Ser cronista no es una chamba, sino una vocación.

El Cronista“La crónica de la ciudad (Querétaro) no tiene por qué hacerse desde el gobierno, porque ser cronista no es un título, sino un espíritu”, afirma Guillermo Tovar y de Teresa; La crónica tiene doble dimensión y múltiples lecturas, dijo en su momento Octavio Paz; La crónica no le pertenece a nadie, es algo que debemos hacer entre todos, confirma José Emilio Pacheco.

La crónica da cuenta de los actores, de los movimientos sociales y las luchas de los grupos minoritarios. La crónica ya dejó de ser frívola y retrospectiva, señala Carlos Monsivais.

La crónica quiere volver a la mira de Herodoto: narrar lo sucedido ”para que no se desvanezcan con el tiempo los hechos de los hombres, y para que no queden sin gloria grandes y maravillosas obras”, nos dijo Luís González y González.

Sistematizar el chisme disperso, resume el alud de noticias que día a día genera la acción individual y solidaria de las comunidades. “La crónica da la identificación y el amor propio que debe existir en toda comunidad humana”.

Ahora todavía se considera como asunto central de los cronistas los sucesos que influyen en el contorno social, sobre todo  las desiciones y conductas de los poderosos, arremete el autor de “Pueblo en vilo”.

“La mayoría de las crónicas se sirven también de la memoria ajena, tanto oral como escrita”.

La ciudad de Querétaro como muchas otras, es múltiple y se somete a procesos intersubjetivos. Cada mirada es singular. La ciudad es polifacética, se dan las mutaciones de las costumbres y el desden por los valores permanentes, esas actitudes sociales merecen la atención de los cronistas.

«La crónica en la ciudad no tiene por qué hacerse desde el gobierno. Y no hay ningún conflicto con las actuales autoridades, simplemente queremos ser mayores de edad, no vivir tutelados, sino salir a las calles, recorrer nuestra ciudad, y escribir, hacer teatro, cine, poesía en torno a ella”. Es el sentir de los creadores en nuestra ciudad, un sentir desoído.

«La tribu cultural» de nuestra ciudad de Querétaro y todos los relacionados con el arte, la medicina, la arquitectura, el cine, la pintura, la historia, la literatura, la coreografía, el teatro, el periodismo, la antropología y las culturas populares, entre otras ramas, tienen como objetivo principal ser «ciudadanos, plurales, múltiples, transversales y diversos, en su labor para promover la crónica».

Son muchas las limitaciones de esta labor, por eso enfrentarse en solitario a una ciudad tan inmensa y compleja y aferrarse a un cronista oficial, es dañino para la  ciudad, su historia, su presente y futuro, por lo que se debe mirar con buenos ojos la creación de un Consejo de la Crónica.

«Para una sola persona, no alcanza la vida para conocer la ciudad y todos sus aspectos. Por eso propongo la creación del consejo, para compartir mi cargo con una serie de intelectuales y que, en colectivo, promoviéramos la crónica», dijo en su momento el último cronista oficial y en solitario de la ciudad de México: Guillermo  Tovar y de Teresa.

Ser cronista es una vocación, una manera de percibir la realidad, por ello no se puede imponer un solo estilo para hacer crónica, ni transformar al consejo de un organismo honorario en una oficina de gobierno».

Es necesario que los ciudadanos demos  la bienvenida a  nuevos integrantes, debemos y ‘queremos llegar a 100’ y muchos más.

Lo que la política separa, la cultura une… y la ciudad entrelaza. Así explica Guillermo Tovar y de Teresa al decir que ese es el espíritu que anima al Consejo de la Crónica de la Ciudad de México  a 20 años de su creación.

Tengamos presente que desde el siglo XVI, con Francisco Cervantes de Salazar, la responsabilidad de hacer la crónica de la ciudad de México había recaído en una sola persona, pero en febrero de 1987, un año después de que Guillermo Tovar fue elegido para fungir como el cronista capitalino, platicó con sus dos predecesores, José Luís Martínez y Miguel León Portilla, acerca de crear un consejo de La Crónica para la ciudad de México, dando magníficos resultados.

«Que cada uno de los miembros haga su trabajo en su casa, en la intimidad, no en las juntas, a las cuales pueden dejar de ir, pero que nos entreguen su trabajo. Nos importa conocer eso, para seguir queriendo a esta ciudad, porque a pesar de todo sí es susceptible de ser amada. El Consejo de la Crónica ya es mayor de edad, y de aquí, pa’l real», puntualiza el historiador, quien concluye que desde los años 50 del siglo pasado no se daban cita tantos intelectuales en torno a un propósito único: convertirse en los ojos y los oídos que hurgarán cada rincón de la Ciudad, para después narrar sus hallazgos desde su área de especialidad.

Algunos de los fundadores del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México hace 20 años fueron Octavio Paz, Luís González y González, Fernando Benítez, Rufino Tamayo y Fernando Gamboa, Andrés Henestrosa,  todos ellos ya fallecidos.

También echaron a andar hace dos décadas el consejo y continúan en él: Emmanuel Carballo, José Luís Cuevas, Teodoro González de León, Homero Aridjis, Enrique Cervantes, Fernando Césarman, Clementina Díaz y de Ovando, Andrés Lira González, José Luís Martínez, Silvio Zavala y José Iturriaga.

Entre los nuevos miembros figuran: Francisco Toledo, Carlos Monsiváis, Jacobo Zabludovsky, Rafael Barajas, Kart Bellinhausen, David Huerta, Enrique Florescano, Ernesto de la Peña, Jean Meyer, Ricardo Pérez Escamilla, Gabriel Vargas, José Emilio Pacheco, Cristina Pacheco, Héctor García, Sergio Raúl Arroyo, José Pascual Buxó, Manuel Felguérez, Silvia Molina, Paco Ignacio Taibo I, Vicente Leñero, Alfredo López Austin, Ramón Xirau, Gustavo García, Guillermo Arriaga, Guadalupe Rivera Marín, Teresa del Conde, Raquel Tibol y Carlos Martínez Rentería, entre otros.

La elección de los integrantes del  Consejo de la Crónica de la Ciudad de México «no fue una decisión arbitraria. La idea es que se llegue a los miembros que hagan falta para conseguir que la gente se interese en la crónica. También se incorporarán los cronistas locales de cada barrio y colonia, la adhesión al consejo debe ser gratuita”.

Querétaro dejó solo a Valentín Frías y nos ha legado un testimonio de nuestra ciudad invaluable y superior a los de los cronistas de las órdenes religiosas instaladas en nuestra ciudad. J. Guadalupe Ramírez Álvarez aceptó esa responsabilidad y la trabajó al cansancio, lo mismo que Eduardo Loarca Castillo, ahora nuestra ciudad y nuestras circunstancias son otras y no admiten ese mimetismo en la narración del tiempo y los acontecimientos desde una sola mirada y una sola perspectiva.  Toda la élite intelectual y artística, más los que se quieran añadir debemos de retomar la crónica de la ciudad de Querétaro y situarla en nuestro tiempo y en los cambios que esta capital y centro de atracción regional, nos esta exigiendo y no permitamos una sola mirada sobre algo que es inalcanzable para una sola persona.

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