SI AÚN ES HOY
Se mata con una quijada de burro. Se mata con el riesgo de ver el día o la noche. Matan los soldados más desconocidos de la historia. Se mata con la frescura de un primer día de escuela. Se mata cantando musiquitas dulces. Se mata en Morelos. Se mata en el sur. Se mata en Tijuana. Siguen matando en Ciudad Juárez.
Se mata con el dinero para la merienda. Se mata una vez, muchas veces, casi siempre. Se mata a montones. Se mata como si fuera algo muy raro. Se mata cantando cosas tristes. Se mata en nombre de Dios. Se mata con los puños limpios. Se mata sin gritar, sin reír, sin comprender, sin amar. Se mata como una granada. Se mata hecho un mar de lágrimas. Se mata un día de bodas. Se mata con la forma más fiera de odiar. Se mata con la fuerza de todo el amor. Se mata cuando la noche es seca y tiene sed. Se mata con el odio que apaga la luz. Como todo el mundo. Se mata sin pies ni cabeza. Se mata madrugando y mirando la hierba mojada. Se mata sin máscaras, sonriente.
Mata el de la cuchara grande. Se mata por lógica. Se mata un diez de mayo, un catorce de febrero, un día del padre, un día del niño, un día de reyes, en fiestas patrias y decembrinas, en un cumpleaños, un santo. Se mata matando. Se mata afuera de la Santa Cruz. Se mata en semana santa. Se mata con el Jesús en la boca. Se mata consciente de al situación. Se mata briago. Se mata con la constitución en la mano. Se mata para descansar. Se mata para olvidar el trago amargo. Se mata con los dedos de aquella mano marcada por el fuego de un 9 mm. Se mata sin aliento. Se mata con la guardia baja. Se mata con la humildad del guerrero. Matan los medios de comunicación.
Se mata esperando la orden de partida. Se mata sin tregua. Se mata dejando en el borde toda prisa. Se mata con saña. Se mata muy a pesar del juego y la sonrisa. Se mata recostado al mar. Se mata buscando compañía. Se mata unas millas hacia el sur, otras al norte. Se mata mirando con hambre al cielo. Se mata usando hilo de mar. Se mata con hombros de poca niñez. Por aquí, por allá, por mañana, por hoy, por todo espacio, por todo tiempo. Se mata en sueños. Se mata buscando que cosa amar. Se mata por razones de banderas y arsenal. Se mata lejos de la casa y el árbol. Se mata más allá. Se mata en una noche estrellada. Se mata en una canción. Se mata en una calle desierta. Se mata en fila india. Se mata a la distancia. Se mata en momentos de melancolía y reloj. Se mata sin saber a donde ir. Se mata rompiendo las ventanas. Se mata en una sola cama. Se mata en pedazos. Se mata más de una vez. Se mata para siempre. Se mata por hablar. Se mata lleno de optimismo. Se mata por no sentir respeto por las flores. Se mata por derramar comida en los manteles, por darles alcohol a algunos niños, por desnudar de prisa a las mujeres. Se mata por correr donde duermen los enfermos, por fumar en los palcos del teatro.
Mata el que tiene prisa por llegar. Se mata en los parques desolados. Se mata casualmente. Se mata por todos lados. Se mata resbalando los dedos por el agua. Se mata al pie de la ciudad vieja y caída. Se mata quizás exagerando. Se mata diariamente. Se mata con el riesgo de que el miedo lo atormente. Se mata con el riesgo de que un día se demore el alba. Se mata más temprano que tarde. Se mata con el moño de luto. Se mata el día menos pensado, en cualquier sitio. Se mata casualmente. Se mata sin querer. Se mata porque se mata. Se mata por todos lados. Se mata con las letras. Se mata diariamente. Se mata hace mucho tiempo, demasiado tiempo.
Se mata un segundo antes de decir adios. Se mata como sonarse la nariz. Se mata cantando cosas muy tristes. Se mata terminando de amarse. Se mata al venir hacía acá.
Se mata entre amenazas que no se pueden repetir. Se mata esperando la lluvia. Se mata yendo al Este. Se mata al nacer. Se mata muy primitivamente, casi salvajemente.
Se mata con odio, con desprecio, con rencor, con palabras hirientes, con garras y con dientes, con rabia, con violencia, con horror. Se mata al borde del mar. Se mata, usando como arma una quijada de burro. Se mata en pleno corazón de la ciudad. Se mata al pie de la colina. Se mata en un recuerdo vivido de la infancia. Se mata con los trucos más bobos.
Mata el trabajo, el alcohol, la risa, las deudas, el chisme, la insidia, las drogas, el sexo, el sueño, el sobrio, el desamor, la pericia, la impericia, la lealtad, la deslealtad, la infidelidad, la pureza. Mata un AK 47. Mata un cuchillo cebollero, un palillo de dientes. Mata el patriotismo. Mata el sacerdote. Mata la gula. Se mata con el pensamiento. Se mata con el odio en el corazón. Mata el sargento. Mata el cabo. Mata cualquiera. Mata la justicia. Mata la injusticia. Mata la naturaleza. Mata la mujer. Mata el hombre. Mata el niño. Mata la niña. Mata el santo. Mata el diablo. Mata el hambre. Mata el bueno. Mata la mala. Mata la rueda de la fortuna. Mata el devoto guadalupano. Mata el gringo. Mata el musulmán. Mata el amor. Mata la desesperanza. Mata el rencor. Mata el desdén. Mata perder. Mata ganar. Mata la soledad. Mata la avaricia. Mata el fruncir la boca. Mata el saludo. Mata el pacifista. Se mata como estadística. Mata un carro bomba en Irak. Mata un desconocido. Mata el más cabrón. Mata la empleada de la tienda. Mata el rico. Mata el pobre. Mata la barrendera. Mata el júnior. Mata el puto. Mata la puta…
Se mata a muchisimos por segundo.
Se mata si aún es hoy.
Augusto Sebastián García Ramírez