Yo no voy a morir de enfermedad
Siete Estrellas: Rosario Castellanos
Con Balún Canán, y posteriormente Ciudad Real (1960), Oficio de tinieblas (1962) y Los convidados de agosto (1964), Rosario Castellanos es una narradora imprescindible en las letras mexicanas y mi guía en el pueblo mágico de los indios de Chiapas, descrito también por el queretano Ricardo Pozas con “Juan Pérez Jolote” y cientos de libros más, salidos de otras plumas.
Con estas lecturas pude entrar en el mundo maya de Chiapas y llegar a una relación estrecha con la gente de Los Altos. Rosario Castellanos desde sus libros me guió, primero fui a “Oficio de Tinieblas” para introducirme en el alma de de San Cristóbal De Las Casas y después con “Balun Canan”, para vivir plenamente en Comitán De Domínguez. Posteriormente vinieron “Ciudad Real” y “Los Convidados de Agosto”.
Rosario Castellanos fue una gran escritora mexicana y lo fue no para si misma sino para los demás. “pedías para darle a los pobres, limosnera”, abrió en grande la puerta a las mujeres en el campo de la literatura, antes que ella solo Sor Juana Inés De
Fue conocedora de su oficio, mujer y mexicana, mujer y latinoamericana, mujer y subdesarrollo (según los tecnócratas). Evidenció el aislamiento e impotencia de los indios, de la mujer y de los mexicanos.
Tuve a los muertos en la tumba
Definió a las mujeres, hablando de si misma. Habló de su miedo, su soledad, su actitud, de darle un sentido a su vida. Se liberó en la escritura desgarrándose a si misma.
Escribo porque yo un día adolescente
“Cuenta Emilio Carballido que, después de largas pláticas entre Castellanos, Sergio Magaña y el propio Carballido, incitaron a su entrañable amiga a que escribiera sobre su infancia en Comitán, dudaba. La insistencia nuestra fue mucha, ‘tienes que, tienes que’ y Poco a poco fueron brotando las páginas cada vez más fáciles, más abundantes.”
Balún Canán su primera novela, es una novela autobiográfica, donde la autora recupera, a través de la memoria, un pasado añorado a la vez que doloroso, su niñez vivida entre dos mundos antagónicos que están en contacto: el de los blancos terratenientes y el de los indígenas, que son explotados y abusados por los grandes poseedores de tierras, volviéndose vengativos.
Si la infancia y primera juventud de Rosario Castellanos son vividas en un mundo del siglo XVl, como hasta la actualidad se vive, al ingresar a
Rosario castellanos conoce el encierro, los oficios pequeños, los patios interiores, la lluvia, el rezo. Lo único que rompe su monotonía es la feria de Comitán, la de San Caralampio, donde se sube a la rueda de la fortuna y juega a la lotería, para regresar a su lugar.
En su obra aparecen los indígenas a manos de sus explotadores: el terrateniente, el capataz, la autoridad y el cura, adheridos al poder. Rosario Castellanos estuvo en desacuerdo en que a su novela se le etiquetara como «indigenista.
Señala que la temática de sus obras la «constituye la persistencia de ciertas figuras recurrentes: la niña desvalida, la adolescente encerrada, la solterona vencida, la casada defraudada”.
¿No hay otra opción? Dentro de esos marcos establecidos sí. La fuga, la locura, la muerte. Si lo consideramos bien, las primeras como las otras alternativas como la vida indígena, no son propiamente cauces de vida, sino formas de muerte.
¿Qué se hace a la hora de morir?
Había en ella algo inasible, un andar presuroso, un tránsito que iba en ella de la risa al llanto, del corredor a la mesa de escribir, un ir y venir de sus clases, una premura, un ansia, sin mañana y sin noche.
Es esta mujer la que le cuenta historias indígenas a sus lectores y trata de que la protagonista –su nana-, no experimente el mismo desprecio que sienten sus padres hacia los indios, la introduce a un mundo entre la cultura occidental y la indígena.
Al igual que la protagonista en su primera novela, “Balún Canan” la nana carece de nombre dentro de la narración, pues en un sentido familiar y social ambas carecen de valor, no tienen identidad, la niña por haber nacido mujer, y la nana porque además de ser una mujer que trabaja para los ladinos, es indígena. La presencia de personajes femeninos con historias trágicas es constante a lo largo de sus obras.
“Con mi letra inhábil, torpe, fui escribiendo el nombre de Mario”, el hermano muerto y el solo querido por la madre.
Mario en los ladrillos del jardín.