El Cerro del Picacho: Peñamiller 1/5

Peñamiller  o cerro de «El Picacho» 

Peñamiller estuvo poblado por grupos llamados actualmente serranos por deconocer el nombre de esta nación, desde hace más de veinte siglos, así lo demuestran los petrograbados que se encuentran en la rivera del río Extorás, que tienen dicha antigüedad.  

Otra evidencia son los objetos y figuras de cerámica de personajes encontrados en La Plazuela, Camargo y Alto Bonito, que datan ya muy posteriormente del Siglo VIII.  

Estos objetos tienen influencia Tolteca, entre las que se encuentran figuras femeninas  y el de una gran señora o diosa llamada Quechquemitl que tiene un collar con varias vueltas alrededor del cuello y en las orejas unos pendientes largos y grandes, adeás se han encontrado pipas y diversos animales.  

También se encuentran los petroglifos y petrograbados en Río Blanco, El Soyatal, El Mirador, El Puerto del Cobre, La Mesa de los Chilitos, La Cueva del Caballo, y La Cruz del Milagro.    

En las minas que han sido redescubiertas y trabajadas, preferentemente en el Soyatal, se han encontrado algunos utensilios que fueron usados por los habitantes originales de este lugar, para extraer los metales.  

Los mineros prehispánicos tenían conocimiento del uso del mercurio, para separar el oro de la plata y otros metales.  

El cinabrio era comercializado para los ritos religiosos y pinturas; éste era objeto de una extensa comercialización que se puede remontar al final del clásico y principios del posclásico (800 a 900 d. C.) cuando se da el auge de los grupos serranos. 

En el siglo XIII se tiene conocimiento de la nación Pame, grupos chichimecas que se ubicaron en la micro región de San Miguel Palmas;  

Los Jonaces, que se asentaron en los cerros de la Media Luna, la Tembladera, el Extorás y El Portugués.  

Los primeros españoles que llegaron a esta región fueron encabezados por Nicolás de San Luis Montañéz, quien con su nombramiento de 1557, como capitán de chichimecas, y reconocimiento de su nobleza, como hijodalgo, realizó expediciones de conquista por la Sierra Gorda y regiones del interior.  

En los intentos de conquista y colonización ocurrieron acontecimientos históricos importantes.  

Al Poniente  se asentaron los Pames, nación chichimecas que no ofrecieron resistencia a la llegada de Jerónimo López de los Ángeles, procedente de Xichú, quien fundó la misión de San Miguel Palmas.  

Tras un corto periodo se ausentó en 1684, por motivos ignorados hasta el momento, y como consecuencia de aquella renuncia se suscitó en la sierra un hecho sin precedentes: los mismos “indios convertidos”, quisieron adoptar “la civilidad” que les ofrecían los dominicos.  

Es hasta entrado el  XVIII, doscientos cincuenta años después de intentar permanentemente el dominio de La Sierra Gorda que se da la conquista de la Sierra Gorda.  

Dicha región era conocida para los europeos, como “una mancha de gentilidad en el centro de la Nueva España”, debido a la abundante cantidad de naciones de origen chichimecas, muy en especial, Los Pames y los Jonaces, que hicieron de esta serranía su baluarte, ya que a ellos les pertenecía.  

En este vasto y abrupto territorio tenían su asentamiento estos aguerridos habitantes de La Sierra Gorda, entregados a la más abierta “gentilidad” y a la práctica sostenida de su religión, defendiendo con guerra de guerrillas su territorio invadido y alimentándose de acuerdo a su “nomadismo”, conocimiento del territorio y de su producción  

Los intentos agustinos y dominicos poco sirvieron para reducir a estos “indómitos” hombres.  

La corona española, con tal de ver pacificada la región, alentó expediciones para que realizaran incursiones armadas.  

Se tiene memoria de la de Martín de Zavala por los años de 1623 a 1637 

La de Jerónimo de Labra, “el mozo”, por el año de 1682  

La de Francisco de Zaraza y Arce por los años de 1691 a 1704 

La incursión del general Francisco Guerrero de Ardila, por los años de 1715 a 1720  

Finalmente, la del etnocida, Teniente de Capitán, José de Escandón  (1699-1770), quien irrumpió en la Sierra Gorda con arcabuces, mosquetes, lanzas y espadas, el año de 1728 y concluyó en 1748, año en que libró la última batalla de la guerra chichimeca, en el cerro de la Media Luna.  

Con este acto de barbarie terminó con los Jonaces y cerró un ciclo de más de 100 años de lucha contra los indómitos habitantes de La Sierra Gorda.  

En esta batalla se capturaron 173 prisioneros, mismos que fueron llevados en colleras desde esos parajes, a los obrajes de Querétaro y condenados a trabajo perpetuo.  

Es necesario decir que muchos de los  Jonaces murieron en el trayecto por las condiciones en que se dio el violento traslado.  

Se tuvo la oportunidad de encontrar al vicario provincial dominico Fray Felipe Galindo, viceprovincial y ministro nombrado por el Virrey Gaspar de la Cerda Sandoval y Mendoza, Conde de Galve, para “la conquista espiritual” de la Sierra Gorda, quien vino de México en compañía de Fray Luis de Guzmán, del notario Fray Juan Gutiérrez, del Lic. Francisco Saraza y Arce, visitador del Virrey y el camarista José Saraza.  

Sabiendo que varias cuadrillas de los “indios mecos” cercanos prometían congregarse y, ante esta buena perspectiva, resolvieron las autoridades ir a San Miguel Palmas de inmediato y se procedió a aprovechar el trabajo que había dejado el Bachiller Jerónimo López de los Ángeles.  

