuito de la historia de mi país que es mi pasión.

–¿Qué respuesta tiene el arte de tema religioso en la actualidad?

–A la gente a veces le cuesta trabajo porque no está acostumbrada y no tiene información suficiente para apreciarlo. Pero a mí no me interesa un trabajo que tenga sólo un fin comercial. Busco que mi obra tenga una repercusión, una lectura social e histórica. No hemos hecho una lectura horizontal de nuestra historia. Por eso estudio mucho mis temas e intento que a través de mis pinturas la gente se acerque al período colonial. Quiero, a través de mis obras, llamar la atención sobre las diferentes realidades que conviven en México. La mayoría de las sociedades están ya homogeneizadas y nuestro país conserva una enorme diversidad. La mayor lección que me dejó el maestro Gamboa fue el aprecio a la diversidad de nuestro México profundo.

–¿Qué reacción ha habido en el público italiano ante las pinturas en el Oratorio de San Lorenzo?

–Por los comentarios y por las notas de prensa, pienso que muy favorable. Son pinturas que han logrado conmover al espectador y eso es por la impronta que hemos dejado en las obras. La mayor parte del arte contemporáneo es más intelectual, está más ligado a la tecnología y a la ciencia y se ha perdido la parte pictórico-humanista que hemos tratado de plasmar en estas pinturas. En la impronta del artista se deja la energía en la materia y esto lo siente el espectador inmediatamente.

Las pinturas de Carmen Parra y Beppe Vesco inspiradas en La Natividad de Caravaggio son la fusión de la pasión de los dos artistas por la pintura antigua, por las soberbias obras del Barroco mexicano e italiano, y su testimonio plástico que revindica que sin memoria no hay historia.

La incansable Carmen Parra ha presentado recientemente varias exposiciones: La flor de loto y el cardo en la Galería Aldama Fine Art; Refugio Salvaje, un proyecto del Centro de Conservación para el rescate del Águila Real en el Reino Animal, a un lado de las pirámides de Teotihuacán, hasta noviembre del año pasado; y Metamorfosis, una recopilación de su trabajo sobre la mariposa Monarca en Universum Museo de las Ciencias (UNAM). Carmen Parra es una artista barroca contemporánea, una pintora que vuela con las alas de los siete arcángeles que ha pintado y alcanza parajes lejanos e insospechados que valen la pena explorar. Esta entrevista fue realizada a bordo de un auto, en un trayecto entre Palermo y Mistretta, un encantador pueblito en la montaña cerca de Palermo. Con el mar Mediterráneo de fondo, mientras charlábamos, pensé que Carmen Parra, con sus alas de ángel y de mariposa, vuela y se posa en temas que vale la pena explorar. Sus pinturas son atmósferas de ayer, de hoy y de mañana, un arte atemporal que invita al goce y a la reflexión •