Dos poemas de Palestina
gane el corazón: ¿Te enojaría
más que yo sobreviviera?
Hermano, mi hermano. ¿Qué te
hice para que me destruyas?
Dos pájaros vuelan arriba. ¿Por
qué no les disparas a ellos?
¿Qué dices?
Te cansaste de mi abrazo y de mi
olor. ¿No será que estás
cansado del miedo que
hay en mí?
De ser así, tira tu rifle al río. ¿Qué
dices?
En los bancos de la ribera el
enemigo apunta su ametralladora contra un abrazo. ¡Disparen
al enemigo!
Mejor esquivamos las balas del
enemigo y nos guardamos de
caer en pecado.
¿Qué dices? ¿Me matarás para
que el enemigo pueda ir a su casa
en nuestras casas
y descienda otra vez a la ley de la
selva?
¿Qué hice con el café de mi
mamá, qué hice con el café de la
tuya?
¿Qué crimen cometí para hacerte
destruirme?
Nunca dejaré de abrazarte.
Y nunca te voy a soltar.
POÉTICA
(Primera estancia)
Las estrellas tenían una sola tarea:
enseñarme a leer.
Me enseñaron que yo tenía un
lenguaje en el cielo
y otro en
¿Quién soy? ¿Quién soy?
No quiero la respuesta todavía.
Qué tal si una estrella cae en sí
misma
o un bosque de castaños se levanta
conmigo en la noche
hacia
dice:
Aquí te quedas.
El poema está “arriba” y puede
enseñarme cualquier cosa.
Puede enseñarme a abrir una
ventana
y atravesar mi hogar entre leyendas.
Puede casarse un rato consigo
mismo.
Mi padre está “abajo”, cargando un
olivo de mil años
que no pertenece al Este ni al Oeste.
Dejen que descanse un rato de los
conquistadores,
que me dé ternura y recoja para mí
lirios y azucenas.
De ¿Por qué dejaste solos los caballos? (1995).
Estas “aproximaciones” a sus poemas (en el sentido que propone José Emilio Pacheco) están hechas a partir de las versiones inglesas de Munir Akash, Carolyn Forché, Sinan Antoon y Amira El-Zein.