Querétaro en la trasición del siglo XlX al XX

El Padre Rositas

 

José Félix Zavala 

En Querétaro

El hombre de la transición

Del siglo XlX al XX 

“…una cosa saben todos y es que el Señor Rosas pasó a la inmortalidad con la aureola de una virtud heroica y ocupa un lugar muy señalado entre los benefactores de Querétaro…” lo dijo Marciano Tinajero Y Estrada, sexto obispo de la Diócesis de Querétaro, cuarenta años después de la muerte del Padre Rositas. 

Aquel hombre, todas las mañanas y en cualquier circunstancia se postró siempre, bajo el último escalón de las gradas del altar, para celebrar la misa, siguiendo además del mandato de su corazón, las estrictas rúbricas, leídas con tanto esmero, desde sus años de seminario, del libro de Don Fermín Irayzos, capellán de monjas agustinas. A esas horas, Querétaro despertaba al susurro de su voz, que iniciaba con  …Introibo ad altarem Dei y las campanadas de la tercera llamada. .. 

“… la masa popular nos da razón de que el Señor Rosas fue educador de varias generaciones de niños y jóvenes… de muchos centenares de alumnos en el seminario conciliar…  se da cuenta que tuvo todas las cualidades que caracterizan a un verdadero predicador…  sabe el pueblo a que grado ejercitaba la caridad, socorriendo a los menesterosos, purificando las almas en el tribunal de la confesión…” 

El Padre Rositas, nacido en el barrio de la Cruz, un 23 de febrero de 1843, fue prototipo del sacerdote, de aquel Querétaro, de finales del siglo X1X y principios del XX, alguien lo señaló como el apóstol. Su amigo y seguidor el canónigo Daniel Frías dijo de él: “ Con su voz iluminaba, con su  calor encendía y con su fuerza movía los corazones… sostuvo con su doctrina, ejemplo y oración, la fe de nuestro pueblo…” 

Hijo y honra de esta ciudad, el Padre Rositas, recorrió las calles de Querétaro en la transición del siglo XlX al XX, siempre bajo su brazo, las obras de Teresa de Ávila y Juan De La Cruz, en su pensamiento, siempre una reforma de la sociedad, por medio de la mujer y el sacerdote. Los medios. El púlpito, el confesionario y las cartas personales. 

El “gusano” de la intelectualidad siempre lo persiguió, desde su juventud, como maestro de Lógica, Metafísica y Ética, en el naciente seminario de Querétaro, iniciado en el ex convento de San Antonio e itinerante después por las calles del Desdén y la Aduana, ahora Allende, hasta llegar a un lugar definitivo como fue el ex convento de Teresitas. 

Fue rector del seminario por treinta años, nombrado por Don Ramón Camacho, segundo obispo de Querétaro. Se opuso a la canonjía magisterial de Catedral, sus oponentes fueron los presbíteros Ignacio Altamirano y Braulio Guerra, le tocó suerte disertar sobre la Trinidad, el jurado lo favoreció, era el año 1877. A su nombramiento como canónigo magisterial dijo: “ propio es señores, de los grandes talentos, tener grandes errores”. 

Bajo el lema “ Lucena pedibus meis verbum tuum “ recorrió las antiguas calles de Santa Clara, del Ángel, de Posadas, del Descanso, de Marte y la Guaracha, convirtiéndose al paso por los hogares  queretanos, como el hombre del consejo. Al moribundo siempre le señaló “alegraos, pues salís de los trabajos y miserias de la vida humana y junto con la carga del cuerpo, dejáis la costumbre de pecar.” 

Nunca usó lujo alguno ni alfombra en su cuarto o en su casa, en la calle de Altamirano. En el rezo del breviario brillaba su espíritu y después de 20 horas de trabajo diario y cuatro de descanso se levantaba al alba para celebrar la misa, deteniéndose siempre en las palabras “ Ut sanctum evangelium valeam nuntiare”. 

Anunciar el evangelio era su gozo… ¿ Quién no recuerda sus sermones? Es el mansillón queretano, de grata memoria sus sermones: El del desagravio, el de la fiesta de amapolas, el de la Virgen de Guadalupe, el de la oposición de la canonjía. 

El Padre Rositas cuando niño, siendo hijo del barrio más significativo de nuestra ciudad, el de la Santa Cruz, bebió su primera espiritualidad en las misas conventuales del Colegio Crucífero, de su madre Ramona Arce, de los pensamientos salidos cuando sembraba los campos familiares en San Isidro o sus paseos a bañarse en la Cañada de Pathé. 

1886, año inolvidable,  en medio de un México convulso, Querétaro gana a un hombre ejemplar,  el Padre Rositas se ordena sacerdote un 8 de septiembre, fiesta de Nuestra Señora De La Cueva, de tantos recuerdos familiares, siempre tuvo presentes las palabras sacerdotales… placeat tibi sancta trinitas, obsequium servitutis meae et peaeta sacrificium, quod oculis tuis. 

