Derek Walcott
“están demasiado absortos en sí mismos. Su ego imperial les estorba para hacer caso de la realidad y no hablan de cosas importantes que están sucediendo atrás de la gente, como la guerra en Irak, la pobreza y la hambruna. Y digo esto en particular porque Estados Unidos es un imperio y somos los poetas que habitamos ese imperio los primeros que debemos criticar precisamente a ese imperio”.
El poeta Derek Walcott expresó lo anterior como corolario del ras de marea que produjo el encantamiento de su voz entonando su poesía.
El escritor nacido hace 78 años en una isla colonizada por otros imperios, como Francia e Inglaterra había ofrecido una lectura de su obra.
Juntos, poeta autor y poeta traductor, Derek Walcott y José Luis Rivas asemejaban gemelos: mismo color de la casaca, mismo cortado de los antejuelos, mismo tipo de pelo, mismas canas, mismo gesto. Jarocho uno, caribeño el otro.
En cuanto sonó Omeros en la voz de Walcott hubo un ligero aumento de luz en el Salón.
Era esa voz cavernosa y arquetípica de ancestros un sonar de rocas que regresan a la tierra arrastradas por la marea.
“This is how, one sunrise, we cut down the canoes…”, tronó el Zeus caribeño. Arrastró su garganta los guijarros mar adentro:
“…to pass on its note to the blue, tacit mountains/ whose talkative brooks, carrying it to the sea, turn into idel pools where the clear minnows shoot/ and an egret stalks the reeds with one rusted cry/ as it stabs and stabs the mud with one lifting foot./ The silence is sawn in half by a dragonfly/ as eels sign their names along the clear bottom-sand, when the sunrise brightens the river´s memory/ and waves of huge ferns are nodding to the sea’s sound.”
Ese sonido del mar provocó una corriente subcutánea en los presentes cuyas olas se manifestaban en la epidermis erizada, los ojos entornados, la mente puesta alerta y navegante entre las rocas rudas y rasposas que sonaban desde la garganta del maestro Derek Walcott.
Leyó el principio, luego un capítulo climático y el final de Omeros; entreveró explicaciones de su cocina literaria, de cuando era feliz en su cabaña caribeña frente al mar fumando y encontrando las rimas de este largo poema épico, y al final propuso un diálogo con los asistentes.
A la penúltima de las preguntas del público
¿Qué le diría a los jóvenes escritores comprometidos socialmente?
“debo decir que lo que está sucediendo en Estados Unidos es indignante: sus poetas están ignorando a la gente, están evadiendo la realidad, no están respondiendo a la responsabilidad social que tenemos los poetas”.