Lienzos sobre la vida de San Ignacio de Loyola en el Museo Regional

 ignacio_loyola04.jpgxav.gif4.jpgignacio6.gifloyola.jpg

Lienzos sobre San Ignacio de Loyola en el Museo Regional 

Diario de Querétaro

Marisa Gómez

El Museo Regional de Querétaro alberga 17 lienzos en los que se plasman distintas escenas de la vida de San Ignacio de Loyola, fundador de la Orden de la Compañía de Jesús.  Once de estas pinturas se encuentran actualmente expuestas al público en lo que se conoce como Pasillo de Cabrera  y seis se resguardan en la bodega de bienes culturales del Museo.

Estas obras las pintó Miguel Cabrera a mediados del siglo XVIII por encargo de los jesuitas, para que adornaran los muros del claustro bajo del Real Colegio Jesuita de San Ignacio de Loyola y San Francisco Xavier  en esta ciudad de Querétaro, hoy conocido como Patio Barroco y en donde se aloja la Universidad Autónoma de Querétaro desde 1966.

Cuando los Jesuitas fueron expulsados de nuestro país, estos colegios quedaron sin utilizar y en completo abandono.  Suponemos que fue a partir de ese entonces que las pinturas empezaron a deteriorarse.

Se sabe que ya en el siglo XX, esta colección se trasladó a la Academia de Bellas Artes.  Podemos observar esta fotografía de 1910 en la que aparecen expuestos los lienzos de Cabrera en los muros de la Academia. Una vez creado el Museo Regional en 1936, las obras fueron trasladadas a este lugar y desde entonces forman parte del acervo del Museo.

Por el momento, se consiguieron los recursos para restaurar una sola pintura, pero además se acordó con la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), realizar la restauración de una sola obra para que nos sirviera de parámetro y programar de manera adecuada las futuras intervenciones sobre el resto de las obras que conforman esta importante colección del arte virreinal mexicano.

La selección de esta obra la realizó la propia CNCPC por ser la pintura que aparentemente presentaba mayor problemática. Cabe señalar que durante todo el tratamiento fuimos supervisados por esta instancia normativa del Instituto.

Se trata de la pintura conocida como «Maravillosa Visión que tuvo San Ignacio camino a Roma», en la que se ha representado un momento conocido también como «Visión de la Storta«.  Se refiere a un hecho que le aconteció a San Ignacio cuando se dirigía a Roma junto con sus compañeros Fabro y Laínez para defender su proyecto ante el Papa Pablo III. Ignacio se retiró a orar en la Storta, pequeña capilla situada a 40 kilómetros de Roma cuando se le apareció Dios Padre y su Hijo Jesucristo que se dirigió a él anunciándole que en Roma todo le sería favorable y propicio.  Era una escena que para los Jesuitas significó una especie de bautismo de la Compañía ya que, a petición del Padre la Orden se llamaría «Compañía de Jesús».

Ahora nos referiremos al estado de conservación en que recibimos la pintura y a los tratamientos restauradores que se llevaron a cabo.

Como lo señalamos, la obra originalmente se encontraba adornando uno de los muros de los Colegios Jesuitas de esta ciudad, por lo que durante años estuvo a la intemperie, expuesta permanentemente a vientos, polvaredas y cambios bruscos de temperatura y humedad.  Por supuesto que estas condiciones ambientales comenzaron a deteriorar sus materiales constitutivos y a la obra en su conjunto. Condiciones que debieron agravarse al ser abandonados estos colegios en la segunda mitad del siglo XVIII.