Del Padre Rositas salieron las iniciativas más atrevidas de la época, para solventar las necesidades del Querétaro de la transición secular, siguiendo su lema “Repetir verdades y bienes y curar males sociales”, por ello fundó el Colegio de Niñas, “ son las madres cristianas, los apóstoles domésticos disfrazados en leche, dice, destilan el espíritu puro del amor divino”, también el Liceo Católico, para profesiones civiles, la Escuela de Artes y Oficios de San José, para obreros, el Taller del Sagrado Corazón de Jesús, para jóvenes mujeres humildes, las obreras. 

De esas iniciativas se dotó a Querétaro, de amas de casa ricas y pobres, de abogados, notarios y farmacéuticos, de obreros, cuyas obras lucen todavía las casas y edificios queretanos, de esmeradas costureras, dulceras y confiteras, que dan aún identidad a nuestra ciudad. 

“…estaba muy lejos de ser bullanguero, amanerado, iluso, impresionista, pueril y ligero: era enemigo de exterioridades y singularidades… en el porte de toda sus persona no se advertía ninguna ostentación…”. 

En Querétaro…” la mayor parte de las casas tienen un patio cuadrangular en que se cultivan con gran esmero plantas exquisitas a cuya poética ocupación son muy aficionadas las damas queretanas… los templos se hayan convenientemente distribuidos, ayudan a romper la monotonía de las calles, con sus severas fachadas y elevadas torres… algunos otros jardines como el de la plaza de la Independencia, el del Carmen y el de Santa Clara, alegran la vista…” ese era el Querétaro del padre Rositas. 

La casa de mexicanos, parte de la hacienda del Lobo, propiedad de Juan De Dios Mota, fue la casa de descanso de los niños, jóvenes y seminaristas del Padre Rositas, enclavada en la Sierra Gorda queretana, al fondo de una cañada y junto a un torrente. 

“…le hubierais visto cargando a las espaldas algún niño que ya no tenía calzado, llevar por las noches agua caliente y darles baños de pies a los enfermos, cuidar la fruta de los árboles para sus niños…”. 

“…poseía la Sagrada Escritura como ninguno de los sacerdotes que yo he conocido: Había aprendido a interpretarla entre las hayas y encinos de los bosques, como San Bernardo, siendo su maestro el Espíritu Santo… al corazón humano lo estudiaba en sí mismo y en el confesionario…”Proclaman sus alumnos. 

Canónigo magisterial y Arcediano de nuestra Catedral el Padre Rositas, hombre de su tiempo, en sede vacante, estuvo a su cargo el gobierno de la Diócesis y a los 70 años seguía yendo a pié a la Villa de Guadalupe, para volverse de la misma manera. 

“…su talento a la vez que analizador, era eminentemente sintético, ascendía en el acto a las ideas generales… su espíritu era místico por excelencia…” Narran sus amigos. 

María Olvera, que vivía en la antigua calle de Zamora ahora Pasteur sur, con sus más de cien años acuestas y una inteligencia aguda, me contó mas de alguna vez, del padre Rositas, con quién convivió en su infancia y adolescencia, que se quedarán muchas cosas sin decir de este hombre,  con una gran visión,  aun no reconocida por los habitantes de esta ciudad. 

Los últimos meses de 1916 pasó de su antigua casa de la calle de 5 de Mayo, ahora Altamirano al barrio de la Otra Banda, San Sebastián, solo llevó consigo la Sagrada Escritura y su temple de acero, había la persuasión que la vida del Señor Rosas ya no duraría mucho tiempo. 

“…eras joven aún  ¿no lo recuerdas?, cuando oíste a Jesús que agonizando bajo la carga del sagrado leño, te convidó a seguirle. Tú lo aceptaste con filial anhelo, te cubriste de negra vestidura, abrazaste la Cruz del clericato y te fuiste con él…” dice el Poeta. 

Dijera el Canónigo Salvador Septién: “ Dios sabe y Querétaro es testigo, de cuanto espíritu cristiano se infiltró en la sociedad por medio del establecimiento de la educación  dirigidos y fundados por el Señor Rosas durante casi medio siglo…” 

“…como acudiesen a su puerta muchísimas personas para darle el último adiós y recibir su bendición, las estuvo recibiendo… acerca de su cadáver previó con entereza todos los detalles. Dijo que desearía ser sepultado en viva tierra y sin honores…” apareció en el periódico. 

“…ahora entiendo porque tanto te place estar con el que sufre, con el débil, apuntando con él heroicamente, su cáliz de dolores que tu vista perspicaz descubre, las ondas huellas en que su barro pobre han dejado, las plantas adorables del Jesús al pasar…” 

“…expira el santo y las gentes se apresuran a tocar rosarios en su cuerpo y a llevarse como reliquias las flores que adornan su cadáver, enterrado en el panteón de San Sebastián…” 

“…aquí yacen los restos de mi Señor, Arcediano Don Florencio Rosas, varón extraordinario que por su fe firmísima, su caridad inagotable y su ardiente celo apostólico, fue el padre en Cristo de todos los queretanos…” 

“… ¡pobrecito¡, trayendo mi camino, no podías llegar a otra parada, el sendero de la Cruz a Cruz conduce…” 

Cosa notable es que a pesar de haber transcurrido 72 años de su muerte se conserva vivo su recuerdo, de que fue un hombre de Dios.