Templo y colegios de La Compañía de Jesús en Querétaro

El Templo y Colegios de la Compañía de Jesús en Querétaro

  

Los Colegios Reales y Pontificios de

San Ignacio de Loyola y de San Francisco Javier375 años en la educación de la juventud queretana  

Parroquia Mayor de Santiago

Colegio Civil

Universidad Autónoma de Querétaro

  

C

onstruidos en tres diferentes etapas, el templo y los colegios de la Compañía de Jesús, fueron la base de la educación superior en Querétaro y llegan hasta nuestros días, como un legado en ciencia, arte, cultura e historia, de valor incalculable.

  

Después del excelente beneficio con que nuestros fundadores erigieron para tanta gloria de Dios, aqueste colegio, tiene el primer lugar como insigne benefactor de él, a nuestro hermano Tomás Ramírez, coadjutor temporal de nuestra Compañía de Jesús, a cuya solicitud y amor se debe el hermosísimo templo que hoy gozamos.

  

Actualmente el templo de La Compañía, es sede de la primera Parroquia fundada en la ciudad, llamada de Santiago y los colegios son los claustros universitarios, en el área de humanidades.

  

Los inicios de la gran construcción dejada por los jesuitas en Querétaro, comenzó de manera muy sencilla, dice Luis Medina, de los manuscritos del archivo de su orden “El primer colegio o Iglesia que se fabricó era demasiado corto e incómodo” “La Iglesia se improvisó uniendo tres piezas de las casas recién adquiridas y para salón de clases tuvieron que adaptar otros de los cuartos”.

  

«La iglesia y colegio de San Ignacio de Loyola, que fue de los regulares de la extinguida Compañía de Jesús, que se fundó el año de mil seiscientos veinticinco, cuyos insignes patronos y fundadores, fueron el Dr. D. Diego Barrientos, Alcalde mayor que fue de esta ciudad y de Doña María de Lomelí, su esposa.»

  

Existe en el anexo del templo, un lienzo grande de los señores Barrientos Lomelín, firmada por Vallejo en 1752 y la capilla de La Santa Escala, terminada en 1806, es obra de Tomás Javier de Peralta.

  

La sacristía contiene obras de gran interés, como la alegoría de las Virgen y otro lienzo de grandes dimensiones,            que representa a San Ignacio de Loyola, santos y miembros de la Compañía de Jesús. Obra de Noriega.

  

En el año de 1733 los señores Pérez asignaron al colegio las haciendas de La Presa, Huimilpan  y Monte de Espejo.

  

La iglesia, en su construcción tiende del barroco al ultrabarroco, la torre es de tres cuerpos, la bóveda es de cañón con un crucero muy capaz decían.

  

El Padre Javier Lucerna fue  rector de estos colegios y lo fue hasta el 25 de junio de 1767, en que fueron expatriados y el 20 de agosto de 1771 el Colegio de San Ignacio fue dedicado a los seminaristas del colegio de San Francisco Javier,  éste a sede de la milicia y el templo a sede de la parroquia de Santiago.

  

El 25 de julio de 1814, el Ayuntamiento de la ciudad entregó una escultura del apóstol Santiago, obra de Mariano Arce a esta sede parroquial o templo de la Compañía de Jesús.

  

El conjunto artístico que forman en el templo de la Compañía de Jesús,  su atrio enrejado, el torreoncillo sosteniendo la Cruz Atrial, su botarel, la puerta de acceso al portal de peregrinos, con un copete caprichoso, la espadaña y la portada, es de un claro y típico estilo queretano.

  

El  Colegio de San Ignacio de Loyola y su insuperable patio barroco, sede del convento jesuita, más  el colegio de San Francisco Javier, con sus dos patios, el de Los Naranjos y el principal, son muestra del arte y la cultura local, de los siglos XVll y XVlll.

  

Este conjunto urbanístico, esta ubicado entre las calles, una la llamada,  Calle Nueva o del Maestro Próspero C. Vega y la otra, la del Sol Divino, ahora, 16 de septiembre.

  

Llegar al encuentro de este lugar, viniendo del poniente, en su parámetro lateral, se admira un curioso botarel en forma de róleo y en el atrio, una puerta de acceso al claustro, por el Portal de Peregrinos, con una portada por demás interesante, en cantera almohadillada y enroscado copete.

  

En el interior del templo, en forma de cruz latina, desde la entrada hasta el altar mayor, la vista se topa con una interesantísima galería de esculturas, de los grandes santeros queretanos, principalmente de santos jesuitas.

  

Los santos jesuitas, tallados por los santeros queretanos, recrean la vista y dejan ver las manos maravillosas de los indios otomíes, interpretando la cultura impuesta.

  

Desfilan: San Felipe Neri, San Cayetano de Tahine, San Juan Nepomuceno, San Juan Bergman, San Francisco de Borja, San Francisco Javier, San Ignacio de Loyola.

