Escrito por CEM | |
Domingo 07 de Septiembre 2008 | |
CULTURA DE LA VIDA PARA MÉXICO
Los obispos de México, movidos por la certeza que nos da la fe en Jesucristo, no podemos sino proclamar que la vida humana es un don, un regalo y un derecho que siempre debemos valorar, cuidar y proteger. Los obispos de México, movidos por la certeza que nos da la fe en Jesucristo, no podemos sino proclamar que la vida humana es un don, un regalo y un derecho que siempre debemos valorar, cuidar y proteger. Esta toma de conciencia evidentemente comienza respetando y defendiendo la vida desde su concepción hasta su muerte natural. En el marco de esta reflexión, hacemos un llamado a la sociedad en su conjunto para luchar por proteger a todo embrión humano, porque el derecho inalienable a la vida de todo individuo desde su concepción debe ser un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación. El derecho a la vida aparece de manera clara y concreta en los artículos 1º, 14 y 22 de la constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, de donde se desprende el principio de igualdad de todos los individuos que se encuentren en territorio nacional, por el que se les otorga el goce de los derechos que la propia Constitución consagra, prohibiendo la esclavitud y todo tipo de discriminación, y por tanto, que nadie podrá ser privado, entre otros derechos, de la vida. A los obispos mexicanos, la decisión tomada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, nos deja clara la tarea que tiene la sociedad y los legisladores para que la Constitución de nuestro país reconozca explícitamente los derechos del recién concebido, que es un elemento fundamental para la consolidación de la cultura de la vida. Por lo anterior, consideramos que nunca será moralmente aceptable la erección de un derecho sobre otro, más aún, si se trata del principio de vida humana, que se origina desde el momento mismo de la concepción. Nuestra sociedad tiene sed de un Estado de Derecho que proteja a todos los ciudadanos y anhela una cultura de la vida que haga de nuestro país un lugar de convivencia civil y positiva. Por ello, preocupémonos de que nadie, jamás, resulte excluido del desarrollo humano. La Iglesia, fiel a su misión, ve en estos signos una extraordinaria ocasión para asumir su compromiso social en la formación de una conciencia cristiana que contribuya en la construcción del bien común. Trabajemos y colaboremos todos juntos por garantizar el derecho a la vida de todas las personas, sin el cual no cabe la existencia ni disfrute de todos los demás derechos, de los cuales depende el futuro de nuestro México. Que la Virgen de Guadalupe, madre de los mexicanos, nos bendiga e ilumine. + Carlos Aguiar Retes, + José Leopoldo González González, |