Refundaron la población el 17 de abril de 1691, en las riveras del río Xichú, donde desde hacía mucho tiempo se estableció un grupo de filiación Pame Chichimeca.  

Se procedió a escoger a seis personas de los más capaces e instalar el Ayuntamiento del Estado Civil, nombrando presidente, gobernador, alcalde, regidor, fiscal y sotafiscal e instruyéndoles en el oficio de sus empleos para el recto desempeño de su cometido.  

Posteriormente, acompañados de los habitantes del pueblo, procedieron a la demarcación y límites de la jurisdicción, que fueron: el rancho de Las Limas, de El Coyote, de Los Molinos, de El Encinal, de El Puerto de los Ramos, de La Tuna Mansa, de El Puerto del Aire, de Olveras, de El Arroyo de las Palmas, de El Carrizal, de El Frontoncillo, de Charcas y de San Diego. 

Se repartieron las tierras y cerros entre los habitantes para fincar, sembrar y para pastos de los animales.  

Su primer alcalde fue José Andrés y el primer  capellán fue  Fray Juan Gutiérrez.  

A dicho lugar se le denominó “La misión de San Miguel de la Cruz del Milagro” y se formó con 80 familias, 57 años antes que la Cabecera Municipal.  

En cambio, en el Cerro de la Media Luna y de La Tembladera se congregaron un grupo de Jonaces que, a pesar de ser de la misma ascendencia, se negaron a aceptar la intervención del conquistador y prefirieron ser aniquilados antes que convertirse en esclavos.  

En 1742 el etnocida Coronel José de Escandón fue nombrado Teniente de Capitán General de la Sierra Gorda y sus fronteras.  

Años después recibió el encargo de ocupar y colonizar el vasto territorio del seno mexicano.  

“El título nobiliario con el que la corona premió su labor en 1749, fue el de Conde de la Sierra Gorda, esto por sus grandes méritos como conquistador y como colonizador”.  

Igualmente, para esta fecha partió de la ciudad de Querétaro con cerca de tres mil hombres para hacer fundaciones a lo largo y a lo ancho del actual territorio del estado de Tamaulipas.  

El etnocida José de Escandón recibió la comisión de pacificar la Sierra Gorda por parte del Virrey Juan Francisco de Guemes y Horcasitas, primer Conde de Revillagigedo (1746-1755), bajo el régimen de la casa de Borbón (1682-1764), cuarto Virrey.  

Nació en Reinosa Santander España, fue capitán general de Cuba (1734-1746) y Virrey de Nueva España. 

Organizó la hacienda pública y otros ramos de la administración, aumentó la libertad del comercio suprimiendo determinadas restricciones y bajando las tarifas que afectaban el valor de las mercancías.  

Promovió la conquista del Santander, para lo cual ofreció al encargado de ella, a José de Escandón cuanto dinero necesitase, pero éste la hizo con sólo sus recursos.  

El Conde sin embargo, no se olvidó de su propio interés y reunió un caudal considerable.  

El 14 de diciembre de 1748, se señala como fecha de la fundación del presidio de Santa María de la Asunción de Peña Millera,  con un concepto militar preventivo que hacía falta para controlar los rescoldos que hubiesen quedado después de la masacre que tuvo lugar el 22 o 23 de octubre de 1748 en el Cerro de la Media Luna.  

Escandón puso empeño en instalar a soldados con sus familias en lugares estratégicos, con el fin de contener las posibles rebeliones de los habitantes originales y también de que éstos pudiesen aprender maneras civiles y técnicas más avanzadas de vida.  

Con la distribución de tierras a estos soldados, se evitaba además, el tener que sostenerlos a cuenta de la Real Hacienda.  

Dicha población se formó con treinta soldados y sus respectivas familias siendo 100 habitantes los que formaron la nueva población.  

La fundación estuvo a cargo del Capitán Don Joseph Antonio Díaz Maldonado, que por órdenes de Don José de Escandón, fundó el nuevo Presidio (Subprefectura dependiente del distrito de Tolimán) en la margen izquierda del paraje del Río Extorás, situado al Poniente a 10 leguas del pueblo de Vizarrón, y a 5 leguas y media al Oriente de la misión de San Miguel Palmas.  

En la frontera Norte del semidesierto se fundó el presidio de Santa Maria Peña Millera.  

La fundación se inició con una misa cantada con toda solemnidad que celebró Fray Tomas Aquino Ramírez de Prado.  

Con facultad de Escandón y en nombre de su majestad, nombró misionero máximo al Sargento Juan José de Mejía y declaró al lugar Villa de Peña Millera de la Santísima Virgen de la Asunción.  

La traza de la nueva población estuvo formada de la siguiente manera: al centro de la población quedó determinado para la creación de una plaza; al Norte el templo, la huerta, cementerio y convento de la Orden de los Franciscanos de la provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán, dependiendo de San Pedro Tolimán, Doctrina autorizada por el virrey Marqués de Guemes y Horcasitas.  

Al Oriente se ubicó, la subprefectura, y 600 varas a los cuatro puntos cardinales, fue para los solares y  casas de los nuevos pobladores de igual manera, cuatro sitios de ganado mayor a los cuatro puntos cardinales.  

En 1825 el presidio de Santa María Peña Millera obtuvo el rango de Misión de la Orden de los Franciscanos de la Provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán.  

Cabe destacar la existencia de casonas de la época de la colonia en el centro, las cuales datan del siglo XIX,  

Como lo son las casas de Juan Sánchez, Don Luis Olvera, Lamberto Rodríguez,  Aurora Requena y Alicia Sánchez; el edificio de la subprefectura y el Templo de Santa María de la Asunción, entre las más importantes.  

Peña Millera era el nombre correcto que con el tiempo hará el actual de Peñamiller.