«La Biblioteca»

La biblioteca  

Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana –la única– está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.

La Biblioteca de Babel”, Jorge Luis Bor 

El relato mítico sobre la antigua Biblioteca de Alejandría puede condensarse de la siguiente manera: después de la muerte de Alejandro Magno y de la fragmentación de su poder político y militar, surge el proyecto de concentrar en una biblioteca en Alejandría ( 306 ac) –la orilla mediterránea egipcia dominada por los griegos– el acervo escrito del mundo hasta entonces conocido.

 

 

La Biblioteca existió durante más de siete siglos (se dice incluso que sobrevivió hasta mil años) y estuvo acompañada, en diferentes momentos, por otras expresiones arquitectónicas con semejantes pretensiones de grandeza cultural, como el Faro, el Mausoleo donde descansaron los restos del emperador, un templo dedicado al dios de la ciudad, el Museo o el lugar de las musas (hijas de las diosas de la memoria); un observatorio, un zoológico, jardines botánicos.

 

 

La Biblioteca fue el centro de este saber escrito de la Antigüedad y parte de su fuerza como figura mítica se debe también a su historia de destrucción. Varias veces fue el blanco de incendios, daños parciales, hasta su completa devastación también por un incendio.

 

 

La Biblioteca fue el lugar de consulta de grandes pensadores de la Antigüedad, el motivo para emprender una sistemática política de acumulación del saber escrito y el emblema del enfrentamiento entre el testimonio letrado –la memoria del mundo antiguo– y las turbulencias del poder político y militar.

Si algo de este relato sobre la Biblioteca de Alejandría sobrevive con gran fuerza es precisamente la oposición milenaria entre una política del saber y una política de la destrucción.

Quizás es gracias a esto último que también sobrevivió durante varios siglos la utopía de su restauración.

Sin embargo, no fue la destrucción total de la antigua Biblioteca de Alejandría el único y definitivo fracaso de tal proyecto.

Había otro fracaso que siempre acompañó a la pretensión delirante y noble de poseer el saber escrito de la humanidad: nunca llegaría el momento final de la acumulación de saber; el tiempo –el maldito e indetenible tiempo escrito de los seres humanos– y el espacio transformado en representación letrada, la apertura hacia un mundo todavía desconocido como mundo, así como la infinita combinación de ambos, serían sus límites inadvertidos.

Algunas cifras de la utopía y ciertas anécdotas del estupendo fracaso: se especula que la antigua Biblioteca de Alejandría llegó a albergar 700 mil rollos de papiro, que contenían cerca de 100 mil obras.

Cada barco que atracaba en puerto era revisado minuciosamente para detectar rollos y manuscritos, los cuales eran consignados durante algún tiempo para su reproducción.Se podían encontrar, sobre todo, escritos babilonios, egipcios, griegos y latinos; en la Biblioteca se tradujo del hebreo al griego, por primara vez, el Antiguo Testamento.

Sus bibliotecarios más célebres fueron Calímaco, Zenódoto, Eratóstenes, Apolonio, Aristófanes, Aristarco; en la Biblioteca , Aristarco argumentó que la Tierra giraba alrededor del Sol, Eratóstenes calculó la circunferencia de la Tierra , Herophilus afirmó que el cerebro controlaba el cuerpo, Euclides describió los elementos de la geometría.

Las autoridades de la Biblioteca depositaron una gran cantidad de oro en Atenas parar tener el derecho a reproducir las obras manuscritas de las tragedias griegas.

Se especula que al devolver los originales nunca les fue reintegrado el oro; en el año 47 a c la sección de alquimia fue incendiada por órdenes del emperador Diocleciano; su última directora, la matemática Hipatía de Alejandría, fue desollada viva con conchas marinas.

Gustavo Ogarrio

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