Sabemos del interés que siempre tuvo el maestro Germán Patiño, fundador del Museo Regional por rescatar y conservar el patrimonio cultural de los queretanos, por lo que suponemos que el maestro Patiño, al observar los deterioros en estos importantes lienzos, les realizó una restauración, al parecer no la primera.   Posteriormente se tiene conocimiento de que en 1980, estando como director del Museo el Prof. Eduardo Loarca, un grupo de estudiantes de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM) del INAH (6), intervino parte de la colección, incluyendo esta pintura. De tal suerte que al iniciar nosotros el trabajo de restauración, observamos que esta obra presentaba intervenciones anteriores de tres épocas diferentes, dando como resultado una pintura con nuevo bastidor; entelada a la cera resina, es decir que se le había adherido una tela nueva para reforzar la original; con pastas de resane de distintos materiales y con injertos colocados en los grandes faltantes de tela.  Cabe señalar que la mayor parte de estas intervenciones no habían sido muy afortunadas encontrando, además, una capa pictórica sumamente sucia, oxidada y llena de repintes  Por otra parte, el marco que protege a la obra lo encontramos sumamente deteriorado, ya que su estructura estaba muy frágil, sus maderas agrietadas, con nudos, con zonas astilladas y escamadas  y con faltantes de madera.  La parte anterior del marco presentaba flojas las molduras, suciedad y deyecciones acumuladas al interior de las mismas, desprendimiento de lámina de oro, pérdida de estratos, repintes a base de acrílico en varias zonas y una pátina de chapopote colocada en una época posterior a su manufactura tanto en molduras doradas como al interior del marco.

Una vez separada la pintura de su marco se iniciaron los trabajos de ambos elementos.

En cuanto a la pintura, decidimos no retirar la nueva tela de lino que se le había colocado durante la intervención de 1980, ya que en un primer momento vimos que había sido correcta la decisión de adherirle un nuevo soporte porque el original se observaba con muchos faltantes y roturas.

Teniendo completamente oscurecido el Taller de Restauración, y con la lámpara de luz ultravioleta, se realizó el estudio correspondiente para establecer las adiciones y repintes en la pintura, gracias a la diferente fluorescencia de los materiales.  Estas adiciones quedaron marcadas con gis y fue información que dejamos registrada para organizar mejor los siguientes tratamientos. Fue sorprendente observar la gran cantidad de intervenciones que tenía la obra.

La pintura se separó de su bastidor para poder limpiar el soporte, y al retirarlo pudimos observar que éste se elaboró sin tomar en cuenta el marco que contiene a la obra, por lo cual se tuvieron que realizar un conjunto de ajustes para que el mismo pudiera introducirse a su marco correspondiente.  Aparentemente presentaba medidas adecuadas al tamaño del lienzo, sin embargo durante la intervención pudo constatarse que no era así y acabó siendo un bastidor con muchas irregularidades, por lo que decidimos elaborar uno nuevo.

Con brochas, bisturís y esponjas especiales se eliminó el polvo, las deyecciones y alas de los insectos, así como la mugre acumulada en la superficie del soporte.

Posteriormente trabajamos la obra por el anverso. En primer lugar se consolidaron las zonas que corrían riesgo de desprenderse y las que presentaban craqueladuras con bordes levantados. Así también se plancharon las zonas que presentaban ampollas por la falta de adhesión entre los dos soportes.

En segundo lugar procedimos a la limpieza de la pintura, empezando por la eliminación de pastas de resane y de injertos que cubrían las distintas lagunas y que debido a los deterioros que presentaban afectaban negativamente el aspecto general de la obra.

Las pastas que cubrían los injertos, se observaban aplicadas con descuido, con muchas irregularidades, muy rígidas e invadiendo zonas del original.

En algunos casos nos encontramos pastas más antiguas, elaboradas aparentemente con carbonato de calcio y cola animal, lagunas que primero fueron cosidas con hilo de algodón entrecruzado.  En otros casos nos topamos con una pasta, grisácea y chiclosa. Y una más reciente, correspondiente a la intervención de la ENCRyM en la que se colocaron los injertos y las pastas rojas, en muchos de los casos, sobre las intervenciones más antiguas, es decir, que no retiraron los materiales de las intervenciones anteriores.

Iniciamos el proceso de limpieza de la capa pictórica con el fin de eliminar la suciedad adherida, manchas y escurrimientos sumamente notorios en las zonas claras de la obra, repintes y barnices oxidados aplicados irregularmente.

Después de cuadricular la pintura para llevar un mejor control de este proceso de limpieza se realizaron las pruebas de solubilidad correspondientes.

