Septiembre mexicano (verde,blanco y rojo) Julio Figueroa

Septiembre mexicano

(verde, blanco y rojo)  

Julio Figueroa   

     

Tres poemas universales para el septiembre mexicano.  

     “Alta traición”, “No me preguntes cómo pasa el tiempo” y “Antiguos compañeros se reúnen”, son tres de los poemas más citados de José Emilio Pacheco. Afortunados desde su título y breves y ligeros para cargarlos en el equipaje del alma. Ligeros con el peso del espíritu y la insoportable levedad del ser (Kundera). ¿Tienen algo en común? El amor, el tiempo, la mirada lúcida. Las palabras claras y precisas sobre las cosas esenciales del hombre.  

     Cada septiembre mexicano (verde, blanco y rojo) leo y releo “Alta traición”. Todo el amor del poeta por su país y al mismo tiempo su mirada crítica están allí. En admirable y paradójica síntesis. Amor y crítica resueltos en impecable creación poética. “Alta traición” me hace recordar “La ciudad” de Cavafis y “La patria desdichada” de Salvador Espriú. Tres poemas universales que una vez que se encuentran nos acompañan toda la vida. Yo llevo varias décadas con ellos. Son de mis oraciones laicas. Y sólo me abandonarán cuando yo abandone la tierra.  

     Tiene razón Luis Cardoza y Aragón en su Guatemala, las líneas de la mano: “No amamos nuestra tierra por grande y poderosa, por débil y pequeña, por sus nieves y noches blancas o su diluvio solar. La amamos, simplemente, porque es la nuestra.” 

     ¿Y por qué la odiamos a veces? Tal vez porque nos recuerda dolorosamente que somos aquello que más detestamos. Luchamos y remamos contra nosotros mismos y, cuando parece que ya estamos del otro lado, caemos y vuelta a empezar. Eso es el subdesarrollo. No saber acumular y estar empezando siempre de ceros. En los deportes, en política, en todo.  Es mi caso. 

     Tres sílabas fuertes, México. ¿Qué es México? ¿Cómo se hace y quién hace a nuestro país? ¿Qué se dice al decir México? ¿Quién habla por México?   

     –México no es ni el Estado ni los partidos ni una abstracción jurídica: es un pueblo complejo, vario, contradictorio. Una realidad plural, diversa. Pero es una realidad que jamás ha podido expresarse, una realidad acallada. Nuestra historia ha sido el monólogo de los jefes, el griterío de los sectarios y el silencio del pueblo. (Octavio Paz, Unomásuno, 7-IX-85).

     Algo ha cambiado desde entonces.

     Guardo esta cita de Paz desde aquel septiembre, mes de la patria, del terrible temblor del 85. No la noche del 15, sino el jueves 19, temprano por la mañana, fue el grito de septiembre. Un grito de dolor y espanto. Ciudad de México y Ciudad Guzmán sabían a tragedia pero también a fraternidad, gracias a la gente que salió a la calle a ofrecer su solidaridad, haciendo nacer en nuestros  tiempos modernos la llamada sociedad civil: los ciudadanos preocupados por el prójimo y por la ciudad, mucho más que las autoridades políticas totalmente desbordadas y encerradas en sus propios intereses. Y a pesar de todo y entre todos en aquellos días agónicos recuperamos “el olvidado asombro de estar vivos / para mirar la vida hasta la muerte”, y seguir caminando.

     Pese a todo, hay más sociedad crítica y en movimiento, pienso.   

     Quiero mucho a Pacheco pero mi actitud no es la de JEP, y he tenido varios desencuentros con él durante treinta años de amistad sólida. Y soy fiel a sus letras que siempre me acompañan y siempre me transforman. Las diferencias enriquecen la relación y las simpatías la sustentan. ¿Ya somos todo aquello contra lo que  luchamos hace treinta años? Seguramente, pero todavía pataleamos… “Y contra todo, somos lo que queríamos ser entonces”. De otro modo lo mismo, dice don Boni. Y no preguntes cómo pasa el tiempo, nada más vívelo… Hasta reventar. Oye el consejo de Whitman y no dejes que la vida pase sin vivirla.  

     En seguida comparto con los lectores de este Diálogo Queretano Existencial los tres poemas de Pacheco (mexicano, 1939), Cavafis (griego, 1863-1933) y Salvador Espriú (catalán, 1913-1985). Joven lector: bébelos y guárdalos en tu equipaje para el viaje. Viejo lector: ¿qué te dicen hoy estos antiguos versos juntos?   

          Alta traición 

          No amo mi patria.   

     Su fulgor abstracto

          es inasible.

     Pero (aunque suene mal)

          daría la vida

     por diez lugares suyos,

ç          cierta gente,

  

   puertos, bosques, desiertos,  

          fortalezas,

     una ciudad deshecha,

          gris, monstruosa,

     varias figuras de su historia,

          montañas

     y tres o cuatro ríos.

          José Emilio Pacheco

          (mexicano, 1939).  

     La ciudad 

     Dijiste:

     “Iré a otras tierras, veré otras playas,

     buscaré una ciudad mejor que ésta.

     Pues todos mis esfuerzos son aquí fracasos

     y mi corazón, como muerto, está enterrado.

     ¿Por cuánto tiempo más estaré contemplando estos despojos?

     Dondequiera que vuelvo la mirada

     veo las negras ruinas de mi vida;

     aquí, donde tantos años pasé, destruí y perdí.”  

     No encontrarás otro país ni otras playas,

     llevarás por doquier y a cuestas tu ciudad,

     caminarás las mismas calles,

     envejecerás en los mismos suburbios,

     encanecerás en las mismas casas.

    

Siempre llegarás a esta ciudad,

     no esperes otra,

     no hay barco ni camino para ti.

     Al arruinar tu vida en esta parte de la tierra

     la has destrozado en todo el universo.

          Constantino Cavafis

          (griego, 1863-1933).  

     La patria desdichada  

     Harto estoy de mi vieja tierra,

     de mi país cobarde y salvaje.

     Cómo quisiera ir hacia el norte.

     Dicen que allá la gente es limpia,

     noble, culta, feliz, rica, despierta.

     En la congregación me desaprobarían mis hermanos.

     “Como ave que deja el nido

     es el hombre que abandona su pueblo”.

     Pero yo, ya lejos, cómo iba a reírme

     de la ley y la antigua sabiduría

     de este mi pueblo yermo.

     Pero no cumpliré nunca mi sueño

     y aquí voy a quedarme hasta la muerte.

     Porque yo también soy cobarde y salvaje

     y amo con un dolor desesperado

     mi patria pobre, sucia y desdichada.

          Salvador Espriú

          (catalán, 1913-1985).  

     Agradece tus vicios. Vívelos sin culpa. Átalos a tu rueda de trabajo.  

Qro. Qro.

14-15-IX-2008.

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