  

A mitad de la nave, frente a la capilla, se contempla un conjunto escultórico llamado «El Calvario».  En la capilla anexa, se encuentra otro conjunto, este sobre el tema de «La Trinidad«, acompañada de cuatro ángeles y dos santos mercedarios abandonados.

  

En el crucero se encuentran las dos grandes devociones auspiciadas por los jesuitas, La Virgen de La Luz y la Virgen de Guadalupe.

  

 Se entra a la sacristía por una hermosa puerta enmarcada en columnas corintias rematadas y un hermoso copete y a sus espaldas, una escalerilla curiosa y doble, que sube al claustro.

  

Un mueble de época, de pared a pared, sirve de base a dos lienzos enmarcados en oro, el uno San Ignacio de Loyola celebrando la misa ante sus religiosos y el otro los santos de su orden ante La Trinidad, son  los pinceles del oaxaqueño, Miguel Cabrera, en una armonía   de muebles y arquitectura.

  

Los  jóvenes de esta ciudad debían ir a la ciudad de México para recibir educación formal y quienes no podían, sus hijos permanecían en la ociosidad, es por ello que fue bien recibida por toda la población la llegada de los padres jesuitas, quienes de inmediato comenzaron sus clases de latinidad con los más pequeños, hasta llegar a formar los grandes colegios.

  

Un 12 de marzo de 1618 se otorgaron las debidas licencias para la fundación del templo y los reales y pontificios colegios. Por más de 150 años impartieron los jesuitas educación a los jóvenes queretanos, hasta el 25 de junio de 1767, cuando por decreto del rey Carlos lll, fueron expulsados.

  

Las etapas de construcción de estos edificios se dieron, primero la de Diego Barrientos, al inicio en 1625, posteriormente y ante la pobreza que enfrentaban los colegios, Juan Caballero y Osio, emprendió la segunda época de construcción y apoyo, a finales del siglo XVll y por último, los propios padres jesuitas, los terminaron tal como se encuentran, por el año de 1755.

  

«Los claustros de abajo están adornados con unos muy pulidos lienzos de la vida del gran patriarca San Ignacio, iguales a los de la casa de la Profesa, en México, pintados todos por el insigne maestro Miguel Cabrera»

  

El patio central es de cinco arcos de medio punto de cada lado y de cantería, al centro hay una fuente octagonal, con distribuidor central y dos gradas hacia abajo. La escalera tiene barandilla de hierro forjado, comienza con una sola escalera y en el descanso se divide en dos, al lado poniente de las escaleras en el piso de abajo esta la capilla o cripario de los jesuitas.

  

El 20 de marzo de 1770, acordó el Ayuntamiento de la ciudad, poner en servicio los colegios de San Ignacio y San Francisco Javier, desocupados, debido a la expulsión de los jesuitas, como cuartel del escuadrón de caballería de las milicias provinciales de la ciudad.

  

Extinguida la Orden religiosa de los padres jesuitas, por Bula del Papa Clemente XlV, el 21 de julio de 1773, se ordenó al primer cura clérigo de la ciudad, Dr. D. Joseph Antonio de la Vía, para que trasladase la sede de la parroquia de Santiago, provisionalmente en el templo de La Congregación, al templo de la Compañía de Jesús, donde permanece hasta la fecha.

  

El último rector jesuita de los reales y pontificios colegios, fue el P. Diego José Abad, de la gran generación de Francisco Clavijero, Francisco Javier Alegre, Antonio Alzate, Ignacio Bartolache, entre otros muy destacados jesuitas.

  

Solo once años dejó su misión este conjunto de edificios escolares, después fueron llamados Nacionales Colegios, enseguida Colegio Civil y por último Universidad de Querétaro.

  

En el colegio de San Ignacio de Loyola, existe un hermoso patio barroco, de dos pisos, en cantera labrada, una arquería en los cuatro costados, con tímpanos ornamentados y puertas con dintel y en el centro una fuente de forma caprichosa, en cantera, asentada sobre gradas del mismo material, desde donde se aprecia una escalera de formas caprichosas y bóveda en el descanso, donde se abre en dos. 

  

Asciende a las celdas, tiene en la azotea tanto en el oriente como en el poniente dos relojes de sol.

  

El patio principal del colegio de San Francisco Javier, es al mismo tiempo elegante y austero, sus corredores se limitan por arcos sostenidos por bellas columnas de cantera y una sobria escalera conduce a los aposentos de la planta alta.

  

Es sabido según escritura de contrato, que a dos indios otomíes, artistas, les fue pedido por Juan Caballero y Osio, realizar un retablo colateral, en el tiempo en que este benefactor reconstruyó el templo de la Compañía, en esta ciudad. Fue el del crucero de la epístola.

  

Los indios artistas fueron Tomás Xuárez, maestro ensamblador  y tallador y el otro llamado Ignacio Juárez de Córdoba, maestro dorador y estofador, residentes en la ciudad.

  

Otro contrato del que se tiene memoria, durante la etapa de embellecimiento del templo de la Compañía, a costas del benefactor, Juan Caballero y Osio, fue el del maestro dorador y estofador, Juan Nadal y del pintor José Rodríguez.

