Hijo de un abogado y de una piadosa mujer, Giovanni Battista Montini, después Paulo Vl, nació en Concesio, cerca de Brescia, el 26 de septiembre de 1897.
Desde pequeño Giovanni se caracterizó por una gran timidez, así como por un gran amor al estudio.
Fue un joven sacerdote con poca salud que acaba trabajando en
Acogiendo la llamada sacerdotal, Giovanni ingresó a los 19 años al Seminario de Brescia. Ordenado presbítero el 29 de mayo de 1920, cuando tenía cumplidos 23 años, se dirigió a Roma para perfeccionar allí sus estudios teológicos.
Allí mismo realizó estudios también en la academia pontificia de estudios diplomáticos y en 1922 ingresó al servicio papal como miembro de
En mayo de 1923 se le nombró secretario del Nuncio en Varsovia, cargo que por su frágil salud tuvo que abandonar a finales del mismo año.
De vuelta en Roma, y trabajando nuevamente en
En
En 1937 fue nombrado asistente del Cardenal Pacelli, posteriormente Pío Xll, quien por entonces se desempeñaba como Secretario de Estado. En este puesto de servicio Monseñor Montini prestaría un valioso apoyo en la ayuda que
Arzobispo y cardenal preparando el Concilio Vaticano II. En 1944, ya bajo el pontificado de S.S. Pío XII, fue nombrado director de asuntos eclesiásticos internos, y ocho años más tarde, Pro-secretario de Estado.
En 1954, el Papa Pío XII lo nombró Arzobispo de Milán. El nuevo Arzobispo habría de enfrentar muchos retos, siendo el más delicado de todos, el problema social.
Por el respeto y la confianza que supo ganarse por parte de la inmensa multitud de obreros, Montini sería conocido como el «Arzobispo de los obreros».
En diciembre de 1958 fue creado Cardenal por S.S. Juan XXIII quien, al mismo tiempo, le otorgó un importante rol en la preparación del Concilio Vaticano II al nombrarlo su asistente.
Durante estos años previos al Concilio, el Cardenal Montini realizó algunos viajes importantes: Estados Unidos (1960); Dublín (1961); África (1962).
Sumo Pontífice con apretado programa apostólico
El Cardenal Montini contaba con 66 años cuando fue elegido como sucesor del Pontífice Juan XXIII, el 21 de junio de 1963, tomando el nombre de Pablo VI.
Tres días antes de su coronación, realizada el 30 de junio, el nuevo Papa daba a conocer a todos el programa de su pontificado: su primer y principal esfuerzo se orientaba a la culminación y puesta en marcha del gran Concilio, convocado e inaugurado por su predecesor.
Además de esto, el anuncio universal del Evangelio, el trabajo en favor de la unidad de los cristianos y del diálogo con los no creyentes, la paz y solidaridad en el orden social —esta vez a escala mundial—, merecerían su especial preocupación pastoral.
En torno al Concilio Vaticano II
El Papa Pablo VI y el Concilio Vaticano II
El pontificado de Pablo VI está profundamente vinculado al Concilio, tanto en su desarrollo como en la inmediata aplicación.
En su primera encíclica, la «programática» Ecclesiam suam, publicada en 1966 al finalizar la segunda sesión del Concilio, planteaba que eran tres los caminos por los que el Espíritu le impulsaba a conducir a
Decía él mismo el día anterior a la publicación de su encíclica Ecclesiam suam: El primer camino «es espiritual; se refiere a la conciencia que
El segundo es moral; se refiere a la renovación ascética, práctica, canónica, que
Y el tercer camino es apostólico; lo hemos designado con términos hoy en boga: el diálogo; es decir, se refiere este camino al modo, al arte, al estilo que
Conciencia, renovación, diálogo, son los caminos que hoy se abren ante
Sesiones del Concilio Vaticano II y varios viajes apostólicos
Cronología del Concilio bajo su pontificado
En enero de 1964 (4-6), S.S. Pablo VI realiza un viaje sin precedentes a Tierra Santa, en donde se da un histórico encuentro con Atenágoras I, Patriarca de Jerusalén.
El 6 de agosto de 1964, S.S. Pablo VI publica su encíclica programática Ecclesiam suam.
La tercera sesión conciliar duraría del 14 de septiembre hasta el 21 de noviembre de 1964. Se clausuraba con la promulgación de
Entre la tercera y cuarta sesión del Concilio (diciembre 1964), S.S. Pablo VI viaja a Bombay, para participar en un Congreso Eucarístico Internacional.
El 4 de octubre, durante la cuarta y última sesión del Concilio, viaja a Nueva York a la sede de
El 7 de diciembre de 1965, un día antes de finalizar el gran Concilio, el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I hacen una declaración conjunta por la que deploraban y se levantaban los mutuos anatemas —pronunciados por representantes de
El 8 de diciembre de 1965 confirmaba solemnemente todos los decretos del Concilio, y proclamaba un jubileo extraordinario, el 1 de enero al 29 de mayo de 1966, para la reflexión y renovación de toda
La época post-conciliar
Culminado el gran Concilio abierto al tercer milenio, se iniciaba el difícil periodo de su aplicación.
