México ya no es un país estrictamente católico

Escrito por Gilberto Hernández García   
Domingo 21 de Septiembre 2008
REPORTAJE
México está en un proceso de apertura y de interacción con otras culturas y con otros patrones de religión

Image México ya no es un país católico, estrictamente, sino de diversidad religiosa __  La sed de Dios sigue presente __ Los católicos no debemos caer en el juego de querer mantener un poder o una influencia por razones de tradición cultural

Por Gilberto Hernández García

Es un hecho que México, en el ámbito de la religión, está experimentando un cambio sustancial: la Iglesia católica, desde la década de los noventa, ha disminuido  porcentualmente el número de sus feligreses, mientras que otras expresiones religiosas –cristianas o no– de manera discreta pero sostenida han venido emergiendo. Ante los que pregonan con voces de júbilo la inminente desaparición del otrora fuerte «monopolio católico» y los que expresan triunfalmente un «no pasa nada», se antoja una revisión de este nuevo panorama. El sociólogo de la religión, Doctor Hugo José Suárez, formado en la Universidad Católica de Lovaina e investigador de la UNAM, y el padre Hilario González García, secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal para el Diálogo Interreligioso y Comunión, nos brindan algunas pistas de reflexión para entender este fenómeno, desde dos ángulos diversos.

Las claves del nuevo panorama religioso

Para Hugo José Suárez, el hecho de que el paisaje religioso se haya modificado en los últimos años, según lo reportan los censos, habla de que «se ha roto el monopolio de mediación de la salvación». El mecanismo fundamental de esa relación con lo sagrado «atravesaba por alguna de las instancias del catolicismo», pero ahora, aunque haya una enorme cantidad de gente que sigue en la Iglesia católica, «México ya no es un país católico, estrictamente, sino de diversidad religiosa».

Por su parte, el padre Hilario González coincide en que en el país se experimenta una situación histórica de pluralidad cultural: «México está en un proceso de apertura y de interacción con otras culturas, y por tanto, con otros patrones y experiencias de religión», en sintonía con las tendencias globales que se están dando en todas las dimensiones de la vida humana. Para el padre González, «la religión institucional está siendo puesta a prueba, como si fuera un proveedor de servicios más, y  la gente que sigue teniendo aspiraciones religiosas se está dando la libertad de probar otros proveedores». A decir del sacerdote regiomontano, lo importante es que «la sed de Dios sigue presente».

¿Crisis del catolicismo mexicano?

El investigador de la UNAM señala que no se puede hablar de una crisis, como tal, en la Iglesia católica; y pone como contraargumento la presencia de la Guadalupana; y subraya que lo que está en crisis es «la capacidad de mediación con lo sagrado del catolicismo». Pero acota: «esto hay que ponerlo al lado de que también están en crisis distintas instituciones que en otro momento eran las encargadas de dar determinadas  normas para la vida social»: partidos políticos, la familia o la escuela, «que también ha dejado de ser una de las instituciones fundamentales para otorgar y organizar la vida y darle un sentido a la gente». Esto habla de «un proceso de reconfiguración del rol de las instituciones y de la manera de cómo la gente está encontrando el sentido de su vida y, por lo tanto, de las grandes cuestiones»

Dice el padre González que «el dato duro del avance de otras tradiciones religiosas distintas a la católica, así como la fuga de creyentes desde el catolicismo puede ser leído como un signo de crisis. Y, nuevamente, en sentido edificante, no cabe duda que hay una autocrítica en nuestra Iglesia respecto a estos datos». Y señala que los obispos mexicanos están fomentando en sus diócesis «procesos de sensibilización respecto a la realidad social y religiosa, así como la elaboración y aplicación de planes de pastoral orgánica que respondan mejor a esta crisis».