  

Fueron contratados para terminar los retablos colaterales, uno el de Nuestra Señora de los Dolores y el otro el de San Francisco Javier, las tallas de estas imágenes, se pueden contemplar en toda su belleza, en nuestros días, en el templo de La Compañía, sede de La Parroquia de Santiago.

  

Cuenta el maestro Eduardo Loarca Castillo, que el himno Guadalupano, compuesto por Tiburcio Saucedo y dedicado al obispo queretano, Sabás Camacho, fue pre estrenado, antes de las fiestas de coronación de la Virgen de Guadalupe de México en el año de 1887, en el templo de La Compañía de Jesús de esta ciudad, teniendo como solista a Edmundo de la Isla.

 

  Después de la expulsión de los jesuitas y la desocupación de los reales y pontificios colegios de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, fue reabierto, este centro de estudios superiores, por el cura de Santiago, siendo el mismo su primer rector, el Dr.Antonio de la Vía y Santaelices.

 

 

Estos colegios después sufrieron varias buenas intenciones, hasta llegar a ser el famoso Colegio Civil y posteriormente, sede de la Universidad Autónoma de Querétaro. Podemos mencionar como sus rectores más ilustres, a los  maestros, Próspero C. Vega,  Nicolás Campa y  Fernando Díaz.

  

La torre del templo tiene tres cuerpos, el primero de forma cuadrada, el segundo octagonal y el tercero redondo, junto a ella y con vista a la calle Nueva, una espadaña.

  

La portada principal del templo está formada por dos cuerpos, el primero a base de dos columnas corintias, arco de medio punto, sobre su arquivolta, dos enjuntas y una cartela.

  

En el segundo cuerpo, el tema central es la ventana, a base de un boquetón fuertemente moldurado, dos columnas jónicas y dos atlantes femeninos, relata un frontón con róleos y una cruz de dos brazos.

  

Entre las columnas se encuentran enmarcados en conchas, las esculturas en cantera de San Ignacio de Loyola y de San Francisco Javier,

  

Se dieron los cursos literarios, para después abrir los de filosofía y teología y por fin, las clases de geografía, matemáticas, química y otras ciencias, no relacionadas con la religión, que llevaron a los jesuitas a la expulsión.

  

Su biblioteca recibió una gran importancia, al grado que el rey Carlos lll, ordenó al Virrey Antonio Ma. De Bucareli Urzúa, que la biblioteca común de San Ignacio y los libros particulares encontrados en las celdas y los que se considerarán útiles, permanecieran en el colegio y los de laxa doctrina y los manuscritos, quedase bien custodiados, donde el virrey creyere conveniente.

  

Como en todas las fundaciones jesuitas, se fundó aquí también la cofradía de “La Anunciata”, para la edificación de los estudiantes. El número promedio de jesuitas establecidos en el colegio era de 15, algunos de ellos se dedicaban con más tiempo a la atención del templo de la Compañía, una capellanía que reunía un gran número de fieles, a la atención de la cárcel y los obrajes, además de predicar misiones, en los lugares de la ciudad donde más se necesitaba.

  

Las fiestas jesuitas mas otras devociones, como las de los fieles difuntos y la de la Virgen de los Dolores eran muy sonadas entre la población, lo mismo que los sermones periódicos del Prefecto del Colegio, siempre muy doctos y de resultados entre los escuchas.

  

Se señala el año de 1755 que los colegios y templo, quedaron con el terminado suntuoso que ahora conocemos, a pesar de muchas vicisitudes económicas por las que atravesaron  en muy diferentes épocas,

  

La tormenta contra los jesuitas fue gestada en Europa a raíz de las teorías del Iluminismo, el Janseísmo y el ateísmo. Fueron expulsados primeramente de Portugal en 1759, luego en Francia en 1764 y en España, por decreto de Carlos lll, de fecha 27 de febrero de 1767 y ejecutada el 25 de junio de 1767, dejando las misiones del norte, las de las sierras y los colegios, para desgracia de México.

  

Con las letras pontificias del Papa Clemente XlV, se extinguió la Compañía de Jesús en la Iglesia Católica, salvo los jesuitas establecidos en Prusia protestante y en la Rusia Cismática, por no haberse publicado allá el documento papal.

  

En 1804 el Papa Pío Vll se restableció la orden en la Sicilias y el 7 de agosto de 1814 por breve del mismo Papa “Sollicitudo Omnium Ecclesiarum” se restableció en todo el mundo, mientras había pasada la pesadilla napoleónica.

  

El 29 de mayo de 1815 el rey español Fernando Vll, reestablecía a la Compañía de Jesús en sus reinos y el 19 de mayo de 1816, se les entregó el Colegio de San Ildefonso, en la ciudad de México.

  Las actitudes contradictorias de las autoridades en Querétaro, nunca permitieron el regreso de los jesuitas a esta ciudad.