Ello exigía un hombre de mucha fortaleza interior, con un espíritu hondamente cimentado en el Señor; hombre de profunda oración para discernir, a la luz del Espíritu los caminos seguros por donde conducir al Pueblo de Dios en medio de dificultades propias de todo proceso de cambio, de adecuación, de renovación… propias también de la furia del enemigo, cuyas fuerzas buscan prevalecer sobre
Lo que a S.S. Pablo VI le tocó vivir como Pastor universal de la grey del Señor, lo resume el Papa Juan Pablo II en un valiosísimo testimonio, pues él —como dice él mismo— había podido «observar de cerca» su actividad:
«Me maravillaron siempre su profunda prudencia y valentía, así como su constancia y paciencia en el difícil período posconciliar de su pontificado. Como timonel de
Otras labores de su pontificado
El Papa Montini tuvo también una gran preocupación por la unión de los cristianos, causa a la que dedicó no pocos esfuerzos, dando así los primeros pasos hacia la unidad de todos los cristianos.
Por otro lado, fomentó con insistencia la colaboración colegial de los obispos. Este impulso se concretaría de diversas formas, siendo las más significativas el proceso de consolidación de las Conferencias Episcopales Nacionales en toda
Durante su pontificado los temas tratados en estos Sínodos episcopales fueron:
El sacerdocio (1971);
La evangelización (1974);
La catequesis (1977).
Otro hito importante de su pontificado lo constituye el viaje realizado al continente americano para la inauguración de
S.S. Pablo VI ha dejado un rico legado en sus muchos escritos. Dentro de esta larga lista cabe resaltar a la encíclica Populorum progressio, la cual trata sobre el tema del desarrollo integral de la persona.
Esta encíclica fue la base para
También merece ser especialmente mencionada la exhortación Evangelii nuntiandi, carta magna de la evangelización, que pone enfáticamente el anuncio de Jesucristo en el corazón de la misión de
Para muchos, esta carta vino de algún modo, a completar y profundizar
La encíclica programática Ecclesiam suam –la primera que escribió— es asimismo, de gran importancia. Manifiesta que de la «conciencia contemporánea de
Pablo VI nos ha dejado el testimonio de esa profundísima conciencia de Iglesia. A través de los múltiples y frecuentemente dolorosos acontecimientos de su pontificado, nos ha enseñado el amor intrépido a
Son muy significativas también todas las enseñanzas dadas con ocasión del Año Santo de
Por otro lado, es también de especial importancia El Credo del Pueblo de Dios.
En el, el Papa Pablo VI hace una hermosa profesión de fe, que reafirma las verdades que el Cuerpo místico de Cristo cree y vive, tomando así una firme postura ante los no pocos intentos de agresión que sufría la fe cristiana.
La herencia que ha dejado a
Su tránsito a la casa del Padre
Acaso el Señor mismo, con este signo de su amorosa Providencia, quiso rubricar con sello divino aquello que el Santo Padre, pocos años antes, había escrito en una preciosa exhortación apostólica sobre la alegría cristiana:
«…existen muchas moradas en la casa del Padre y, para quienes el Espíritu Santo abrasa el corazón, muchas maneras de morir a sí mismos y de alcanzar la santa alegría de la resurrección. La efusión de la sangre no es el único camino. Sin embargo, el combate por el Reino incluye necesariamente la experiencia de una pasión de amor (…) «per crucem ad lucem», y de este mundo al Padre, en el soplo vivificador del Espíritu» (Gaudete in Domino, 37).
Y ciertamente, el Padre Eterno quiso que este hijo suyo, habiendo pasado por muchos sufrimientos y habiendo entregado ejemplarmente su vida en el servicio amoroso a
Y él —como dijera S.S. Juan Pablo I— había transitado ese camino de modo ejemplar: «(…) en quince años de Pontificado, este Papa ha demostrado no sólo a mí, sino a todo el mundo, cómo se ama, cómo se sirve y cómo se trabaja y sufre por
Él mismo, vislumbrando ya esta magnífica realidad, dejaría escrito para todos en su «Testamento»:
«Fijo la mirada en el misterio de la muerte y de lo que a ella sigue a la luz de Cristo, el único que la esclarece; miro, por tanto, la muerte con confianza, humilde y serenamente. Percibo la verdad que ese misterio ha proyectado siempre sobre la vida presente y bendigo al vencedor de la muerte por haber disipado en mí las tinieblas y descubierto su luz.
»Por ello, ante la muerte y la separación total y definitiva de la vida presente, siento el deber de celebrar el don, la fortuna, la belleza, el destino de esta misma fugaz existencia: Señor, te doy gracias porque me has llamado a la vida y más aún todavía porque me has regenerado y destinado a la plenitud de la vida».