Por otra parte, se repusieron los tres injertos de la parte baja de la obra por presentar grandes faltantes de soporte. Se limitaron exclusivamente al hueco exacto de la laguna y se colocaron siguiendo la dirección de la trama de la tela. Se les aplicó cera-resina y fueron adheridos aplicando calor controlado.

Una vez limpia la pintura y colocados sus nuevos injertos, procedimos a montarla en el bastidor recientemente elaborado, para posteriormente continuar con el resane de todas las lagunas e injertos con pasta coloreada.

Posteriormente se aplicó una capa de barniz brillante con el fin de realizar la reintegración cromática. En el caso de los grandes faltantes, como lo fue el cuerpo de la columna tirada en el piso, contamos con los suficientes elementos para poder reconstruir dicho elemento.

Por último, se aplicó una capa final de protección semi mate.

En cuanto al marco, se realizó su limpieza por la cara posterior para eliminar el polvo y las partículas de suciedad que se encontraban en la obra. Se consolidaron grietas y desprendimientos presentes en la policromía del marco y sus molduras.

Las soleras que reforzaban las esquinas del marco por la cara posterior se retiraron para cambiar los tornillos, ya que estaban muy oxidados y con las cabezas desgastadas. Por su parte, las soleras se limpiaron con lija, cepillo de cerdas metálicas y abrasivo.

Dado que las uniones del marco son piezas ensambladas, se reforzaron con nuevos tornillos eliminando de este modo el movimiento que presentaba. Además, se reforzó en general toda la estructura del marco (23).

La limpieza de la cara posterior del marco se llevó a cabo con el fin de retirar manchas de un resane anterior, manchas de humedad y de otros materiales, deyecciones de insectos y aves y suciedad adherida. Al lijar la superficie se resolvieron algunos problemas de desnivel que mostraba esta cara.

Cabe señalar que en la propuesta original de trabajo se planteó la conservación tanto de la policromía como del dorado del marco, pero durante el proceso de limpieza observamos que ninguno de estos dos estratos eran los originales. Presentaban una gran cantidad de pastas de resane de épocas diversas a base de carbonato de calcio y yeso, mismas que se encontraban muy quebradizas y con desprendimientos. En cuanto a la policromía y el dorado de las molduras, observamos gran cantidad de repintes a base de acrílico y una pátina de chapopote mal aplicada, dando un aspecto generalizado de suciedad adherida.

Por estas razones se tomo la decisión de lijar el cuerpo del marco así como las molduras doradas con el fin de eliminar estas intervenciones anteriores que afectaban negativamente la estética del marco y contar con una superficie más amable y compatible que recibiera la nueva pasta de resane.

Las lagunas y grietas que presentaban esta superficie fueron resanadas con pasta. Se procedió a un segundo lijado para nivelarla y obtener una superficie optima para recibir la policromía.

Tomando como base los marcos que actualmente se encuentran en otras salas del museo y que corresponden a la misma época y manufactura, se seleccionó el color para aplicar a este marco.

En el caso de las molduras, fue necesario fijarlas, eliminar algunas pastas hasta llegar a la madera de los nudos y consolidarlos con agua-cola. Se les aplicó asimismo una nueva pasta de resane lijada lo suficiente para obtener una superficie tersa y óptima que recibiera los siguientes estratos: la capa de bol y la hoja de oro para el decorado de las molduras (24).

A partir de esta intervención, deberemos realizar un nuevo diagnóstico del resto de la colección para que, con base a la experiencia obtenida en la restauración de esta pintura, se puedan establecer los mejores criterios para las futuras intervenciones del resto de la colección sobre la vida de San Ignacio de Loyola.

Agradecemos a las autoridades y a los trabajadores del Museo Regional de Querétaro el apoyo brindado para realizar nuestro trabajo y hacemos un amplio reconocimiento al interés que muestran por la conservación del valioso acervo que se alberga en este recinto cultural.

El equipo de trabajo lo conformamos Dolores López, Laura de la Isla, Marisa Gómez, Alfredo Carrizo, Ramón Avendaño y Guadalupe Mata.