El Pueblo de Bernal
José Félix Zavala
Dicen que en Bernal también saben de fiestas, que en esos días los telares se detienen, los dulceros salen a la calle y en ese pueblo solitario, llega el bullicio, eso cuesta trabajo creerlo.
Distanciado de la ciudad de Querétaro, a cincuenta kilómetros se encuentra un peñón y un caserío de 4500 habitantes, que hablan de cosas que no se ven y lo dicen muy quedito, cuando salen a pastorear o por las tardes, cuando las mujeres no solo peinan sus sueños, sino la barbería de los tejidos.
¿Qué de que vivimos aquí? De las artesanías salidas de la lana, no hay de otra, dice el delegado municipal Octavio Cabrera, también hacemos dulces de leche de cabra, otros van a las caleras y muchos van a Querétaro como albañiles.
¿Qué que hago yo aquí? Conservo la tradición, que son muchas, dice el cura del pueblo, Eusebio Sánchez, como la de
Somos un pueblo lleno de costumbres y tradiciones ¿Qué no se da cuenta?.
En las muchas veces que he visitado Bernal se me hace un pueblo hermoso, pero olvidado y no es así. Cada casa tiene un telar, o un tejedor, o un dulcero o un pastor, además se juega a los vaqueros y nunca falta un ganadero que atraviese a galope la calle de Iturbide hasta la plaza.
¿Qué si bailamos huapango? Una vez nos vino a enseñar a bailar un maestro de México y así comenzó a morir esta tradición, porque quiso enseñarnos como se baila el veracruzano, el tamaulipeco y ya no hay huapango, nos dice Fidel Cabrera. Las costumbres se arraigan en las personas. Sí se modernizan ya no sirven y se tiran.
¿Qué que digo de
Al ir saliendo del pueblo pensé que este había sido creado en el taller de un alfarero y que en cada casa donde se tejen sarapes, tapetes o cobijas, los habitantes de Bernal, tejen también sus sueños y cuando cardan la lana, apresan entre sus manos, su propia vida.