Las causas de la deserción

El Dr. Suárez desestima que haya una estampida desde el catolicismo hacia otras religiones. «Lo cierto es que la gente ahora tiene la posibilidad de escoger las opciones religiosas con la facilidad de decir: ‘yo decido a qué religión me adscribo’. Hace cuarenta años esa no era una elección, era una especie de imposición más o menos aceptada; a uno no se le preguntaba si quería bautizarse, se le llevaba a bautizar y ya. Ahora la gente decide y el abanico de posibilidades es enorme: desde la santería, la santa muerte, hasta iglesias pentecostales o iglesias protestantes históricas, los mormones, o el new age». En este contexto, señala que «evidentemente la opción más fuerte, con más tradición, es el catolicismo, que sigue siendo sin duda la preferencia más importante, más grande».

Según Hugo José Suárez,  el proceso de expansión de otras formas religiosas va a continuar tendencialmente poco a poco, sin que esto tenga contundentes resultados; y señala que es difícil pensar que habrá modificaciones muy grandes reflejadas en los próximos censos. Añade el sociólogo que «al interior del propio catolicismo están operando los paradigmas de la pluralidad en las maneras de relacionarse con lo sagrado y se ha modificado lo que significa ser católico; cuando uno le pregunta esto a la gente responde de mil maneras: para uno es ir a misa todos los días, comulgar y confesarse;  para otros es simplemente ir a una boda cada tres años; para otros es tener un contacto con la naturaleza».

En tanto, el padre González indica que «Si bien el 88% de la población es católica, y el 39% asiste regularmente a la Eucaristía y/o se siente que cumple con su fe, solamente el 2% está comprometida en acciones que van más allá del cumplimiento. La mayor parte de los católicos tienen un conocimiento superficial de los elementos fundamentales de su religión: doctrina, culto, principios éticos, vida interior. Es comprensible que, en circunstancias difíciles y con una sed de Dios poco atendida, otras propuestas sean atractivas».

«Nuevas formas» de entender el catolicismo

El experto en sociología de la religión señala que en México se puede observar «un proceso de reconfiguración de las ofertas doctrinales a partir de los propios intereses del individuo. De pronto la gente ya no toma mucho en cuenta lo que dice el obispo en términos del aborto, por ejemplo, eso directamente le llega a un pequeño porcentaje; algunos lo toman al pie de la letra, pero otros lo toman completamente en sentido contrario, reelaboran eso a partir de sus propias necesidades y sus propias decisiones». 

A partir de las investigaciones que ha realizado el sociólogo, ha encontrado gente que reelabora lo que le dice la doctrina católica en su manera más pura y dogmática y lo sincretiza con la tradición neo indigenista, y de ese modo hace un coctel complejo, administrando las dos cosas, donde no ve contradicciones,  y la persona se siente a gusto, no se angustia, sin el problema de que «no estoy cumpliendo». «Yo conozco a una persona que tiene en su casa el altar a la Virgen de Guadalupe y al lado el altar a la santa muerte, e iba a la Villa todos los años en diciembre y a la vez iba  al culto de la otra religión. Eso es lo que a mucha gente le está dando respuesta», comenta.

El reto para la Iglesia católica

Apunta el secretario para el Diálogo Interreligioso que,  para la Iglesia en México, el Documento de Aparecida marca el rumbo ante esta situación: «Necesitamos ponernos en estado de misión permanente». Y manifiesta que ya no se puede ser paternalista o proteccionista de los católicos que restan: «Ya no podemos ‘cuidar peceras’ sino salir a ‘pescar personas’». Enfatiza: «los católicos no debemos caer en el juego de querer mantener un poder o una influencia por razones de tradición cultural. Puede ser el momento de gracia para que los católicos demos a conocer lo que en verdad constituye nuestra fe católica y demos un testimonio cada vez más comprometido y gozoso de nuestro seguimiento de Jesucristo».

Concluye el padre Hilario: «Tal vez en esto también tenemos un área de oportunidad pastoral y el reto de ofrecer una acción evangelizadora nueva, con procesos de catequesis sólidos y pedagógicos, y espacios y tiempos de encuentro con Jesús y con los hermanos, que hagan ver que la Iglesia de Cristo ha estado y sigue estando presente en nuestra sociedad y sigue aportando muchos elementos de crecimiento personal y social para todas las personas que los reciben con corazón dispuesto».

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